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GUIÑOS
Columna
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Fotos y leyendas

Mirando en librerías he encontrado un curioso libro que combina fotos y textos de manera particular. Se trata de Cuentos y leyendas de Bilbao. Es una selección de relatos breves preparada por Seve Calleja (Zamora, 1953). Los escritores elegidos, desde el siglo XIX hasta la actualidad, son veintiuno, y la ilustración la ha resuelto Mikel Alonso (Bilbao, 1950) con una interesante colección de fotografías que remiten al escenario principal de las narraciones y su inseparable ría. Pero a diferencia de esas otras fotos que se inspiran o se relacionan directamente con el relato, estas ofrecen insinuaciones complejas. A su pie llevan un texto de corte poético que no determina su significado. Se mantienen firmes contando una historia con personalidad propia. Pero a su vez, imbricadas entre los textos, notan su influencia para con ella enriquecer los matices del conjunto. Es una propuesta rotunda que surge con sutileza del ojo y el corazón de su autor para subyugar al lector. Los planos se centran mayormente en detalles. Con una generosa gama de grises, se entremezclan con frases de corte lírico para desvelar matices del alma bilbaína.

Entre las imágenes encontramos como algo excepcional, con cierto aire bucólico, las columnas arbóreas de un bosque o unas piedras redondeadas por el vaivén de las olas en la orilla del mar. Pero el resto marcan enérgicamente los matices de una ciudad industrial donde las casas se amontonan unas junto a las otras, donde crecen estructuras metálicas para nuevos edificios. Así, en una gran amalgama de situaciones y lugares, las plumas de las grúas se confunden en el horizonte; los cortes en las gigantescas paredes de las canteras dejan asomar al fondo las alargadas estructuras de algunos talleres; la combinación de distintas estructuras fabriles esbozan sugerentes dibujos, composiciones aparentemente resueltas más bien con tiralíneas que con cámara oscura; las chimeneas de las casas contrastan con la ropa tendida ante unas ventanas.

El talante marinero y naval de la capital vizcaína lo ofrecen estampas extraídas de la ría; del Nervión para unos, para otros del Ibaizabal. El cauce se ve tranquilo. Un remolcador discurre entre ambas márgenes destino a la desembocadura y a su popa va dejando puentes y antiguos cargaderos de mineral. Con la marea baja se aprecian mejor los grandes bloques de piedra hundidos en el barro de las orillas, muertos que sirven, con sus enormes cadenas, de amarre estable para los grandes buques. La proa de un barco hindú introduce matices cosmopolitas en una ría plagada de leyendas, y misterios. En muchos casos, motivo de inspiración de imaginativos relatos.

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