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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Un plan para Irak?

La propuesta del primer ministro iraquí para amnistiar a los insurgentes que abandonen las armas y se sumen al proceso político parece más bien la expresión de un deseo desesperado que un plan maduro y con probabilidades de éxito. A la vaguedad del documento de 24 puntos, a discusión en el Parlamento de Bagdad, se une la fría acogida dispensada al proyecto de Nuri al Maliki por significativos elementos chiíes y suníes, pese a estar nominalmente apoyado por los partidos suníes más relevantes. Ni siquiera a Washington le convencen algunas de sus previsiones, en especial la posibilidad de que el perdón gubernamental pueda alcanzar a autores de atentados contra sus soldados.

El chií Al Maliki lleva poco más de un mes al timón de un Gabinete de unidad nacional. En ese tiempo ha hecho algunos gestos solemnes y adoptado decisiones de calado, como el toque de queda en ciudades importantes. Pero los resultados obtenidos por el esperado nuevo Gobierno son por ahora decepcionantes. Irak sigue siendo invivible, la violencia no decrece un ápice y la lucha contra las fuerzas de ocupación se superpone a una guerra civil en ciernes. Esta suma de circunstancias convierte parcialmente en un brindis al sol la detallada propuesta del jefe militar estadounidense sobre el terreno, general George Casey, para retirar a más de la mitad de sus 130.000 soldados de aquí a finales de 2007. Bush ha tenido que volver a reiterar que los movimientos de tropas de EE UU están condicionados por la evolución de la situación.

Ni Washington tiene todavía un calendario de retirada ni lo hay en la "rama de olivo" ofrecida por Al Maliki a las facciones armadas iraquíes, una de las carencias más llamativas de su propuesta de reconciliación. El primer ministro no puede manejar fechas para que sus tropas -poco profesionalizadas y poco fiables- se hagan cargo del grueso de la situación mientras los más importantes grupos paramilitares de la plétora dedicada al terror y el asesinato no se avengan a la discusión de un marco político. La previsión de desarmar a las milicias de fanáticos de uno y otro credo tiene también mucho de acto de fe. Y algo parecido sucede con el perdón ofrecido a quienes no hayan participado en "actos criminales", actividades terroristas o crímenes contra la humanidad. La mera delimitación de estas circunstancias en el descoyuntado Irak de hoy -donde se solapan luchas sectarias, ajustes de cuentas, delincuencia común y terror experimental- hipoteca absolutamente su aplicación.

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En este desgraciado contexto, tienen un valor relativo propuestas como la disposición del Gobierno a revisar las leyes que prohíben a los altos funcionarios del baazismo ocupar cargos públicos; o la que pretende negociar con el Ejército de EE UU unas reglas de comportamiento que impidan en el futuro el atropello de derechos humanos básicos en operaciones militares.

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