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Calor en la región

Abanico, agua y sandalias para bajar al metro

El 28% de los vagones no está climatizado. Dos periodistas registraron ayer hasta 33º en coches y andenes de nueve líneas

Un abanico, una botella de agua mineral y sandalias forman el kit del viajero en metro en estos días. En muchos casos, parece que bajar a la estación es hacerlo al infierno. Ayer, entre las 14.30 y las 17.30, en un día de bochorno, dos periodistas emprendieron, termómetro en mano, un viaje de prueba por andenes y vagones de nueve líneas del suburbano. El resultado: un mínimo de 25 grados centígrados y un máximo de 33. Pero el mercurio se mantenía en la mayoría de los casos rozando los 30 grados, tanto en el interior de los trenes como en los andenes. Uno de cada cuatro vagones no tiene aire acondicionado. Metro dice que prioriza la climatización de los trenes porque en los andenes "los usuarios no pasan más de tres minutos".

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En la plaza de Callao, a las dos y media de la tarde, incluso las palomas se refugian en la sombra de las escaleras del cine del mismo nombre. El termómetro marca 29,5 grados centígrados.

Seis minutos más tarde, en la calle de Alcalá, a la altura de Ciudad Lineal, un termómetro-reloj marca 30 grados. Al entrar en la estación, de la línea 5, la temperatura sigue siendo la misma. El andén se inunda del aire caliente que sale de las vías. En otro andén de la línea 5, en Callao, el aire sí ha refrescado algo, hasta los 27,5 grados.

Una viajera de unos 60 años se abanica en Suanzes. Los viajeros lucen caras de sofoco. Hay gente que bebe agua. Muchas mujeres llevan camisetas de tirantes y sandalias. Una ni siquiera se quita las gafas de sol. Un valiente lleva chaqueta y corbata sin desanudar. "Encontrar un vagón con aire acondicionado es una lotería. Yo voy pasando de uno a otro hasta que noto una temperatura pasable", dice Julia, usuaria de las líneas 5 y 7.

"La red tiene 80 años y hacemos lo que podemos. Damos prioridad a los vagones porque en las estaciones los pasajeros sólo pasan unos tres minutos", explica un portavoz de Metro. "En 2007 todos los trenes tendrán aire acondicionado", asegura. Metro dice que ahora 1.156 de los 1.576 coches operativos tienen refrigeración, es decir, un 73% de todos. El 27% restante no está climatizado.

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Pero las quejas de los viajeros se multiplican con cada grado que sube la temperatura en la capital. Quizá la explicación esté en el recorrido entre Callao y Ópera: el tren está refrigerado, pero sólo aporta un hilillo de frescura en un mar de calor: 28 grados. La temperatura no baja, sube.

En Ventas, sobre las tres de la tarde, se agradece el aire que entra por los pasillos camino a la línea 2. En el andén hay 30 grados. Los vagones se llenan con cada estación hasta que, en Sevilla, ya no hay espacio ni para agitar el abanico. Dos turistas, con pantalón corto, intentan con dificultad desplegar su mapa. En los andenes de Ópera, el tintineo de las pulseras al dar ritmo a los abanicos da sonido al calor existente: 29,5 grados. "Esto es insoportable", comenta Marta Abril, una empleada de banca de 31 años. Algún hombre, con peor estilo que ellas, se suma al arte de lucir abanico por los andenes.

En la estación de Sol, en obras, un ruido infernal y un olor a quemado reciben a los usuarios. "La línea 1 es muy calurosa, pero es más sofocante la 5", asegura Milagros. En el tren, a las 15.30, María Dolores lee un libro mientras el sudor casi le empaña las gafas. "No soy de abanico. Me aguanto el calor. Como soy del sur...".

La situación es más fresca en el ramal Ópera-Príncipe Pío. La refrigeración funciona y el termómetro desciende hasta los 26 grados. Pero una brisa calurosa recibe al viajero bajo la estructura de acero y cristal de esta última estación. El termómetro sube hasta los 28 grados. Pronto, afortunadamente, llega un moderno tren de la línea 10, donde el aire sí funciona.

En Cuatro Caminos, a más de uno le traiciona el desodorante. En el trayecto hacia Avenida de América, por la línea 6, el termómetro se empeña en marcar 32 grados. En la línea 7, unas señoras de mediana edad consiguen asiento y ahuecan los escotes de sus vestidos, en un gesto imperceptible, destinado a beneficiarse al máximo del exiguo aire acondicionado.

Donde no hay refrigeración y el calor se dispara es en la línea 6. Vagones viejos y mucha gente en su interior. 31,5 grados de temperatura. Mejor suerte tienen los viajeros de la línea 11, la más corta del metro, con sólo tres estaciones, aunque los vagones son igual de viejos. Aquí la refrigeración es del tipo tradicional: ventanas abiertas. Sorprendentemente funciona, ya que la temperatura desciende hasta los 27 grados.

Pasar calor o no en el metro depende de la línea. Y de la suerte. A las 16.30 en la línea 5, entre Pueblo Nuevo y Suanzes, la temperatura empieza a 32 grados y termina a 33. Una hora más tarde, en el mismo tramo, algunas mujeres se frotan los brazos: el aire acondicionado funciona a pleno ritmo y el termómetro marca 25 grados.

Dos pasajeras del metro que viajaban ayer tarde en un vagón de la línea 5 del metro.
Dos pasajeras del metro que viajaban ayer tarde en un vagón de la línea 5 del metro.LUIS MAGÁN

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