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Reportaje:La inmigración en la capital

Un lugar de tránsito

La estructura urbana de esta zona de Villaverde la convierte en una isla segregada del resto del distrito y de la capital

Daniel Verdú

"Éste es un barrio de tránsito. Quien ha venido últimamente es porque no tenía más remedio o porque no sabía lo que iba a encontrarse", explica un inmigrante ecuatoriano que lleva en San Cristóbal de los Ángeles cinco años. "Aquí sólo se quedan los abuelos o los que no tienen dinero para marcharse", cuenta un vecino español, hijo de inmigrantes extremeños, que atribuye a la inmigración de los últimos cinco años los problemas de la zona.

Para muchos de sus habitantes, San Cristóbal es como una caracola de mar en la que se refugian los cangrejos ermitaños. Cuando su cuerpo se endurece, se marchan y dejan el hueco para otro crustáceo. Pero la caracola cada vez está más deteriorada y termina siendo inservible. El barrio se construyó para que inmigrantes, principalmente andaluces y extremeños, viviesen cerca de las fábricas donde trabajaban. Un dormitorio al lado de las factorías. Casas con cimientos endebles sobre terrenos arcillosos. Lo funcional las sostenía en su momento. Hoy ya ni siquiera.

El metro cuadrado en el barrio cuesta unos 2.300 euros, frente a los 5.200 del centro

San Cristóbal, si lo fuera, no sería un gueto porque su porcentaje de inmigración sea el más alto de Madrid. Ni tampoco porque convivan casi 40 culturas en una superficie de 1.000 kilómetros cuadrados. Ni porque tenga un índice de fracaso escolar que supera el 40%. Lo sería porque está aislado de la capital y del resto del distrito de Villaverde. Está encajonado entre la vía del tren, la avenida de Andalucía y una pequeña colina. El metro ni lo huelen. Aunque teóricamente en 2007 llegará al barrio. "No se puede estigmatizar al inmigrante. Ellos no son los causantes de los problemas. En San Cristóbal no se hizo una remodelación integral, como por ejemplo en Orcasitas, y ha sufrido los problemas de la reconversión industrial", explica Carlos Lles, profesor de sociología urbana de la Universidad Carlos III. "Desde el punto de vista urbanístico, el barrio está segregado. Es una isla", añade.

Según este profesor, la alta densidad de inmigrantes en el barrio se debe fundamentalmente al precio de la vivienda y al efecto llamada. El metro cuadrado está en unos 2.300 euros (frente a los 5.200 en el centro). Un piso en San Cristóbal puede costar unos 180.000 euros. Suelen tener tres habitaciones y un baño. Unos 70 metros cuadrados. De alquiler se pagan unos 700 euros. "Cuantas más habitaciones tengan, mejor. Así se pueden meter 15", dice despectivamente Juani, que trabaja en una inmobiliaria de la zona y que se fue a vivir a otro sitio hace cinco años.

Ministerio de Fomento, Comunidad y Ayuntamiento acordaron en 1999 declarar área de rehabilitación integrada todo el barrio, lo que implicaba subvencionar las obras de reforma de 4.313 viviendas. Pero a principios de este año sólo estaban terminadas o en proceso de reforma 482 casas (el 11%).

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La tasa de paro es casi de un 10% (casi el doble de la media en la capital). Sus habitantes tienen una renta per cápita de 7.422 euros, un 60% del resto de la ciudad.

Pero San Cristóbal tiene un valor muy positivo del que carecen otros barrios y que permite pensar en una regeneración: la acción ciudadana. Asociaciones como Cultura y Solidaridad o la propia asociación de vecinos del barrio La Unidad realizan actividades permanentemente. "Existe un movimiento de vecinos activo. La Administración puede apoyarse en él para aplicar los planes. Cuando no se cuenta con ello, todo queda en proyectos paternalistas que no funcionan", explica Félix Arias, concejal de Urbanismo del PSOE.

Tras la revuelta juvenil de los suburbios parisienses, los medios de comunicación trataron de encontrar en Villaverde el ejemplo español de aquel polvorín. Los vecinos terminaron fritos. "Francia no es España", dicen. La inmigración es distinta: en procedencia, en cultura, en generación y en derechos. La estructura urbana de la ciudad es otra. La infravivienda no se encuentra sólo en la periferia.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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