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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Espiral insensata

La entrada masiva de tropas del Ejército israelí en Gaza para buscar a un recluta propio, secuestrado en una operación terrorista conjunta de varias organizaciones palestinas, estaba anunciada y prevista, pero no por ello es menos disparatada. El Gobierno de Ehud Olmert tendrá serias dificultades para explicar a su ciudadanía, a los palestinos y al resto del mundo, cómo vincula lógicamente los esfuerzos por liberar a un soldado secuestrado y la destrucción de la principal central eléctrica de Gaza, llevada a cabo ayer.

Reocupar Gaza con unos miles de militares y cientos de tanques para buscar a cañonazos al soldado Gilad Shalit por los laberínticos campos de refugiados parece la peor elección posible. Que ayer Washington reaccionara con un llamamiento al Gobierno hebreo a "hacer todo lo posible por evitar daños a inocentes y a las estructuras civiles y a la propiedad", revela que la Administración de Bush también está alarmada ante el ingente potencial de conflicto que se ha generado.

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Sólo el hecho de que aviones israelíes sobrevolaran como advertencia un palacio del máximo dirigente sirio, Bashir al Assad, sugiere los niveles que puede alcanzar una escalada comenzada con el ataque de terroristas palestinos contra una base militar israelí con el saldo de tres soldados muertos, varios heridos y el referido recluta secuestrado. Israel ha dejado claro que considera responsable al Gobierno de Hamás de la suerte del militar y que se plantea represalias también contra Hamás en el exilio de Siria y contra el régimen que lo protege.

El grupo islamista radical y terrorista, que ahora se ha convertido en el Gobierno de los territorios ocupados tras las elecciones de enero, había de llegar al punto en el que estallaran sus contradicciones internas, casi insalvables, entre la preocupación por los problemas de la población y su fanática guerra a muerte contra Israel. Su obcecación por no reconocer a Israel ha sido causa principal de sus problemas de liquidez, e indirectamente de su enfrentamiento con la OLP y el presidente de la Autoridad Nacional (ANP), Mahmud Abbas. Ayer, sin embargo, Hamás se ofrecía a negociar con el Gobierno hebreo un canje de prisioneros que Olmert rechazó cuando llegaban noticias de otros dos secuestros de israelíes. La nueva situación dará paradójicamente argumentos en Israel tanto a quienes quieren una separación radical con muros y vallas, impuesta unilateralmente, como a quienes creen que las retiradas unilaterales no solucionan nada.

Ahora urge frenar la escalada, lo que pasa por un inmediato fin a la incursión israelí en Gaza y masivas presiones sobre Hamás y Siria para la liberación del soldado. La alternativa es un insoportable aumento del sufrimiento de la población palestina, con un reagrupamiento de la misma en torno al peor fanatismo, y la merma de seguridad para Israel y la región.

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