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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

A vueltas con el lenguaje

Un soldado israelí es secuestrado; un ministro palestino es detenido

Soledad Gallego-Díaz

Israel es un Estado, y como tal tiene derecho a defenderse. A los palestinos no se les reconoce como Estado, luego no pueden tener un ejército ni derecho a la defensa colectiva. El ejército israelí, mano armada y legal de un Estado reconocido internacionalmente, se defiende cuando infringe castigos colectivos a poblaciones civiles y destruye las infraestructuras que necesitan los palestinos para vivir. Los soldados de Israel nunca pueden ser hechos prisioneros ni capturados en esos territorios, que ocupan en contra de las resoluciones de la ONU y que han convertido en una mísera cárcel, sino que son, simple y llanamente, secuestrados. Por el contrario, los ministros y los parlamentarios elegidos por los palestinos pueden ser detenidos, pero nunca raptados.

En los últimos meses, los ciudadanos de todo el mundo nos hemos enterado de cosas importantes gracias a periodistas que no olvidan cuál es su oficio

Los militantes de Hamás que saltan por los aires, junto con sus mujeres, hijos, vecinos y viandantes, reciben un castigo legal: se mueren, o, todo lo más, mueren. El grupo armado palestino que mató a un ministro israelí cometió un asesinato. Los palestinos de menos de 15 años son menores y pueden estar, a centenares, en las cárceles. Los israelíes de la misma edad son, afortunadamente, sólo niños, y como tales están protegidos, a Dios gracias, por la ley.

Nunca se ha podido luchar con eficacia contra el tráfico de droga y de mujeres o contra el expolio de las riquezas de un país tiranizado porque era prácticamente imposible seguir la pista del dinero a través de paraísos fiscales, imposible colocar filtros que permitieran detectar esos movimientos entre las decenas de millones de operaciones que efectuaban diariamente decenas de miles de instituciones bancarias en centenares de países distintos.

No existían esos mecanismos, y además el capitalismo no podría soportar la ruptura genérica y aleatoria del secreto del dinero. La supervivencia del sistema exigía que ese secreto sólo pudiera ser quebrado a través de mandatos judiciales con nombre y apellido propios, nunca con controles masivos, siempre injustificados y peligrosos.

Pero resulta que sí que existe ese mecanismo: se llama SWIFT y está en Bruselas. Y sí que se pueden ejercer controles masivos sin que le pase nada al sistema. La única condición es que no se trate de seguir la pista a dinero ensangrentado por los métodos habituales, sino que se aplique sólo a posibles operaciones terroristas. Y para no complicarse la vida, ya no hace falta que un tribunal constate que se trata efectivamente de ese tipo de operaciones. Basta con que una empresa auditora externa -privada, por supuesto- examine esos controles de vez en cuando. Quizá sería interesante seguir este primer paso y privatizar pronto algunos de los cometidos de la vieja Justicia, en aras de esa necesaria y siempre insuficiente eficacia.

Agradecimientos

En los últimos meses, los ciudadanos de todo el mundo nos hemos enterado de muchas cosas importantes gracias a periodistas que no olvidan cuál es su oficio. Hemos sabido lo que pasaba en Abu Ghraib, los programas secretos de escuchas telefónicas, los increíbles fallos de los servicios de inteligencia norteamericanos y británicos, las cárceles clandestinas en Europa y los vuelos de la CIA. Hemos sabido cosas simples como que un ciudadano británico ha sido detenido por plantarse ante el Parlamento con una pancarta y un texto de Orwell. Nos hemos enterado también de que los partidarios del presidente Bush quieren que el propio Congreso de Estados Unidos critique a The New York Times, y a otros grandes periódicos norteamericanos, por revelar la existencia de esos controles bancarios masivos.

Ciudadanos de todo el mundo sabemos muchas de las cosas que hace el Gobierno y el ejército israelí gracias a periodistas israelíes y a periódicos como Haaretz, que procuran hablar del soldado capturado, retenido o en manos de Hamás y que abominan de los castigos colectivos a que se somete a los civiles palestinos.

Deberíamos mantener un cierto orgullo porque se diría que hoy día, cuando tantos han abdicado de lo que parecía evidente en los años setenta, sólo algunos periodistas y algunas empresas periodísticas recuerdan lo que tan bien expresó en aquellos días un miembro del Tribunal Supremo de Estados Unidos, el juez Stewart: "La única respuesta efectiva sobre el poder del Ejecutivo en las áreas de defensa nacional y de las relaciones internacionales es una ciudadanía que tenga conocimiento de las cuestiones, una ciudadanía crítica e informada, que es quien únicamente puede proteger los valores del sistema democrático. Y no puede haber ciudadanos ilustrados sobre esas cuestiones sin una prensa alerta, vigilante y libre. Y ello debido a que sin prensa libre no puede haber ciudadanos ilustardos sobre esas cuestiones".

¿Cuántos jueces y periodistas norteamericanos firmarían ahora este texto? ¿Y españoles?

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