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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Encrucijada somalí

Los acontecimientos se desarrollan rápidamente en Somalia, donde las milicias de los tribunales islamistas siguen ganando terreno a los caudillos locales -que se autocalifican de coalición antiterrorista- tras haberles arrebatado el control de Mogadiscio, la capital. Tres meses de combates y centenares de muertos inocentes definen el por ahora último episodio de una guerra civil que, con altibajos, viene durando veinte años. La lucha por el control de otras zonas del país comienza ahora.

Desde los ataques contra EE UU, en 2001, se han acrecentado las sospechas de que Somalia, un país musulmán, puede convertirse en vivero terrorista, en la encrucijada geoestratégica del cuerno de África y la ruta del petróleo. Los nuevos dueños de Mogadiscio pretenden organizar un Estado bajo la sharia o ley islámica, por lo que es lógico el temor a que conviertan la anárquica Somalia en otro embrión fundamentalista, a lo talibán. Por el momento, actúan con deliberada contención y ponen el acento en distanciarse de todo lo que representa Al Qaeda. En sus mensajes a las embajadas occidentales en la vecina Kenia condenan el terrorismo integrista y rechazan la existencia de células yihadistas.

El progresivo dominio del sur de Somalia por las milicias islamistas -en el norte hay dos regiones que han declarado su independencia, y el conjunto del país es un rompecabezas sin vestigio alguno de autoridad central- podría anticipar una etapa de tranquilidad relativa, imprescindible para esta convulsa nación de diez millones. Los somalíes no han conocido un momento de tregua desde que en 1991 se desplomara la dictadura de Siad Barre, apoyada durante 30 años por la URSS. Los tribunales islamistas y sus milicias proporcionan además educación y algunos servicios básicos, por lo que gozan en general de simpatía entre la población frente a unos señores de la guerra apoyados bajo cuerda por EE UU. Pero una buena parte de ese respaldo se debe a la percepción popular de que, pese a su autoritarismo y rigorismo religioso, representan una fuerza de orden, frente al caos y la arbitrariedad de los cabecillas que han controlado Mogadiscio desde hace 15 años.

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El Gobierno interino de Somalia, establecido en 2004 y tan irrelevante que tiene su sede lejos de la capital, ha dado la bienvenida al avance islamista. Un entendimiento entre el poder nominal y el real quizá podría ayudar a la estabilización y reconstrucción del país africano, si la comunidad internacional se implica en ello; y al frente EE UU, más impopular que nunca entre los somalíes, pero que ha mostrado su disposición al diálogo. Uno de los grandes dramas de Somalia, donde conceptos como elecciones o democracia no pasan de ser un sarcasmo, es que fue olvidada por el mundo exterior después de que la ONU, hace ya muchos años, fracasara en su intento de pacificación.

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