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Entrevista:JUAN BAUTISTA BERASATEGI | Cineasta de animación

"El cine en Euskadi está bajo mínimos; vamos a pedales"

El dibujante Juan Bautista Berasategi (Pasai Donibane, 1951) está considerado el pionero de la animación en Euskadi. Fue él quien demostró en 1982, con el estreno de Kalabaza tripontzia, que era posible realizar largometrajes de dibujos. Después, este cineasta y productor, responsable de Lotura Films, ha estado de manera directa o indirecta en todos los proyectos animados surgidos en esta comunidad. Ahora que proyecta una nueva película, El zorro de San Adrián, ve reconocida su trayectoria con el Premio Antton Abbadie de la Diputación de Guipúzcoa por su labor en favor del euskera.

Pregunta. ¿Ha hecho animación en euskera por militancia?

Respuesta. No creo que el término sea militancia; ha sido un proceso natural. Empecé a hacer animación en una época en que los valores culturales estaban mucho más presentes. Se trataba de contar historias próximas, ver la geografía de tu país en pantalla grande y, lógicamente, el idioma era fundamental, como lo es en cualquier historia, porque aporta contenidos.

"Las tecnologías están democratizando la animación, pero no me gusta la estética"

P. ¿Cómo saltó del dibujo a la animación?

R. Empecé haciendo experimentos en Super 8, como todos, sin pensar siquiera que mi futuro pudiera pasar por aquí. pero encontré a un loco, el comerciante Eugenio Arieta, que me dio dinero para empezar con el corto Fernando Amezketarra y me condenó a este oficio. Y es muy difícil sobrevivir. A la gente joven le prevengo: "¿Tu madre sabe que estás en esto? Porque yo no te dejaría".

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P. Más difícil sería sobrevivir hace 28 años.

R. Aquello fue una locura. El primer reto consistía en demostrar que era posible hacer un largometraje de animación, pero luego se te planteaba el problemón, una especie de esquizofrenia que sigo manteniendo. Como artistilla, tenías ganas de hacer cosas, pero tu estómago te decía que era necesario mucho dinero. Entonces, además, se hacía sólo una película de animación cada cinco años en el Estado. Hoy se hacen entre dos y tres en el País Vasco y entre tres y cuatro entre el resto de comunidades. Así que el País Vasco es un referente, por lo menos, en producción.

P. ¿A qué lo atribuye?

R. ¿Que por qué hay tanto zumbado que hace animación? Pues no lo sé. Quizá porque hace más frío que en otros lados. Creo que este trabajo es de meterle muchas horas, y en Euskadi somos muy hormiguitas.

P. ¿Es un sueño aspirar a competir en lo tecnológico con Estados Unidos o Japón?

R. Las nuevas tecnologías, el 3-D, están democratizando la animación. Sigue sin gustarme la estética, pero es cierto que se está avanzando por ese camino. Pero esa aspiración es claramente una utopía. El futuro no es nada halagüeño por el tema económico. Nosotros, para conseguir un millón de euros, que es lo básico para realizar un largo, lo tenemos difícil. En Francia, los más pobres están en los tres o cuatro millones por película, y no digamos Disney: un minuto de una película suya cuesta lo mismo que una producción entera nuestra.

P. ¿Echa en falta un mayor compromiso institucional?

R. El cine en general en el País Vasco está bajo mínimos; vamos a pedales. Es una industria deficitaria por definición y el Gobierno vasco tiene un millón de euros para toda la cinematografía... La Administración ha perdido el carro. El audiovisual y las nuevas tecnologías están en boca de todos, se habla de Tabacalera, del Zinealdea de Oiartzun... Pero oigan, si no producimos, no hay nada de eso.

P. ¿El camino es la coproducción?

R. Nuestra película más internacional, Ahmed, Alhambrako printzea, es una coproducción con Andalucía. Hubo un momento en el que tratamos de aplicar el modelo de la FORTA, como central de compra de las televisiones autonómicas, a la producción, pero fracasamos. Y ahora no somos buenas novias. En Cataluña tienen el ICIC, un instituto de industrias culturales que mueve mucho dinero, incluso en Galicia se creó un consorcio. Y aquí todavía estamos en Cultura con el teatro, el cine y la música. Además, para moverte internacionalmente, lo primero que te pide un posible coproductor es la implicación de TVE, que apenas compra.

P. ¿La animación vasca se vende en el extranjero?

R. Sí. La animación para niños tiene una ventaja, tiene contenidos asumibles por todos los países. Como no podemos competir en lo tecnológico, apostamos por diferenciarnos en contenidos y en diseño. Evidentemente, no vendemos como Disney, que impone sus precios, estamos en las tarifas de televisión. Los mercados más importantes son los europeos, luego ya Suramérica y Asia. Y te pueden pagar cuatro pelas, pero al menos tienes la satisfacción de llegar a países como Turquía o Irak.

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