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Reportaje:Testimonios de la Guerra

Las voces de la memoria

El archivo Irargi digitaliza un centenar de entrevistas a combatientes republicanos con el objetivo de 'colgarlas' en Internet

"De la noche a la mañana empezaban a sacar listas con gente que está formada en los patios igual que nosotros, los llamaban y los metían en celdas. Pasaban toda la noche cantando fandanguillos y a las cinco y media de la mañana los sacaban y los fusilaban. Y así durante varios días. Fue terrible". Faustino Lekanda, teniente del Batallón Disciplinario, uno de los que integraron el Ejército Vasco durante la Guerra Civil, describió con esas palabras en 1985 las últimas horas de los soldados republicanos condenados a muerte en el penal de Puerto de Santa María. Su testimonio es uno de los 107 que integran el mayor fondo oral sobre el desarrollo de la contienda y la posguerra en Euskadi. Son otras tantas entrevistas a integrantes de todas las facciones que unieron sus fuerzas para hacer frente a las tropas franquistas, nacionalistas, socialistas, comunistas y anarquistas.

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Las grabaciones y transcripciones de aquellos testimonios se guardan en el Centro de Patrimonio Documental de Euskadi-Irargi, ubicado en Bergara (Guipúzcoa). Sus responsables han concluido recientemente la digitalización de ese fondo documental, con un doble objetivo: asegurar su conservación y ponerlo a disposición de los interesados a través de una página web. "El soporte digital es el que mejor garantiza la preservación de este patrimonio", razona Faustino Ruiz, técnico del centro y responsable del proyecto, "si todo marcha bien, esperamos que las grabaciones estén disponibles en la red a finales de este mismo año."

La importancia de estas fuentes de información directas es mayor aún que cuando se recopilaron, ya que hoy en día es mucho más difícil encontrar protagonistas de aquellos acontecimientos. "Valor histórico, el que uno le quiera dar. Valor humano, todo. Es la historia de la gente del pueblo, que es la que más sufrió", explica Carlos Blasco Olaetxea, un donostiarra apasionado de la historia que llevó adelante aquella investigación, "con la idea de recoger todas las sensibilidades de aquellas personas, sin ninguna distinción ideológica".

Gracias a aquella labor se puede escuchar, en la voz de los propios gudaris, el ambiente que se respiraba en los días posteriores al alzamiento del 18 de julio de 1936. "Se hablaba en los batzokis de lo que se debía de hacer por mediación de la juventud, y es cuando empezó a tomar cuerpo, a formar batallones...", suena el testimonio de Lekanda. La grabación del baracaldés Luis Ruiz de Agirre, (más conocido como Sancho de Beurko), comandante del Batallón ANV número 1, ilustra la desconfianza que reinaba en el seno de aquella fuerza, para nada homogénea. "Los comunistas daban por seguro que el final era suyo y se rodeaban de una buena propaganda. Los republicanos comenzaban a desaparecer considerando su romanticismo y los socialistas se aproximaban cada día más a los distintos radicalismos (...) Los anarquistas miraban con gran recelo el futuro y los nacionalistas sentían la amenaza, y más de una vez escucharon lo que se pensaba, 'caso de ganar la guerra', sobre ellos".

Aquella confusión dio paso a varios meses de frentes estancados y a pocas semanas de constante retroceso, sobre las que los perdedores no podían evitar reflexionar 50 años después. "Yo creo que el Ejército Vasco no tenía que haberse dispersado. Que se tenía que haber concentrado en una línea como la Maginot o algo parecido", sugería al entrevistador Jesús Ausín, miembro de Izquierda Republicana y de los batallones Azaña y Capitán Casero.

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"Los testimonios sobre la guerra ilustran aquellos acontecimientos, pero los de la cárcel son espeluznantes", rememora el autor de las entrevistas. Una prueba de ello se puede encontrar en las palabras de Felix Erdozia, gudari donostiarra del Batallón Saseta. "En El Dueso había un marinero medio sonado y estaba subido a una reja; el guardián le debió decir algo y la gente que estaba allí empezó a chillar (...) el buen señor disparó y aquella noche sacaron a 42 y les fusilaron allí en la playa". "Desde Santander hasta Puerto de Santamaría, tres días completos, en un ferrocarril de ganado", apuntaba Lekanda, "nos dieron un chorizo, una lata de sardinas y un pan militar lleno de moho (...) todo el viaje lo hicimos desnudos, en pleno agosto, porque no podíamos más de calor".

"Quien ha vivido eso, queda marcado a fuego", añade Blasco Olaetxea al recordar aquellos pasajes. "eso es lo que deja la amargura".

Una historia de tristeza

Acometer un trabajo de investigación como el que dio origen a este fondo sería casi imposible hoy en día. "Hace veinte años, ya era tarde, hoy sería irrealizable", dice Blasco Olaetxea. Autor de varios libros sobre la Guerra Civil, su actividad profesional actual no tiene ninguna relación con la historiografía (dirige una empresa tecnológica) pero recuerda con "orgullo" su labor de aquellos años.

"Creo que en la historia hay dos partes: la parte importante, que es la que hacen los historiadores, que se basa en documentos y que en ocasiones difiere del sentir popular. Pero luego está el recuerdo humano de la gente que ha vivido una tragedia de estas característica", argumenta.

La idea de recopilar testimonios de testigos directos de la contienda partió del recuerdo de sus propios abuelos, "que tenían una vida apasionante y que se fueron sin contar absolutamente nada de lo que habían vivido". "Era una pena que no quedara constancia de aquello, aunque en sus casas pensaran que eran las batallitas del abuelo, porque fueron personas que dieron parte de sus vidad por un ideal", añade.

Aquella labor le permitió, además, conocer "vidas apasionantes, como para escribir guiones de película". También le enseñó que "fue más duro para ellos la posguerra que la propia contienda. Lo que tuvieron que padecer durante tantos años".

Y de todo ello, una conclusión: "Al final todos tenían un denominador común, la tristeza".

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