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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Eurocrecimiento

Las economías de la eurozona crecen más de lo esperado, mientras que la de EE UU se desacelera, también en mayor medida de lo que se anticipaba hace apenas unas semanas. Lamentablemente, la intensidad y duración de la primera tendencia no será suficiente para compensar la segunda, porque el impulso de las principales economías de Europa también perderá fuelle en los próximos trimestres. Éstas son algunas de las conclusiones que se deducen del último informe semestral de la Comisión Europea. Las cinco décimas en que se ha revisado la variación del PIB en el conjunto de este año colocarán ese registro en el 2,6%, pero caerá hasta el 2,1% el año que viene, para no superar el 2,2% en 2008. La economía española, por su parte, seguirá diferenciándose positivamente del promedio, con ritmos de crecimiento del PIB del 3,8% este año, y del 3,4% y 3,3% en los siguientes.

La notable intensificación de la inversión empresarial es el gran impulsor del crecimiento de la zona euro en la primera mitad del año en curso. Pero, desafortunadamente, no tendrá continuidad en los trimestres siguientes y, al mismo tiempo, se dejarán sentir los efectos del ajuste fiscal decidido en las principales economías del área. Alemania, Francia e Italia tratan de reconducir su desequilibrio presupuestario hacia niveles más compatibles con el Pacto de Estabilidad, y la primera, además, ha decidido elevar el tipo del IVA con efectos a partir del próximo enero. Todo ello, en un contexto económico mundial menos dinámico, lastrado por la debilidad estadounidense.

De esas previsiones oficiales también se deduce que la tasa de inflación se aproximará a la ya anticipada en el informe de abril, el 2,2% para el conjunto de este año. Pero, y esto puede ser un dato esperanzador, la de 2007 se reduce hasta el 2,1%. No son precisamente tasas de crecimiento de los precios alarmantes, que inviten a la agresividad en las decisiones de elevación de tipos de interés por el BCE. Asumido está que en su próxima reunión de diciembre volverá a tensarlos, previsiblemente en otro cuarto de punto, pero continuar con esa tónica en 2007 puede poner en peligro el crecimiento económico y del empleo.

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No hay, en efecto, razones para la dureza monetaria. La inflación apenas se distancia del límite del 2%, el tipo de cambio del euro sigue apreciado y las finanzas públicas de los divergentes van a sanearse, aunque sea parcialmente. El contexto global no va a ser mejor que el de este año y la confianza de los consumidores en economías como la alemana sigue prendida con alfileres. Prudencia, por tanto, es lo que debería autoadministrarse el Consejo de Gobierno del BCE si quiere reforzar su credibilidad en circunstancias como las actuales y no comprometer la todavía incipiente normalización de la actividad en las economías bajo su jurisdicción.

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