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EVA HACHE

Mucho ojo y mucha labia

Su cara -entre dura, irónica y sorprendida- se ha hecho muy famosa en los últimos meses gracias al programa de humor a partir de la actualidad 'Noche Hache', en Cuatro. Eva Hernández cuenta que es cuestión de energía y de una mirada periférica e independiente de lo que está pasando

Juan Cruz

Lo primero que hizo Eva Hache (Eva Hernández, de Segovia, 34 años) fue destrozar los epígrafes. Es actriz, humorista, escritora, presentadora de televisión… ¿Y qué es más de todo eso? Es la energía, una mujer con energía. La que se ve en la pantalla; cuando está sola, quieta, en su casa, tan sólo mira: esa energía está en la pantalla. Está en sus ojos.

Ahora es más conocida, muy conocida, porque presenta desde hace un año Noche Hache en Cuatro, y, como tal, es sin duda una estrella emergente, una personalidad que ya tiene que ir con gafas de sol para que no la importunen cuando compra el pan y una persona a la que hay que ver por la noche para reconciliarse con el sentido del humor y con la vida.

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Es actriz también, y además empezó haciendo clásicos; ha escrito y escribe (en este periódico hizo hace un año una serie de 31 capítulos para la Revista de Agosto), y mantiene en el centro de su actividad y de sus obsesiones el humor, que le abrió las puertas y le ayudó a ser ahora una mujer sin epígrafes: actriz, humorista, presentadora de televisión…

Sobre todo es, dice ella, una gandula, alguien que estaría días y días sin hacer nada, mirando. Mirando con unos ojos grandes, cuya expresión a veces es de asombro, pero a veces es también de ironía, como si contuvieran una pregunta que no se atreve a hacer con palabras: "Y éste, ¿qué demonios está diciendo?". La conocimos hace algo más de un año, cuando le pedimos esos textos para la Revista de Agosto. Era entonces una joven ya muy conocida, llevaba unos vaqueros rotos por las rodillas, y asumía su timidez con todas las consecuencias; estaba segura de que sería imposible cumplir aquel encargo, que ejecutó luego con mucha profesionalidad, sirviéndose de ordenadores obsoletos que le taponaban su correo electrónico.

Subió esa cuesta precisamente cuando la estaban tratando de convencer para que asumiera las noches de Cuatro, donde compagina el humor político con sus monólogos acerca de lo que pasa. Aunque lleva una daga que hace saltar cuando es preciso, en el fondo de esa mirada con la que parece escuchar anida una cierta melancolía, como si siempre le estuviera pasando un recuerdo que se esfuerza por atrapar sin que los demás nos demos cuenta.

Aquella vez que estuvimos con ella, cuando llevaba los pantalones rotos por las rodillas, no sabía aún que iba a tener esta notoriedad que ahora nos ha hecho llamarla otra vez, no para que escriba, sino para que cuente cómo le ha ido. Y hablamos en un jardín del hotel Santo Mauro, en Madrid, bajo un sol sofocante.

¿Pensaba que el proyecto iba a funcionar como ha funcionado?

No. Pero no porque pensara que iba a funcionar de manera distinta, sino porque no pensé nunca que fuera a ocurrir. Era un proyecto nuevo de la productora y del canal, que también era nuevo, y era una novedad que a mí me pidieran que fuera presentadora. Todos teníamos una incertidumbre un poquito escéptica, pero había buena energía. Todo el mundo se puso a dar, con mucha concentración, lo mejor de cada cual. Y estaba todo bien estructurado, lo que hacía falta era jugar, cortar las mangas, hacer el traje… Jugar con la vida.

¿Cómo fue haciéndose el encargo?

Yo no quería. Cuando me pedisteis lo de EL PAÍS, el último verano, tenía pudor; me lo pedía un señor que no me conocía y que quería simplemente lo que había visto, no hacía falta un listón más alto. A mí, salir en la tele no me da tanta vergüenza, así que fui venciendo mi primer rechazo poco a poco, porque al fin y al cabo me encargaban que hiciera de alguien como yo, no me encargaban un personaje. Y eso era una ventaja, no tenía que fingir. Es mucho más fácil ser como eres.

Le pidieron el personaje Eva Hache.

Un personaje que he hecho durante mucho tiempo; no es exactamente lo que yo soy, pero se llama igual. Y ahí se abre la posibilidad de confusión.

¿Qué diferencia a Eva de Eva Hache?

Básicamente, la energía. Yo he aprendido con los actores con los que he trabajado que la energía del primer día es lo más difícil. Y lo fundamental para el espectador también es el primer día, aunque sea en televisión. Yo casi todo el día estoy low battery, y creo que por eso puedo desarrollar esa energía en la tele, porque no me canso.

¿Qué le da la energía?

Es una cabezonería, en el fondo es eso. Me empeño en hacer mi trabajo con energía, la saco de donde la tengo, consiste en eso. Dar tu energía. Y depende del día, a veces estoy triste.

¿Cómo lo supera?

Es un clic. La profesionalidad absoluta consiste en estar atenta al clic, olvidarte de tus cosas, transmitir las que tengas que transmitir en ese momento de exposición.

¿Le impone o le calma la cámara?

Te concentra, tienes que estar concentrado en lo que haces. Es muy peligroso perder la concentración en lo que haces, se te va el hilo, te puedes quedar absolutamente vacía si te dedicas a preocuparte de algo que es lo que no te debe preocupar en ese momento. Y puedo estar pensando en otra cosa cuando digo algo. Eso es peligroso.

¿Qué le preocupa cuando está allá arriba?

Lo que sea. Yo tengo un campo visual muy grande [gira sus grandes ojos]; te veo a ti, pero al tiempo puedo ver el respaldo de mi silla sin mucho esfuerzo. Tengo una visión periférica bastante grande, me cuesta mucho obviar algo que está ocurriendo. En televisión no se ve lo mismo que estoy viendo yo. Es un poco peligroso.

Para hacer su trabajo hace falta energía, pero también información.

El programa tiene algo muy bueno: unos colaboradores que me cuentan qué pasa. Ha habido días en los que no me ha dado tiempo de leer, de ver, de oír lo que pasa, pero ellos hacen que el programa vaya igual de bien, que yo esté enterada. Y yo tengo curiosidad por lo que pasa. En esas circunstancias, preguntar por un detalle, por cosas concretas, funciona muy bien. Ahora me he enganchado a los informativos; me gusta mucho comparar los de cada cadena.

¿Qué concepto tiene del periodismo y de los periodistas?

A mí me han criticado por situarme ideológicamente… Y yo creo que hablamos igual de bien o de mal de unos que de otros. Claro que tenemos una posición muy liberal todos los que formamos el equipo, que además coincide con la posición de la propia cadena. Pero es muy complicado eso de identificar a cada periodista con la cadena en que está: si trabajas en Prisa, eres un rojeras y un liberalizado, y si trabajas en otro lado, eres lo contrario… No creo que sea así, ni mucho menos. Hay gente que tiene una ideología liberal y trabaja en medios conservadores. Y al revés. La verdad es que yo no sé muy bien qué es ser periodista.

Un periodista italiano, Eugenio Scalfari, dice que periodista "es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente".

Eso sería perfecto. A mí lo que más me gusta de los informativos es el sonido ambiente que te coloca CNN+: la noticia con su sonido, sin más comentarios. Creo que todos los canales deberían tener algo así.

¿Le ha hecho distinta como ciudadana tanto contacto con la información?

Sí, eso me ha cambiado, porque ahora conozco más detalles. He tomado conciencia… Y me pregunto cómo, con tanta información, somos tan burros los seres humanos. Me duele bastante, me hace un poco de daño. No sé si es un mal momento o es que sabemos más, porque supongo que esto ha sido así siempre. Pero la humanidad no aprende.

Con todo lo que se sabe, y la gente vive peor.

No sé si es que han conseguido engañarnos para manejarnos mejor. Hay gente que se enfada por la televisión basura, y no se enfada porque nos están haciendo esclavos de nuestro propio nivel de vida.

¿Se esperaba un mundo así?

No te paras a pensar hasta que no eres dueño de tu tiempo y de tu economía. Pero creo que nos han robado el tiempo, y eso es muy fastidiado. Mira Israel, Palestina, Líbano, la gente que vive ahí: lo peor que le puede suceder a un ser humano es que no pueda planificarse. Que no sepan si mañana pueden verse, o ir al trabajo. Creo que eso forma parte de la esclavitud moderna.

Su programa está lleno de secciones políticas, y otras versan sobre el periodismo que se hace ahora. ¿Cómo ve usted la actualidad desde esas perspectivas que usted misma abre?

A mí me parece una vergüenza que en 2006 no se haya dado cuenta la gente de que hay que unir fuerzas para que el país mejore; no entiendo cómo la oposición se dedica únicamente a frenar la actividad política del que está en el poder. Me da igual el signo político del Gobierno: me parece impresentable que se quieran destruir cosas que hizo el Gobierno anterior para que luzca el siguiente… Me parece una tomadura de pelo para los ciudadanos. Y lo de los medios de comunicación es tremendo… A mí me parece que Crónicas [marcianas] tuvo más éxito del que pensamos porque a partir de ahí se puede hablar de cualquier cosa sin tener mucha idea; en la política pasa lo mismo: se puede decir cualquier cosa sin tener mucha idea, y no pasa nada, cualquier desatino es un chiste…

Ustedes tienen un espacio, 'La guerra de los medios', que le ha permitido conocer más de cerca el lenguaje que ahora se usa.

Y que es tremendo. Se ha entrado en el mundo del espectáculo, es show business.

¿Qué consecuencias tiene eso en la información que recibe el ciudadano?

Que hay poca limpieza. Se dedican a contarle a su grupo de oyentes lo que ese grupo de oyentes quiere escuchar. Se alimentan la distancia y el desequilibrio; es peligroso e innecesario. Y al encontronazo se han apuntado los políticos.

¿Le ha sorprendido eso de los periodistas?

Es que me parece muy español. Se puede hacer humor constructivo o destructivo, pero lo que me parece triste es destruir porque sí. Al final no te crees nada de lo que oyes. Nadie escucha tres emisoras de radio, escuchas una, la SER, la COPE, Onda Cero…, y es como cerrar la ventana, como tener un hueco pequeño por donde ver el mundo.

Ha hecho humor y televisión en otras cadenas, y ahora está como un emblema en una emisora nueva. ¿Cómo lo ve?

A mí, este programa me gusta mucho. Es realmente la primera vez que hago humor a partir de cosas que son interesantes de por sí. Yo siempre he dicho que tanto haciendo monólogos como en el programa de Fuentes (La noche con Fuentes, Telecinco), el tema es la excusa para hacer reír. Ahora se trata de abordar asuntos interesantes en sí mismos, y tratar de hacer humor con ellos. No me siento abanderada, no creo que sea la primera mujer que hace un late night… Hay mujeres que se me acercan y me felicitan: "¡Ahí estamos!". No soy una abanderada, no lo siento en mis carnes…

Usted era una televidente. ¿Qué ve?

Siempre me ha gustado mucho la tele, lo veo todo. Me encanta el mando a distancia, la posibilidad de zapear… Me gusta comparar informativos, series, programas del corazón, y últimamente veo muchos documentales, me gusta un poco la cultura del trivial pursuit: pequeños detalles de la vida de las morenas… Pero también me cansa. Soy incapaz de estar varias horas viendo lo mismo.

¿Qué le falta a la tele?

Yo creo que está bien como está. Lo único que no me parece bien es la televisión pública, creo que padecen una desorganización bastante grande; me parece una vergüenza que emitan culebrones pasados de fecha, que además son machistas… Parece mentira que este Gobierno, socialista, que va a favor de la igualdad, ampare series en las que mandan los hombres y en las que las mujeres se pelean entre ellas, maquilladas desde la mañana hasta la noche…

¿Quedan conquistas que el hombre y la mujer no han abordado?

Todo parte de la guerra de sexos y del tópico de que somos más diferentes de lo que realmente somos. Deberíamos tratarnos de manera más normal. En La hierba roja, de Boris Vian, había dos mujeres hablando. La joven preguntaba: "¿Por qué los hombres nos tienen tanto miedo?". Y la mayor le decía: "Porque nos tratan como si fuéramos una masa". Generalizar es lo peor, y nosotros también lo hacemos: "Los hombres todos sois iguales". ¡Unos son más iguales que otros! Sí, es verdad que somos diferentes, pero no tan diferentes.

Ahora usted tiene más poder que muchos hombres.

¿Pero el poder para qué vale?

¿Y para qué vale el éxito?

¿El éxito? Para cobrar más.

¿Es para lo que le sirve a usted?

A mí no me arregla la vida… Lo único que sucede es que ya no miro al lado derecho de las cartas cuando voy a un restaurante, y tampoco me retraigo cuando veo algo que me gusta en un escaparate. Pero en general sigo viendo a la misma gente, sigo yendo a los mismos bares. Cuando voy a un sitio de esos de famosos me siento un poco ganado. En los sitios de famosos, la zona vip es como un ring de boxeo… En lugar de sentirte bien, te sientes expuesta.

¿Le tiene miedo al éxito?

Lo que más les debo a mis padres es que me enseñaron a desenvolverme en cualquier sitio, a ser independiente en lo que hago. Me siento demasiado a gusto rápidamente en todos los lados, y eso da la impresión de que soy un poco fría. Me costó aceptar este trabajo porque sabía que iba a estar en exposición mucho más. Puedes estar demasiado acompañado siempre. Pero lo llevo bien.

¿Alguna vez pensó que no lo superaría?

No. Pensé que iba a pasar, y eso me ayudó a crearme una coraza. Se han publicado críticas que yo ya esperaba. Todo muy normal.

¿Críticas políticas?

Sí, y a mi persona. Soy consciente de que cuando haces un trabajo de cara al público, eso puede pasar. Hay gente a la que no le caes bien. No me duele nada.

Ahora se encuentra con personajes notorios en su programa. ¿Cómo los ve?

La entrevista es algo curioso. Espero que sea una conversación normal, lo más privada posible. Intento que sea el invitado el que marque el ritmo. Pero nunca llega a ser del todo natural, porque al mismo tiempo estamos actuando.

¿Un personaje que le haya llamado la atención?

Saramago me gustó mucho, es el más juvenil de todos los que han pasado por ahí. Me dijo que tenía poca vergüenza al invitarle sin haberme leído su libro. Me pareció perfectamente. Yo le dije que yo no tenía ni vergüenza ni cultura… Y que cuando me lo acabara lo llamaría otra vez y hablábamos de su libro.

¿Y lo va a hacer?

Todavía no me lo he terminado.

Sorprende la cantidad de trabajos que ha hecho: camarera, pescadora, profesora de inglés… Dijo alguna vez que para ser actriz hay que hacer muchos trabajos diferentes.

No es broma. Cuantas más cosas sepas, mejor las harás como actriz. Si has sido camarera y te dan un papel de camarera, vas a tirar las cañas de puta madre…

¿Cómo nació el humor?

Tenía una amiga con la que hice cosas en el instituto, y luego estuve en la compañía de teatro de Juan Antonio Quintana… Con esta amiga éramos como Las Virtudes. Siempre he sido una buena contadora de historias, y con esta amiga montamos un espectáculo, Todo por el talanga. El chou. Fuimos a sitios cutres, cantábamos en directo… El clic se produjo en 1999 o 2000, y me empecé a llamar Eva Hache. Los directores de castings se quedaban con ese nombre más que con el de Eva Hernández.

¿Muchos 'castings'?

Muy pocos. No nos hacían ni puto caso. Te dan un sentimiento de invisibilidad muy grande… Luego hice los monólogos, empezó el boom del monólogo, en El Club de la Comedia, en Paramount Comedy… Paramount era un poco la academia del monólogo. Después estuve en La noche con Fuentes, salía a la calle con micrófono… Con los monólogos aprendí a tener poca vergüenza, a no quedarme callada, a responder siempre y rápido… Splunge [en TVE] era divertidísimo, el trabajo más divertido que he hecho: con Florentino Fernández, con Micky Nadal, con Quequé [Héctor de Miguel], con Agustín Jiménez, con Patricia Conde, que es una guapa payasa… Muy distintos todos, pero un buen equipo.

Y le llamaron de Cuatro.

Estaba hasta arriba de trabajo, por lo que me sentó muy mal la convocatoria. Dije que no iría, e hice la prueba como una chula. Y eso fue lo que yo creo que funcionó. La actitud fue lo que les gustó.

¿Alguna indicación especial?

Que fuera como soy.

La competencia, Andreu Buenafuente, la saludó desde Antena 3…

Me sorprendió gratamente, un gesto muy elegante. Normalmente eso no se hace, la gente es muy sectaria… A mí, Andreu me parece buenísimo, y muy humilde. Ayuda muchísimo ser humilde; hay monologuistas que parece que te están adoctrinando sobre la vida…

¿Cómo la ven sus padres?

Con calma y prudencia. Están contentos por que yo esté contenta. Pero quieren que no me pase nada… Me enseñaron una actitud, y muchos refranes.

¿Uno de cabecera?

Más bien una frase que los aglutina todos: "Y lo que te queda por ver".

Eva hache se ha hecho muy famosa en los últimos meses.
Eva hache se ha hecho muy famosa en los últimos meses.JERÓNIMO ÁLVAREZ

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