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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

Se termina una era

El pasado martes se inició el principio de un fin y el final de un principio

Timothy Garton Ash

El martes 7 de noviembre de 2006 señala el principio de un fin y el final de un principio. Una Cámara de Representantes controlada por los demócratas y un Senado en el que los resultados estaban aún sin decidir en el momento de escribir estas líneas significan el principio del fin para la Administración de Bush y su estilo unilateral y polarizador de política exterior. Y, sobre todo, significa el final del principio de una larga lucha para la que todavía no tenemos un nombre satisfactorio y aceptado por todos.

A partir de ahora, con el resultado de estas elecciones legislativas, el caos al que se enfrenta Estados Unidos en Oriente Próximo, la magnitud de retos mundiales como el cambio climático y el ascenso de otras grandes potencias, la política exterior estadounidense tendrá que contar más con los dos partidos dentro de sus fronteras y ser más multilateral fuera de ellas.

A partir de ahora, la política exterior de EE UU tendrá que contar más con los dos partidos dentro de sus fronteras y ser más multilateral fuera de ellas
Si los demócratas han salido tan bien parados, ha sido porque han presentado candidatos centristas y una posición dura en materia de seguridad nacional
EE UU puede estar dividido en dos naciones en temas como el aborto y el matrimonio gay, pero el rojo y el azul se funden en política exterior

Cinco años después de 1945, tras un periodo de tanteos, el Gobierno de EE UU elaboró un histórico memorándum sobre seguridad nacional, NSC-68, que sentó las bases de una estrategia, en general apoyada por los dos partidos, para lo que terminó llamándose la guerra fría. Cinco años después del 11 de septiembre de 2001, EE UU no dispone aún de un consenso similar, pero sus posibles líneas generales pueden verse en el documento final de un proyecto programático bipartidista sobre seguridad nacional llevado a cabo en la Escuela Woodrow Wilson de Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton.

Con un idealismo que Woodrow Wilson habría aprobado, el documento se titula Construyamos un mundo de libertad bajo la ley, y su énfasis en la importancia de la ley, tanto dentro de cada Estado como en las relaciones entre unos y otros, representa un nítido contraste con la guerra contra el terror del Gobierno de Bush, Guantánamo y Abu Ghraib. El orden liberal internacional que propugna este grupo bipartidista pretende apoyarse en lo que el segundo presidente de EE UU, John Adams, llamó el "Gobierno de las leyes, y no de los hombres". El documento, que trata de combinar el idealismo de Wilson con el realismo de Kissinger, asume muchas de las críticas realizadas por los demócratas de todo el mundo y, dentro de EE UU, los miembros del Partido Demócrata en los últimos cinco años. Sin embargo, su postura es claramente más dura que la de muchos demócratas (con mayúscula y con minúscula) de izquierdas. Los resultados de estas elecciones parecen indicar que eso es lo que le piden a su Gobierno muchos votantes estadounidenses. Si el Partido Demócrata ha obtenido unos resultados tan buenos ha sido porque ha presentado numerosos candidatos de corte centrista y una posición dura en materia de seguridad nacional. Su candidato al Senado en Connecticut, Ned Lamont, abierto opositor a la guerra, ha caído derrotado ante Joe Lieberman, que recibió un famoso beso de Bush por apoyar la guerra de Irak.

El documento de Princeton se califica a sí mismo como un intento colectivo de repetir lo que hizo George Kennan de manera individual en su famoso artículo Mr. X, que anticipó la estrategia estadounidense de la guerra fría. Afirma que las tres prioridades estratégicas de la política de Estados Unidos deben ser la seguridad del país, la salud de la economía mundial y "un entorno internacional favorable, cimentado en la cooperación entre las naciones para la seguridad y la expansión de la democracia liberal". A la hora de la verdad, la libertad y la ley tienen que apoyarse en el uso de la fuerza, por lo que sugiere una "estrategia mundial de contrainsurgencia" para enfrentarse a las redes terroristas mundiales y unas medidas muy duras contra la proliferación nuclear. Ahora bien, en vez de fiarse exclusivamente del uso de la fuerza militar -tal vez el mayor error de los últimos cinco años-, sostiene que la política de Estados Unidos tiene que ser multidimensional, "funcionar como una navaja suiza, capaz de utilizar distintas herramientas para distintas situaciones en cualquier momento".

La nueva estrategia

La nueva estrategia debe combinar el poder duro y el poder blando, basarse en la esperanza más que en el miedo, prestar la misma atención a lo que ocurre en cada país que a las relaciones entre unos países y otros y adaptarse a la era de la información y la comunicación instantánea y permanente. Como forma de alcanzar sus tres objetivos fundamentales, propone lo que llama un Concierto de Democracias, para el que los autores llegan incluso a redactar una posible carta fundacional. Grandes potencias democráticas como India, Japón, Brasil, Alemania y dos Estados africanos sin concretar deberían ser miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque sin derecho a veto. "Como muestran tanto la razón como las ciencias sociales", añade, "un mundo de democracias liberales sería más seguro y mejor para los estadounidenses y para toda la gente". (Me gusta la distinción implícita entre razón y ciencia social).

Sería ingenuo pensar que este documento, en su totalidad, vaya a convertirse en la base de una nueva estrategia de consenso, del mismo modo que el Mr. X de Kennan no se tradujo directamente en NSC-68. Habrá muchos más factores internos de EE UU a tener en cuenta en relación con la política exterior. Mientras George Bush y Dick Cheney sigan en la Casa Blanca, la retórica y la política podrán cambiar sólo hasta cierto punto. El bombardeo preventivo de las presuntas instalaciones nucleares de Irán sigue siendo una posibilidad. Los demócratas, una vez en el poder, pueden dar un bandazo hacia el aislacionismo político y, especialmente, el proteccionismo económico. Pero el documento de Princeton sí indica cómo sería posible alcanzar un consenso estratégico entre los dos partidos, y estas últimas legislativas sugieren que a muchos votantes les gustaría. EE UU puede estar todavía dividido en dos naciones en temas como el aborto y el matrimonio gay, pero el rojo y el azul se funden en política exterior.

Además, ésta es una propuesta que muchos de los que más han criticado al Gobierno de Bush en otras democracias también podrían respaldar. Visiten el sitio http://www.wws.princeton.edu/ppns/report/FinalReport.pdf y vean qué les parece. Dejando al margen que, inexplicablemente, no incluye el cambio climático en su visión general de "los grandes retos y amenazas", creo que es un esfuerzo muy loable. Eso sí, sigue sin explicar el proceso por el que se llegaría a esa estrategia para lograr un "entorno internacional favorable" y un Concierto de Democracias. En cierto modo, en el documento de Princeton está latente la sensación de que Estados Unidos debería elaborar una estrategia para lo que antes se llamaba el mundo libre, como hizo en los primeros años de la guerra fría. Y de que si los estadounidenses abren la marcha, otros seguirán detrás.

Pero el propio análisis del proyecto de Princeton demuestra hasta qué punto el mundo de 2006 es mucho más complejo y multipolar que el de 1950, y, por consiguiente, lo limitada que es la capacidad de EE UU para fijar las prioridades por su cuenta. La conclusión es que otras democracias (y los demócratas de países con menos libertad) deben intervenir en el proceso para elaborar la estrategia, y no limitarse a experimentar sus efectos. El informe termina insistiendo en que EE UU haga más y mejor "labor de jardinería" entre sus aliados -una metáfora muy del gusto del copresidente honorario del proyecto, George Shultz-, pero quizá convenga recordar que los demás no somos plantas.

Da la casualidad de que los dos años de gobierno dividido en Washington, hasta las próximas elecciones presidenciales, van a ser también años de cambios en otras grandes democracias; dirigentes tan destacados como el indio Manmohan Singh y la alemana Angela Merkel están aún relativamente recién llegados al poder; Gordon Brown se dispone a mudarse del número 11 al 10 de Downing Street, y el próximo mayo habrá un nuevo presidente en Francia. Para garantizar la libertad bajo la ley, EE UU tiene que cambiar no sólo su propia estrategia, sino la forma de elaborar esa estrategia. La segunda democracia más antigua del mundo -que es también la segunda más grande- ha hablado, pero el Concierto de Democracias sólo puede crearse mediante un concierto de democracias.

Traducción de M. L. Rodríguez Tapia

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