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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La lengua de la vida

Como afirma en la serie de conferencias agrupadas bajo el rótulo Contra el fanatismo, para Amos Oz (Jerusalén, 1939) la literatura, que se entrega al ejercicio de imaginar al otro, a los otros, de ponerse incluso en el lugar del enemigo y comprenderle desde dentro, es el verdadero antídoto contra la intolerancia, la violencia y la muerte. Repartirse en vidas ajenas, que es lo que hace el novelista cuando se inventa personajes, es poner las bases para un contrato de, como mínimo, buena vecindad entre todas ellas por muy disímiles e incluso antagónicas que sean. Esto es lo que demuestra este intelectual israelí comprometido con el laberíntico proceso de paz en Oriente Próximo en cada una de sus novelas y ensayos: que pedirle a las sociedades -esa amalgama de geografía, sentimientos, biografías, religión y política- que negocien un alto el fuego ideológico no es una insensatez sino todo lo contrario, un acto de razón y de cordura, el mejor modo de estructurar el texto de la historia común que todos protagonizamos. Por eso los libros de Amos Oz son, además de estupenda ficción, lecciones de ética, soluciones a problemas en principio insolubles, un poco de luz en medio de tantas sombras y cegueras.

DE REPENTE EN LO PROFUNDO DEL BOSQUE

Amos Oz

Traducción de Raquel

García Lozano

Siruela. Madrid, 2006

125 páginas. 14,90 euros

De repente en lo profundo del bosque es una contribución más a esta labor de clarificación y desescombro, pero ahora por la vía de la fábula. En este libro Amos Oz cuenta cómo un pequeño pueblo junto a un bosque padece la maldición de haber perdido todos sus animales, desde los caballos y las vacas hasta los peces, las aves o los insectos. Cada personaje sobrelleva esta pérdida de manera diferente: unos enloquecen, otros olvidan, algunos los tallan o los pintan, la mayoría se encierra atemorizada por la noche y sólo dos o tres niños se atreven con sus actos a cuestionar la verdad oficial. Haber sido abandonado por los animales significa ser expulsado de la naturaleza y sus múltiples lenguajes de vida (la lengua de la vida se diferencia de la lengua de la muerte en que aquélla no tiene palabras para expresar la humillación, la exclusión, el desprecio o la burla), un castigo que ya padecemos los hombres de hoy y cuyas consecuencias podrían abocarnos a cualquiera de las modalidades de apocalipsis que tenemos al alcance de la mano. Amos Oz, positivo, bienhumorado y optimista casi siempre, aquí apenas se atreve a serlo: el mundo está demasiado mal y necesita que se lo digan sin tibieza si es que quiere conservar alguna esperanza. Una fábula ésta poética y amarga que recuerda otras complementarias, desde Mono y esencia, de Huxley, hasta El muro, de Marlen Haushofer, además de las parábolas de las tradiciones judía y sufí que seguro que conoce bien Amos Oz, y que, metafórica y literalmente, deja en manos de los niños, ese puente entre los animales y los adultos, la única posibilidad de salvación.

Amos Oz es autor de varias

obras importantes, entre las que destacan Un descanso verdadero y La caja negra, y de dos obras maestras: El mismo mar, una novela en verso que revoluciona un género con apenas representantes dignos (quizás el Eugenio Onieguin, de Puskhin; la Antología de Spoon River, de Edgar Lee Master, o la Ciudad del hombre, de Fonollosa, todas ellas muy distintas y con un menor grado de audacia estilística) y Una historia de amor y oscuridad, una autobiografía de casi ochocientas páginas dedicadas a un protagonista que al término de las mismas apenas habrá cumplido doce años, algo que, por su envergadura y ambición documental -el hombre y el artista rescatados por la memoria de las termitas del tiempo-, recuerda Poesía y verdad, el libro donde Goethe nos cuenta, en un número similar de densísimas páginas, su infancia y su adolescencia. De repente en lo profundo del bosque es, en este impresionante conjunto de la obra de Amos Oz, un libro voluntariamente menor y, a pesar de ello, muy valioso: en un mundo feroz, enrevesado y desfeliz, necesitamos fábulas como ésta, que nos sirvan de guía en el camino de regreso a las verdades sencillas e imprescindibles de la existencia.

El escritor israelí Amos Oz.
El escritor israelí Amos Oz.CLAUDIO ÁLVAREZ

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