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En las fronteras de EE UU, los portátiles no tienen privacidad

Muchas personas que viajan por negocios se pasean con ordenadores portátiles que contienen información empresarial privada que sus jefes no quieren que vean los extraños. Hasta hace poco, su máxima preocupación era que alguien pudiera robarles el portátil. Pero ahora se le ha sumado otra: que el ordenador sea confiscado o inspeccionado en las aduanas y controles de inmigración al entrar a EE UU desde el extranjero.

Aunque estas incautaciones siguen siendo algo mayormente anecdótico, recientemente fue un tema que dio que hablar entre el millar de planificadores de viajes empresariales y directivos del sector que asistieron en Barcelona a una conferencia de la Association of Corporate Travel Executives. Un sondeo informal de la asociación, que cuenta con unos 2.500 miembros en todo el mundo, indica que casi un 90% de sus integrantes no eran conscientes de que los funcionarios de aduanas tienen autoridad para inspeccionar el contenido de los ordenadores portátiles de los viajeros, e incluso confiscar el aparato durante un tiempo sin dar motivo alguno.

“Un miembro que respondió a nuestra encuesta dijo que llevaba un año esperando recuperar su portátil y sus contenidos”, afirma Susan Gurley, directora ejecutiva del grupo. “Afirma que se lo confiscaron al azar. Y, como no ha sido detenida, supongo que no es una delincuente, sino que viaja por negocios de forma habitual”.

En algunos casos se han presentado recursos, pero la ley es clara. “De acuerdo con la legislación actual, no necesitan una causa verosímil para realizar estos registros. Pueden hacerlo aunque no alberguen sospechas y sin desvelar sus verdaderas intenciones”, afirma Tim Kane, un abogado de Washington que realiza una investigación sobre el tema para clientes empresariales.

En algunos casos, las inspecciones aleatorias de ordenadores portátiles han revelado la posesión de pornografía infantil. Los portátiles pueden ser examinados y sometidos a un “análisis forense” según la denominada exención de registro fronterizo, que permite registrar a personas que entren a Estados Unidos y sus posesiones “sin causa verosímil, sospecha razonable u orden de registro”, dictaminaba un tribunal federal en julio. En ese caso, se descubrió que el ordenador portátil de un hombre contenía imágenes de pornografía infantil en el disco duro.

Nadie defiende la posesión delictiva de pornografía infantil, ni insinúa que el Gobierno tenga intenciones nefastas al realizar registros aleatorios del portátil de un viajero, señala Gurley. “Pero, por la información de la que disponemos, parece que los agentes tienen mucha libertad para practicar los registros, y que hay toda una serie de motivos para llevarlos a cabo”, añade.

La asociación ha pedido al Gobierno mejores directrices, para reevaluar las políticas empresariales sobre los viajes con información privada. Y también preguntado si las empresas deben reducir los datos confidenciales que llevan consigo los viajeros. “La cuestión es qué ocurre con la información privada que puede contener un portátil”, dice Gurley. “¿Se copia la información? ¿Se devuelve? Comprendemos que el Gobierno de EE UU tiene que proteger sus fronteras, pero queremos una información transparente para que quienes viajan por negocios sepan qué hacer.

¿Deberían dejar la información confidencial en casa?”. A los ejecutivos que viajan también les preocupa que, durante un tiempo, el propietario no pueda acceder a un ordenador confiscado y la información que encierra. Una solución que se están planteando algunas empresas es decir a los viajeros que regresan al país con información confidencial que la encripten y se la envíen a sí mismos por correo electrónico, lo cual al menos protege el acceso a los datos, aunque no su privacidad. “Les decimos a nuestros miembros que deben estar preparados por si esto ocurre, y que deben pensar más en cómo gestionan la información confidencial”, afirma Gurley. “Es posible que esto tenga un efecto real en cómo hacemos nuestros negocios internacionales”.

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