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Reportaje:

India reta a China

Dos modelos de desarrollo diferentes para un propósito común: convertirse en las superpotencias del siglo XXI

Centenares de parsis practicantes del culto a Zoroastro, la religión más antigua del mundo, acuden todos los años en primavera al paseo marítimo de Mumbai (la antigua Bombay) para conmemorar el nacimiento de las aguas del Índico, a las que lanzan flores y cocos. Son apenas 100.000 entre los 1.100 millones de habitantes de India, pero dicen sentirse cómodos en el mosaico de culturas, religiones y pueblos que integran este país, cuyas gentes, alentadas por sus libertades, han emprendido la conquista de los últimos avances tecnológicos.

Mientras tanto, en Shanghai, en otro emblemático paseo, éste sobre la orilla occidental del río Huangpu, miles de chinos se hacen fotos frente al bosque de rascacielos surgido de los campos de arroz que, hasta principios de la pasada década, se extendían por Pudong, la orilla oriental del río, hoy considerada el Manhattan de Asia.

Los dos gigantes asiáticos están convencidos de que éste es su siglo y, por vías totalmente diferentes, avanzan viento en popa para convertirse en superpotencias
Washington ve en Pekín un rival más que un socio, mientras que con India comparte principios básicos: empresa privada, democracia y libertad
Los servicios de tecnología, de la información y la industria del 'software' supusieron en 2005 el 55% del producto interior bruto de India
En China se percibe cierto resentimiento entre los que el partido comunista dejó en la cuneta, pero entre la población urbana se respira confianza y orgullo
"En India se genera desde la base hacia arriba, y en China se ordena desde la cúpula hacia abajo. Por eso aparecen las protestas", afirma un político indio

India y China comparten el ansia por liberarse del pasado colonial y colocarse por sus propios medios entre los grandes del mundo. Los dos países están convencidos de que este siglo es el suyo, y cada uno, por una vía totalmente distinta, avanza viento en popa hacia su objetivo. India, el último en ponerse en marcha, acelera y espera cerrar el año con un crecimiento económico cercano al 10%. China, que ya lleva un cuarto de siglo a ese ritmo, prentende iniciar una lenta desaceleración, aunque, de momento, no lo ha conseguido. Según informó el Gobierno el pasado martes, en el primer trimestre de 2006 el Producto Interior Bruto (PIB) aumentó un 10,2%.

En China ha sido el régimen el que ha mirado hacia el futuro. Abrió las puertas a la inversión exterior, que sembró el país de fábricas, e impuso un espectacular plan de infraestructuras que ha despertado al dragón que dormía acunado en los brazos del Partido Comunista Chino (PCCh). Cientos de miles de excavadoras han allanado casas, valles y montañas sin atender quejas, sólo empeñadas en dejar el paso libre a la construcción de autopistas, aeropuertos, metros, centrales térmicas y barrios o más bien ciudades completas.

En India, por el contrario, ha sido la iniciativa privada la que ha aprovechado los resquicios de la maraña de regulaciones gubernamentales y sindicales para dar auge a su creatividad e impulsar la capacidad matemática y científica que muchos de sus ciudadanos habían demostrado al situarse en la cima de estas ciencias en Estados Unidos. Más bien contra el Gobierno que por el Gobierno, ingenieros y empresarios, alentados por una prensa libre, han transformado la imagen de una India mísera y lastrada por el tabú de las castas, en una nueva en la que ciudadanos como Lakshmi Mittal o Kalam Anji Reddy se pasean por Europa. Uno, como maharajá del acero dispuesto a adquirir Arcelor. El otro, después de que su empresa DRL comprara el mes pasado por unos 470 millones de euros una farmacéutica alemana, que ha catapultado a DRL entre los cinco principales fabricantes de genéricos de Europa.

Estados Unidos ha recibido la emergencia de India como un balón de oxígeno. Washington ve en Pekín un rival más que un socio, mientras que con Nueva Delhi comparte sus principios básicos: democracia, libertad y empresa privada. Además, tienen una lengua común, el inglés, que hablan 300 millones de indios -la clase media-, entre los que se encuentra toda la cúpula económica y política del país.

El sistema legal existente en India, procedente del británico, es otro de los atractivos, pese a su deficiente aplicación, al peso de la burocracia y a la rampante corrupción. Este último mal está también muy enraizado en China.

El amigo americano

El primero en mostrar su entusiasmo con el despegue de India ha sido el presidente estadounidense George W. Bush, que ha ofrecido a la potencia emergente un acuerdo de cooperación nuclear, que el Congreso es reticente a ratificar porque India nunca firmó el Tratado de No Proliferación nuclear y en 1974 realizó su primera prueba con una bomba atómica. La última explosión termonuclear india, en mayo de 1998, llevó a Pakistán a realizar, ese mismo mes, otras seis pruebas atómicas.

India, para conquistar a los congresistas indecisos, se ha comprometido a destinar a uso exclusivamente civil el 65% de sus instalaciones nucleares, que serían las que se beneficiarían de la transferencia de tecnología estadounidense.

El primer ministro, Manmohan Singh, como gesto de buena voluntad hacia EE UU, que mantiene un fuerte enfrentamiento con Pekín por la negativa de ese Gobierno a revaluar el yuan, se ha declarado partidario de liberalizar la rupia, ahora pegada al dólar. Singh considera que la convertibilidad de la rupia favorecerá la inversión exterior.

Según China, sus reservas alcanzaron en marzo pasado la astronómica cifra de 769.000 millones de dólares, pero las autoridades monetarias no quieren arriesgarse a dejar el yuan libre por temor a ataques de especuladores. Una fuerte oscilación del yuan tendría consecuencias muy desestabilizadoras en el país, en un momento en que el PCCh se enfrenta al descontento creciente entre obreros y campesinos.

Las reservas indias también han experimentado un crecimiento espectacular, desde casi la bancarrota del Estado, en 1991, a los 146.200 millones de dólares alcanzados el mes pasado. Esta cifra es la que ha llevado a Singh a declararse "optimista" sobre la liberación de la rupia. Al aumento de las reservas ha contribuido también el incremento de las remesas de la diáspora que, según el Banco Mundial, alcanzaron en 2004 la cifra récord de 21.700 millones de dólares.

Mumbai, la antigua Bombay, es a India lo que Shanghai a China; ambas son las capitales comerciales de sus países y ambas reflejan más que ninguna otra ciudad los distintos modelos de desarrollo.

El aeropuerto de Shanghai es un templo de la arquitectura moderna, conectado a la ciudad por el tren más rápido del mundo, de tecnología magnética alemana. El de Mumbai acaba de privatizarse después de un debate casi infinito, pero aún no se ha llegado a un acuerdo sobre el trazado definitivo de las nuevas pistas y terminales porque, desde los sindicatos a las asociaciones ecologistas y de los chabolistas que circundan las instalaciones aeroportuarias, se han presentado demandas y propuestas de actuación. Igual sucede con la necesidad urgente de mejorar los transportes públicos y el tráfico que ahoga la ciudad, de 16 millones de habitantes: ¿metro o tren elevado? Todos opinan, aún no hay acuerdo y el caos persiste.

Sin embargo, en el corazón de Mumbai tiene su sede central Tata Consultancy Services (TCS), la nueva joya del imperio industrial Tata, el mayor conglomerado de India. TCS, con un volumen de negocio de 2.000 millones de euros en 2005, es la primera empresa de software de Asia y tiene 60.000 empleados, el 80% de ellos ingenieros de telecomunicaciones o informáticos, todos ellos hablan inglés y, en su gran mayoría, recién salidos de entre los 200 colegios de ingenieros seleccionados por TCS como los mejores del país.

"El crecimiento medio de TCS en los dos últimos años ha sido del 40%. Todo apunta a que este año será aún mayor", afirma Alan Rosling, director ejecutivo del grupo. No es la única. Parecida expansión han tenido Infosys y Wipro, las tres grandes del software indio. Los servicios de la tecnología de la información y la industria de la programación informática supusieron en 2005 el 55% del Producto Interior Bruto (PIB) de India.

Este sector es el que atrae la mayor inversión exterior (IBM tiene 42.000 empleados y se dispone, al igual que otras multinacionales, a ampliar de forma significativa su plantilla). En 2005, la inversión exterior directa fue de 7.000 millones de dólares, poco más del 10% de la que recibe China. Pero mientras que en ese país, con 60.900 millones de dólares, hubo una ligera reducción -por primera vez en 10 años-, en India el crecimiento fue muy fuerte.

Manmohan Singh expresó su confianza en que las medidas de liberalización adoptadas por su Gobierno y el establecimiento por todo el país de 140 Zonas Económicas Especiales (ZEE) -como hiciera China en su día- permitirán aumentar a 70.000 millones de dólares la inversión exterior en 2011. Las proyectadas ZEE, once de las cuales ya están activas, pretenden alentar la producción, atraer inversiones e incrementar la exportación, el desarrollo y el empleo.

Informática y manufacturas

Los expertos señalan que, a primera vista, el modelo de desarrollo chino presenta frente al indio la ventaja de dar empleo a muchas más personas. El sector de la tecnología de la información tan sólo da trabajo a 1,2 millones de indios, mientras que centenares de millones de chinos se emplean en la industria manufacturera. De ahí, la urgente necesidad de India de invertir en la industrialización del país para hacer frente a los más de ocho millones de jóvenes que se incorporan cada año al mercado de trabajo.

Las dos economías son complementarias, y los dos Gobiernos están interesados en promover sus relaciones bilaterales para impulsar los crecimientos nacionales. Es por esto por lo que Nueva Delhi ha insistido en que su acercamiento a Washington "no se hace a costa del alejamiento de Pekín", como afirma tajante en su despacho Anand Sharma, ministro de Exteriores en funciones. India no está dispuesta a ser la baza de EE UU para frenar a China, como aventuran los neoconservadores norteamericanos. Para ellos, India es el "aliado natural", con el que hay una convergencia de intereses, mientras que con China mantienen una confrontación estratégica, porque ese régimen pretende que Asia salga de la esfera de influencia de Estados Unidos.

No sólo Nueva Delhi es optimista. Un informe del banco norteamericano de inversión Goldman Sachs señala que en el año 2050 la economía india será al menos cinco veces la de Japón, y la renta per cápita de sus habitantes se habrá multiplicado como mínimo por 35.

TCS es la que más ha internacionalizado el conglomerado Tata, que produce desde coches a electricidad, acero, textiles y químicos, además de tener hoteles, constructoras, financieras y un departamento de ingeniería industrial que participa en el diseño y en las pruebas de piezas y materiales de los aviones Boeing. Pero el grupo se encuentra también entre los pioneros que han cruzado las fronteras del país, no sólo para vender y ofrecer servicios, sino también para invertir. Tata se ha extendido incluso en España, donde tiene el 21% de Hispano Carrocera y una opción de comprar el 100%.

"India no es pragmática, ni tiene la sangre fría de China, pero nuestro desarrollo ofrece más estabilidad porque es aceptado por todos. Aquí se genera desde la base hacia arriba y en China se ordena desde la cúpula hacia abajo; por eso aparecen después las protestas sociales", afirma Jatwan Singh, en su despacho de la Lok Sabha (Cámara baja), el jefe de la oposición p

arlamentaria y dirigente del Partido Bharatiya Janata (BJP). "No me cabe duda de que India tiene ante sí un futuro brillante, aunque no exento de problemas. La liberalización económica emprendida no tiene vuelta atrás", añade.

El actual primer ministro, Manmohan Singh, se ganó el apodo de arquitecto de la reforma cuando, en 1991, como ministro de Finanzas, sentó las bases de la apertura económica del país, hasta entonces enclaustrado en una estructura arcaica muy proteccionista y de carácter socializante, debido a la fuerte influencia soviética. Los nacionalistas del BJP, que gobernaron entre 1998 y 2004, prosiguieron la liberación, pero ha vuelto a ser el Partido del Congreso, pese a su alianza con los comunistas, el que ha dado alas a la reforma.

Rompiendo moldes

En estos 15 años, India ha crecido a una media del 6%, frente a los 25 años que lleva China a una media del 9%. Esto ha convertido a los dos gigantes de Asia en los países que han tenido el mayor crecimiento sostenido del mundo.

"La educación, la tecnología de la información, Bollywood [la meca del cine indio] y los medios de información son los que están rompiendo los moldes y han puesto en ebullición a la sociedad y al país", afirma Malvika Singh, directora de la influyente revista mensual Seminar. "Pero sobre todo", añade, "la gran riqueza de este país es su juventud, la enorme masa de jóvenes que entra cada año al mercado de trabajo, que vota, consume y que cada día exige más al Gobierno y a la sociedad".

Casi podría decirse que lo que en India es un más en China es un menos, y viceversa. En India, el 50% de sus habitantes es menor de 25 años, mientras que en China, según la Academia de Ciencias Sociales, la población comenzó a envejecer en 1999. Esto significa que China será vieja antes que rica, algo que jamás había ocurrido en la historia del mundo. Esa institución ya advirtió en 2002 de la necesidad de flexibilizar de inmediato la política de una familia-un hijo, pero hasta 2006 el PCCh no dio luz verde a la población urbana -500 millones- para tener un segundo hijo. La pirámide poblacional juega sin duda a favor de India para el "desarrollo a largo plazo" que prevé el Gobierno.

Malvika Singh, sin embargo, señala que China logró liberarse de la gerontocracia que la gobernaba cuando su arquitecto de la reforma, el ya fallecido Deng Xiaoping, forzó la retirada de ésta en 1983. "Por el contrario, los políticos indios pretenden morirse mandando. Somos un país de jóvenes gobernado por viejos. El rejuvenecimiento del mando es uno de los principales retos que enfrenta este país y, de no acometerse, nos veremos desbordados por los naxalitas", afirma Singh en referencia a los rebeldes maoístas que operan en las regiones más pobres de India.

Pekín se topa en su expansión con el cuello de botella que supone la falta de técnicos, empresarios, obreros especializados, intelectuales y personal preparado para tomar todos los logros conseguidos hasta ahora y reconducirlos para que sigan generando progreso y no se vuelvan contra el país o contra el sistema como un bumerán.

Las expropiaciones forzosas de tierra realizadas por las autoridades centrales y locales chinas, con compensaciones a veces ridículas (o sin ellas), originan un malestar creciente entre el campesinado. Millones de chinos ven cómo les arrancan sus medios tradicionales de subsistencia para construir autopistas con las que ellos no se benefician, o cómo su tierra es revendida por un precio 40 veces superior a una empresa extranjera por los corruptos dirigentes locales. La huida del campo a la ciudad en busca de un futuro mejor es también muy costosa, porque los campesinos no tienen derecho a registrarse en las ciudades -aunque el Gobierno se ha comprometido a cambiar esta ordenanza el año que viene- y muchos empresarios, que les contratan en negro, abusan, les pagan sueldos de miseria, les retienen el salario durante meses e incluso, para esquivar los controles policiales, les mantienen encerrados como animales en lugares pestilentes e insalubres.

Las protestas aumentan por doquier y, aunque silenciadas en su mayoría por los medios de comunicación, son de tal calibre, que el Ministerio de Seguridad Pública se vio obligado a reconocer que el número de manifestaciones masivas ha crecido desde unas 10.000 en 1994 a más de 74.000 en 2004, en las que participaron 3,8 millones de obreros y campesinos. En la primera mitad de 2005 murieron 23 policías en confrontaciones con los manifestantes, y más de 1.800 resultaron heridos.

Con 1.300 millones de habitantes, de los que casi 800 millones son campesinos, las desigualdades que amenazan a China no son sólo entre pobres y ricos y entre el campo y la ciudad, como en el caso de Hebei, la provincia que bordea Pekín, que tiene un nivel de vida por debajo de la media nacional. También la brecha que separa la franja costera de las provincias del interior se hace cada año más profunda, y las diferencias en el nivel de renta se multiplican de 1 a 6.

Abismo social

En India, el porcentaje de población rural es mayor que en China: unos 800 millones de los 1.100 millones que tiene el país. El abismo entre ricos y pobres es un viejo mal de India, donde todavía algunos maharajás retienen sus títulos y gobiernan sus posesiones agrícolas con estructuras tradicionales feudales; pero la vida ha comenzado a cambiar para millones de campesinos. Ahora tienen un respiro a través de iniciativas privadas y de las ONG que fomentan los microcréditos. Además, en los dos últimos años florecen por las aldeas y pueblos agrupaciones de decenas de campesinos que se unen para vender sus productos sin intermediarios, comprar juntos semillas y pesticidas y colaborar en los cultivos.

Con el apoyo del Banco Mundial, Nueva Delhi ha puesto en marcha un proyecto para tender un millón de kilómetros de cable de banda ancha antes de 2010. Con ello quiere promocionar el uso de Internet, además de la fabricación y el uso de ordenadores personales. Paradójicamente, en un país donde la tecnología de la información tiene una gran relevancia, tan sólo existen un millón de PC, debido a las malas conexiones telefónicas fijas.

En telefonía móvil, sin embargo, se han hecho grandes progresos en los dos últimos años. Cada año el mercado se incrementa en cinco millones de nuevos móviles. Además, el buen ritmo de las instalaciones de torres repetidoras lleva al Gobierno a confiar en que, para finales de 2007, estarán conectados todos los pueblos de más de 2.000 habitantes, señala el secretario de Estado de Telecomunicaciones, Sreedhara Sarma.

Lo que maravilla a los analistas norteamericanos es la voracidad consumista de la clase media india, bastante más amante del lujo y el hedonismo que la china. Además, la india maneja con soltura las herramientas capitalistas, como las tarjetas de crédito. De ahí, que los expertos vaticinen un espectacular incremento del comercio a través de la Red en cuanto, a lo largo de los próximos cinco años, se produzca un crecimiento masivo de internautas.

Tanto India como China han emprendido este año unos ambiciosos planes para llevar el desarrollo al grueso de su población rural. Pekín se ha comprometido a sacrificar algunos de sus proyectos de infraestructuras para dedicar mayores sumas a reconstruir la educación y la sanidad rurales, destruidas en estos años por la falta de atención del Gobierno central y la corrupción de las autoridades locales, que se han embolsado lo poco que enviaba Pekín o lo han desviado hacia bienes inmuebles o hacia proyectos que les resultaban más rentables a corto plazo.

A su vez, el gobernante partido del Congreso indio ha aprobado un plan -que la oposición considera inviable porque requiere un elevado desembolso y porque puede perderse en las manos de los corruptos funcionarios locales- que pretende reducir para 2007, desde el 26% actual al 10%, el número de los que viven con menos de un euro al día. Para ello, facilitará a una persona de cada familia campesina 100 días de trabajo remunerado al año, consistente en pequeñas labores para mejorar la vida de la comunidad. La remuneración será de 60 rupias diarias, aproximadamente 1,20 euros.

El Gobierno indio también parece haber comprendido que, mientras no emprenda un gigantesco plan de infraestructuras, no podrá impulsar el sector manufacturero, porque no tendrá ni electricidad para que trabajen las fábricas ni posibilidades de mover la producción. El primer ministro indicó que buena parte de la inversión exterior que consiga captarse entre 2006 y 2011 se destinará a la construcción de "carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, centrales hidroeléctricas e infraestructura urbana".

"Lo que la televisión ha llevado a los pueblos es la idea de que cualquier persona puede llegar donde quiera, que la casta es un atavismo del pasado y que el futuro hay que ganárselo trabajando", afirma Uma Gajapati Raju, vicepresidenta de la productora Moving Picture Company.

La biotecnología, que ha experimentado un crecimiento del 40% en 2005, se revela como una de las llaves del desarrollo indio. "Somos el país con mayor cantidad de tierra cultivable del planeta, pero la productividad de las cosechas es muy baja. Además, aquí existen todas las enfermedades, desde la lepra al cáncer, con una buena disponibilidad pública a colaborar en la experimentación en humanos de las pruebas farmacéuticas", señala el biólogo S. Natesh, consejero del Departamento de Biotecnología del Gobierno indio. Según Natesh, este campo es la "gran esperanza" de India, que cuenta con una amplia cantera de investigadores y que ya ha atraído a las principales empresas mundiales del sector.

Lo peor ha pasado

Sean jóvenes o adultos, en la ciudad o en el campo, lo cierto es que en India se respira una relativa confianza en que lo peor ha pasado y en que el Estado, en el que todos se involucran a través del voto -pese a la corrupción de los políticos y las imperfecciones del sistema-, ha emprendido un camino que abre nuevas perspectivas a quien luche por ellas. El crecimiento económico de los últimos años no sólo ha mejorado el nivel de vida de millones de indios sino que ha cambiado el comportamiento y las creencias de muchos más.

En China, donde la reforma lanzada por Deng Xiaoping en 1979 fue acogida como agua de mayo por una población hastiada de los excesos ideológicos del maoísmo, se percibe un cierto resentimiento contra el régimen entre los que el PCCh ha dejado en la cuneta. Entre la población urbana, sin embargo, se respira también confianza y orgullo por los logros alcanzados y la evidente mejora del nivel de vida y de las libertades sociales.

"Necesitamos más y mejores centrales eléctricas, puertos, aeropuertos y carreteras, pero India tiene lo que no tiene China: una clase media educada de 300 millones de personas", afirma Kulsum Dubash, cónsul honoraria española en Mumbai, quien como otras muchas mujeres de la clase alta india emplea parte de su tiempo en una fundación que se dedica a educar a niños de 32 poblados de chabolas del océano de infraviviendas que hay en la capital financiera y comercial de India. Todo un símbolo de que, como en China, el camino para convertir el país en una gran potencia continúa, todavía, sembrado de obstáculos.

Estudiantes indios aprenden a navegar por Internet en un área rural de Bangalore.
Estudiantes indios aprenden a navegar por Internet en un área rural de Bangalore.AP
Trabajadores de multinacionales como IBM y Microsoft. A la derecha, el primer tren comercial por levitación hace un recorrido de prueba entre el aeropuerto de Shanghai y el centro financiero de Pudong.
Anuncio de perfume en una tienda de Mumbay.
Trabajadores de multinacionales como IBM y Microsoft. A la derecha, el primer tren comercial por levitación hace un recorrido de prueba entre el aeropuerto de Shanghai y el centro financiero de Pudong. Anuncio de perfume en una tienda de Mumbay.AP / REUTERS
Un ciclista recorre el barrio financiero de Shanghai.
Un ciclista recorre el barrio financiero de Shanghai.REUTERS

Estudiantes indios por todo el mundo

EN INDIA, la mayor preocupación de la emergente clase media es la educación, y las grandes empresas siguen muy de cerca a las universidades, con las que colaboran estrechamente para conseguir el desarrollo más preciado: el de la mente. Las empresas hacen su propia selección de facultades o escuelas superiores en las que se enseña la especialidad de la que precisan más profesionales y, además de aportar fondos, cooperan en los planes de estudio y en la adecuación de éstos a la práctica del mundo empresarial.

Tata Consultancy Services (TCS) ofrece anualmente a su selección de unos 200 colegios de ingeniería unos cursillos de interacción entre la academia y la industria, así como la actualización del profesorado y de los estudiantes en los últimos avances de la industria del

software y de la tecnología de la información. En contrapartida, los colegios permiten a TCS seleccionar a sus pupilos un año antes de que terminen los estudios e irles preparando para integrarles, en cuanto tengan el título, en los cursos de formación especializada de entre 40 y 60 días que obligatoriamente deben pasar todos sus empleados antes de ponerse a trabajar y que les da una base de programadores para todos los servicios de la empresa.

"La política de liberalización del Gobierno ha supuesto una tremenda expansión del sistema de educación superior en el país", afirma Mangesh Koregaonkar, profesor del Instituto Indio de Tecnología de Mumbai.

La falta de capacidad hace que anualmente sólo se gradúen unos tres millones de indios en las universidades e institutos de tecnología tanto públicos como privados, un número muy inferior a la demanda de los 300 millones de ciudadanos que integran la clase media. De ahí que India tenga estudiantes repartidos por todo el mundo y sea el primer país en número de estudiantes en Estados Unidos, Australia, Canadá y Reino Unido. La luna de miel entre Washington y Nueva Delhi ha facilitado que la demanda de visados indios para el curso 2006-2007 haya aumentado un 23%.

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