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Orgullo torero

Ayer tomó la alternativa en Ronda, de la mano de su hermano Francisco. Cayetano Rivera Ordóñez, 29 años, ha querido ser torero contra el temor de los suyos y el escepticismo de los taurinos, que ahora alaban su temple y valor. Benjamín de gloriosas dinastías del oficio, dice que es feliz. Ha encontrado su sitio

Luz Sánchez-Mellado

Orgullo torero

Ayer tomó la alternativa en Ronda, de la mano de su hermano Francisco. Cayetano Rivera Ordóñez, 29 años, ha querido ser torero contra el temor de los suyos y el escepticismo de los taurinos, que ahora alaban su temple y valor. Benjamín de gloriosas dinastías del oficio, dice que es feliz. Ha encontrado su sitio. Por Luz Sánchez-Mellado. Fotografía de Isabel Muñoz.

Tito, tienes que ayudarme. Es Caye. Este loco dice que quiere ser torero. Hay que quitárselo de la cabeza".

Junio de 2003. Curro Vázquez, matador de toros, recibe la llamada en su plácido retiro de Madrid. Hace siete meses que se ha cortado la coleta en la plaza de Vista Alegre con 50 años, después de 33 temporadas en cartel. La revelación le pone "los vellos de punta". Su sobrino Francisco Rivera Ordóñez -Patti Dominguín, su esposa, es prima de Carmen Ordóñez- le pide socorro. Su hermano Cayetano quiere ser torero, y "éste lo que dice, lo hace". Con 26 años. Sin haber matado un novillo. Siendo bisnieto, nieto, sobrino, hijo y hermano de quien es. Una locura. Hay que actuar. Ya.

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En realidad, Cayetano llevaba un año rumiando la decisión. Discreto, callado, reservado. Como es él. Obstinado. Tomada la determinación, sólo había esperado a que su hermano acabara sus faenas en la Feria de San Isidro para soltar la bomba. Porque, en efecto, Cayetano habla poco, pero claro.

De nada sirvió el gabinete de crisis diseñado por Vázquez. "Intenté razonar con él. Le dije que era muy peligroso, que se jugaba mucho, que qué necesidad tenía. Pero estaba decidido y, viéndolo tan difícil, llamé a Juan Antonio, a ver si a él, que le tiene tantísimo respeto, le hacía caso". Juan Antonio Ruiz, Espartaco, matador de toros desde 1979, se quedó helado. Cayetano, torero. "Aprecio a los hermanos desde chicos. Su padre, Paquirri, me ayudó muchísimo, me ofreció su finca para entrenar. Cantora era como mi casa. Francisco siempre estuvo más metido en esto y no me sorprendió que toreara. Pero Cayetano… Siempre estaba fuera, estudiando en el extranjero. Ni me lo podía imaginar". Así que, igualmente escandalizado con la salida de Caye, Espartaco se puso a disposición de Curro: "Lo que haga falta, maestro".

Planearon la estrategia. "Quedamos a comer en Madrid. Curro y yo antes, para prepararnos. Si él dice esto, tú contestas lo otro; si te sale por aquí, tú replicas por allá", recuerda Ruiz. La cosa estaba hecha. Pero llegó Cayetano. Y no hubo forma. "Nos dejó hablar hasta cansarnos", explica Vázquez, "y entonces dijo: 'Os agradezco la preocupación, pero voy a intentar ser torero. Con vosotros o sin vosotros". Francisco Rivera, Curro Vázquez y Espartaco dieron la batalla por perdida. Pero no la guerra. Tenían un plan B.

Hace tres años de ese almuerzo. Cayetano acaba de matar dos novillos en la plaza de toros de Alicante. Corrida con Julio Benítez -hijo de El Cordobés- y Eugenio Pérez -joven promesa local- compartiendo cartel. Un pinchazo al segundo, un jabonero alto y reservón, le ha negado la puerta grande a Cayetano, que ha cortado una oreja al primero de su lote. Es medianoche del 20 de junio de 2006, plantá de las Fogueres de Sant Joan, y ha llegado por pelos al último servicio de cocina del Club de Regatas.

Los toreros cenan tarde. La corrida no acaba antes de las nueve y media. Hay que llegar al hotel, quitarse el vestido, limpiarse de sangre y arena y salir pitando. Hoy ha habido una inmersión en agua con hielo -"el mejor antiinflamatorio natural"- prescrita por Hipólito Gallardo, Poli, fisioterapeuta de la Selección Española de Baloncesto y miembro ocasional de la cuadrilla. Cayetano -vaqueros camel, camiseta negra, alpargatas de esparto- tiene hambre. Casi no ha almorzado: "Arroz a la cubana, poco, se me cierra el estómago antes de torear", y se desquita ahora con el menú de la casa. Croquetas de chipirones, habitas baby, arroz a banda y mousse de yogur. De beber, Fanta de naranja.

"Decidí ser torero a los 26 años, sí.

Llevaba más de un año sopesándolo. Alguna vez se me había cruzado la idea. Es normal que cuando tu familia se dedica a algo, te tiente hacer lo mismo. Pero nunca sentí el empuje definitivo. Creo que fue la edad, tener las cosas más claras, meditar lo que quería hacer con mi vida, lo que me dio fuerza para decidirme. Lo que más me pesó fue que pertenezco a la dinastía taurina más antigua del mundo, con todo lo que eso compromete. Pero me motivó el no quedarme con la duda. Mirar atrás y arrepentirme de no haberlo intentado. No quería vivir con esa sensación".

-Hay quien piensa que lo suyo es un capricho, una aventura de joven consentido.

-Para mí habría sido más fácil intentar ser astronauta. Puede que al empezar tuviera las puertas más abiertas que otros, pero no a favor. Nadie creía en mí. Todos esperaban que me estrellara. No lo decían, pero lo sé. Entiendo que hubiera rechazo de los míos, que saben lo difícil que es esto, y de los profesionales, que no me conocían. Pensaban que estaba loco. Pero me sostenía saber que sólo dependía de mí, que estaba en mi mano convencerlos.

-¿Cuestión de amor propio, entonces, quería cerrar bocas?

-Dilo así, si quieres. ¡Mira, qué bonito!

Un despampanante castillo de fuegos artificiales sobre el mar siega las confidencias. En esta plaza hay que lidiar despacio.

Es difícil imaginar un entorno me

nos proclive a la liturgia taurina que el impoluto minimalismo de un hotel AC. Ramiro Curá, 34 años, argentino criado en Ronda, amigo de la infancia de Cayetano y estudiante de sociología reconvertido en mozo de espadas, ha reservado cuatro dobles y dos sencillas en el AC Alicante para el novillero y su cuadrilla. Curá tiene instrucciones al respecto: "Hoteles cómodos y discretos, fuera del circuito taurino. El día de la corrida, Cayetano no quiere ver a nadie". Así que Ramiro ha "montado la silla" -con el vestido de torear, la camisa, el corbatín, las zapatillas, la montera- en el ultramoderno sillón de cuero y acero de la casa. Desde por la mañana, que al torero le gusta "verla ahí, preparada", mientras lee, ve películas, oye música, bucea por Internet en su portátil o simplemente deja pasar las horas, completamente solo, hasta el momento de la verdad. Entonces, Ramiro entra de nuevo en escena. Los Rolling, U2 o Bon Jovi se desgañitan de fondo mientras viste a Cayetano. "Nunca es bastante caña antes de ponerte delante del toro".

Pero eso ha sido hace una eternidad. Concluida la traca, Cayetano no ve el momento de encerrarse en su cuarto. Allí llegó a las cuatro de la madrugada, hace 21 horas, desde Ledesma (Salamanca), donde toreó ayer. Setecientos kilómetros tumbado todo lo largo que es -1,76 metros- en el asiento de napa color mantequilla de su Peugeot 607 204 HDI gris ceniza. Al volante, Miguel López, 30 años, su chófer. Buena paliza. "No creas. Desde Nimes (Francia) hasta Los Barrios (Cádiz), fueron 1.500 kilómetros en una noche, a 150 de media. Hay que llegar enseguida al hotel para que el torero duerma antes de la corrida. ¿Los puntos? En el aire", admite el conductor.

Ramiro y el resto de la cuadrilla fueron en la Peugeot Boxer plata, cortesía de la firma francesa, que completa la flota de Cayetano. Atrás, milimétricamente encastrados, los bultos con los vestidos y los trastos de bregar, lidiar y matar. Capotes, muletas, espadas, estoques, y el vaso de plata para que el maestro se refresque durante la faena. Antes de cenar, Curá y Roberto, el ayuda, han colgado en la azotea del hotel el traje frambuesa y azabache con el que Cayetano ha lidiado en Alicante, después de darle una mano con jabón en la bañera. Mañana estará seco. Hay que ir a Badajoz. Otros 800 kilómetros más para el cuerpo.

Tras el pinchazo en hueso de Madrid, los tres toreros: Curro Vázquez, Espartaco y Francisco Rivera, pidieron refuerzos a sus mayores. Antonio Ruiz, Espartaco padre, 70 años de afición, recibió el encargo de desbravar al aprendiz. El plan era éste: julio y agosto encerrado en Majasviejas, la finca de Espartaco en Constantina (Sevilla). Solo. Sesiones intensivas de ejercicio físico, toreo de salón, tientas, capeas, filípicas taurinas a discreción. Del alba al ocaso. Con 40 grados a la sombra. Sol y moscas. Toro, toro y toro. Un máster gratis. Un regalo envenenado.

"El objetivo era aburrirlo, que con la dureza del entrenamiento se le pasaran las ganas de ser torero", admite Vázquez. "Si no tienes mucha afición, no lo soportas", corrobora Espartaco. Pero Cayetano aguantó. Los juramentados claudicaron. "Cuando vimos que seguía con su idea y que a él solo le iba a costar mucho trabajo, dijimos: habrá que estar con él".

Ahí siguen. El 26 de marzo de 2005, Cayetano Rivera Ordóñez, de azul celeste y oro, debutó de novillero en la plaza de Ronda, feudo de su abuelo Antonio Ordóñez, apoderado por el maestro Curro Vázquez. Tenía 28 años. Con él en cartel, los diestros Espartaco y Francisco Rivera. Ayer, 102 novilladas y más de 150 orejas después, Cayetano tomó la alternativa de la mano del instigador de la conspiración, su hermano Francisco, en un mano a mano en el 50º aniversario de la goyesca de Ronda. El círculo se cierra.

Cayetano Rivera Ordóñez nació el 13 de enero de 1977 en Madrid. Segundo y último hijo del matrimonio compuesto por el matador de toros Francisco Rivera, Paquirri, y Carmen Ordóñez -hija del mítico Antonio Ordóñez; nieta de Cayetano, Niño de la Palma; sobrina de Luis Miguel Dominguín-, es una celebridad desde antes de nacer. Benjamín de las más gloriosas dinastías taurinas, su vida está profusamente documentada en las hemerotecas, videotecas y archivos gráficos del país. Su bautizo. Su primer día de colegio. Su comunión. Sus veranos en el campo con el abuelo Ordóñez o en la playa con el abuelo Rivera. La separación de sus padres y sus sucesivas nupcias. El nacimiento de sus hermanos Francisco Rivera Pantoja (1984) y Julián Contreras Ordóñez (1986). La agonía de su padre, cogido de muerte por el toro Avispado, en Pozoblanco, el 26 de septiembre de 1984. La carrera taurina de su hermano Francisco, de novillero a figura del toreo. La muerte de su abuelo Antonio Ordóñez, el 19 de diciembre de 1998. Su propia boda con la modelo Blanca Romero, el 26 de octubre de 2001 en Gijón, y su separación, menos de tres años después. El declive y muerte de su madre, en fin, hallada sin vida en su casa de Madrid el 23 de julio de 2004, a los 49 años.

Muchas bodas y divorcios. Demasiados funerales. En las fotos, el niño guapo y rechoncho -Bolita, le llamaban-, con el pelo a tazón y los ojos verdeazules, mira serio a cámara o baja los ojos con fastidio. Luego muta en adolescente desgarbado que, después de un mutis de años, se reencarna en un hombre de incontestable apostura con todo un pasado a la espalda.

Separado. Padre devoto de la hija de siete años de su ex esposa. El novillero de moda, a plaza llena por corrida. El príncipe del toreo que enseña maneras a Adrien Brody, Manolete para el cine. La esperanza de la fiesta para una afición desanimada por el tedio de un escalafón inmóvil desde hace una década. El presunto último novio de Penélope Cruz -irresistible posibilidad- para cierta prensa ávida de rentabilizar semejante concentración de leyenda, belleza, tradición y modernidad en un hombre. Desde los tiempos del abuelo Ordóñez -Hemingway le adoraba; Orson Welles está enterrado en su casa El Recreo de San Cayetano de Ronda- o el tío Luis Miguel Dominguín y sus días con Ava Gardner, Picasso o Cocteau, no se había generado tanta expectativa dentro y fuera del ruedo. Pero él sigue sin decir esta boca es mía a los micrófonos que le asedian. Otros declaran, confirman o desmienten. Cayetano calla.

Si, como decía Max Aub, un es de donde hace el bachillerato, Cayetano Rivera Ordóñez tiene algo de helvético en el corazón. El colegio Beau Soleil de Villars-sur-Ollon, en plenos Alpes suizos, lleva desde 1910 dando mundo a los hijos de la buena sociedad internacional. Allí fue enviado a los 14 años Cayetano después de una infancia feliz en Sevilla y Madrid. "Recuerdo los veranos con mi padre, en Cantora. O con mi abuelo, en Ronda, en El Judío o Los Tinaones. Éramos unos cafres. Jugábamos al fútbol con la cuadrilla de mi padre, o con mis primos a los sanfermines: los que iban en bici eran toros, y los que corrían, mozos. Luego he hecho alguna vez los de verdad. También jugábamos al escondite a caballo, o al Un, dos, tres; lo pasábamos genial".

Pero, pasada la EGB, Carmen Ordóñez tenía otros planes para Cayetano. Francisco ya había debutado de novillero -el 7 de agosto de 1991, en Ronda- a los 17 años, de la mano del abuelo, y la posibilidad de otro torero en la familia la espantaba. Además, Caye era buen estudiante, y el padre y ella, en vida, habían acordado la conveniencia de mandar a los chicos a estudiar fuera. Mejor poner tierra de por medio.

Gerardo Salvador, empresario valenciano de 30 años, fue compañero de Cayetano en Beau Soleil. Diez o doce estudiantes por clase, 150 alumnos en total. Adolescentes ricos de medio mundo -del hijo de un maharaja indio al heredero de un petrolero tejano- estudiando bachillerato en inglés, lejos de casa. "Éramos unos bestias", admite Salvador. "El deporte era una apuesta escolar, y esquiábamos a diario. Disfrutábamos mucho de la adrenalina, era como una droga. Nos conocíamos todos los fuera de pistas, hacíamos barbaridades. Cayetano era el más rápido, atrevido y competitivo. Conociéndole y sabiendo que los toros siempre estaban ahí, no me sorprendió su decisión. Eso sí, siendo como es, no se conformará con ser del montón".

Gerar recuerda a "Caye" como un estudiante "correcto". Le gustaba la historia y el francés y flojeaba en matemáticas. "Cuatro años en aquel colegio, amable pero estricto; mixto, pero muy conservador, nos curtió el carácter. Esos inviernos a diez grados bajo cero, solos, nos hicieron como somos. Había niños mimados, malos estudiantes, como yo, y chicos como Cayetano que, simplemente, habían ido a parar allí, pero hemos acabado todos con el mismo molde". Chicos fuertes, estoicos, hechos a sí mismos, acostumbrados al frío fuera y dentro del cuerpo. "Cayetano es generoso, reflexivo, algo reservado, sí, pero de una pieza. Tiene una gran vida interior. Si no habla, no es porque no tenga nada que decir, sino porque, ante el barullo que le ha rodeado siempre, ha elegido esa postura, y me parece un signo de su inteligencia".

Gerardo, que dice no haber visto a Cayetano sufrir -"claro que ha sufrido, y mucho, pero él se lo come todo, no lo exterioriza"-, sabe de ese temple frente al dolor. "Mi padre murió cuando yo tenía 22 años y tuve que ocupar su puesto". Propietario de la cadena de chucherías Bel Ros, Salvador ha pasado de 20 a 200 tiendas en ocho años. Mister Derek estaría orgulloso.

Derek Lineham era el jefe de estudios de Beau Soleil y el profesor favorito de Cayetano. Daba historia e international affaires. Ahora dirige el colegio y contesta encantado al correo electrónico. "Cayetano es noble. Aceptaba las críticas cuando estaban justificadas y apreciaba a los profesores firmes, pero justos", escribe. "Era, además, fuerte y bien coordinado, lo que imagino que le ayudará en la carrera que ha escogido. No me ha sorprendido que quiera ser torero. Posee el coraje necesario para tener éxito en esa profesión". Lineham quiere enviarle un consejo a su ex pupilo: "Sé tú mismo y, en caso de duda, relee a Kipling. Su poema If es, en caso de duda, una completa filosofía de vida".

Así que parecía que Carmina se había salido con la suya. Cayetano no apuntaba maneras de torero. A la vuelta de Villars empezó empresariales. Pero "se aburría muchísimo". Y se tomó "un año sabático" antes de irse a la mili -"infantería de marina, en San Fernando, me gusta la acción"- y a estudiar cine en una elegante escuela de Los Ángeles. De vuelta a Madrid, con 24 años, comienza a trabajar en General de Imagen, la productora de su tío Miguel (Dominguín) Bosé, en la que se brega en el oficio cocinando desde el anuncio de un asador de pollos a la trastienda de El anfitrión, la aventura televisiva de Boris Yzaguirre para Tele 5 (2000). Hasta 2001, el año en que se muda a "Gijón".

El nombre de la ciudad asturiana es la elipsis que elige Cayetano para referirse a su matrimonio. Terreno vedado a prospecciones más profundas. Allí monta el germen de una productora propia con la idea, "entre otras", de realizar un documental sobre Francisco Rivera, Paquirri. "Siempre me ha sabido muy mal que la única imagen que mucha gente tiene de mi padre sea la del vídeo que ponen todos los años en el aniversario de su muerte. Nunca he podido verlo", admite. Pero, según él mismo reconoce, los toros empezaron a rondarle por la cabeza y, después de un año de darle vueltas, no hubo marcha atrás.

28 de julio de 2006. Cayetano se acuerda de Gerardo, por supuesto. De hecho, Gerar, con Nacho, el italiano Alejandro Banchio y otro mexicano del Beau Soleil son hoy los cinco de Villars, el núcleo duro de sus amistades, aunque vivan en diferentes continentes. Llamadas telefónicas, correos electrónicos, periódicas "quedadas" para hacer esquí, rafting o submarinismo en cualquier punto del mundo les mantienen unidos. Tampoco ha olvidado a Mr. Derek -"chocábamos, pero nos respetábamos"-, ni el gélido Villars-sur-Ollon. Así se llamaba el año pasado uno de sus capotes de brega. "Lo usaba cuando hacía viento y frío, como allí". El resto también tenía nombre de ciudades: Los Ángeles, Ronda… Gijón: "allí está mi hija", concede.

Pero eso era el año pasado. Esta temporada, Cayetano ha puesto a sus telas nombres de artistas. Picasso, Van Gogh, Dalí, Botero, Calatrava. Adora el arte y, con los emolumentos de sus dos temporadas de novillero, ha iniciado una ecléctica colección de piezas contemporáneas. Su última adquisición, un dibujo de João Onofre (Lisboa, 1976), un artista multidisciplinar de la última vanguardia portuguesa, da idea de sus gustos. En las antípodas del costumbrismo taurino.

"Igual le pongo a éste Isabel", dice, desplegando un capote sin nombre y lanzándole de paso un cumplido a la fotógrafa, que sigue sus evoluciones en la arena de la plaza de toros de San Agustín de Guadalix. En esta placita de pueblo entrena Cayetano cuando anda por Madrid. Hoy ha venido con Ángel Prados y Fernando Pérez, banderilleros de su cuadrilla. Prados, de 40 años, es el más veterano de un grupo de hombres del toro "jóvenes, pero profesionales con experiencia" creado a la medida de Cayetano por Curro Vázquez. Aceptado lo inevitable, Vázquez se ha desvivido por la carrera de su sobrino y apoderado.

"Lo primero era enseñarle a defenderse, a nadar como quien dice", recuerda Curro. Toreo de salón, que aprendiera y se sacrificara. Luego fuimos al campo, a tentaderos, a torear becerras. También le organicé charlas con Rafael de Paula o Antoñete, grandísimos toreros de los que se aprende sólo con escucharles. Antes de debutar mató bastantes novillos, sí, tenemos muchos amigos ganaderos. Al principio le ayudaban por amistad con su padre, pero luego veían que Cayetano tenía posibilidades y se iban ilusionando. Se fue creando un runrún muy bueno, y luego, gracias a Dios, ha ido todo muy bien".

Más allá de la peculiar contabilidad taurina: vueltas al ruedo, orejas, rabos, salidas a hombros, Cayetano, a secas -"estoy orgulloso de mis apellidos, pero quiero ser yo mismo"-, ha cosechado buenas críticas. "Cayetano es otra película", titulaba la suya Rosario Pérez, de ABC, tras la tarde de Alicante. "Zapatillas clavadas", empezaba Paco Delgado su reseña en La Razón.

"Cayetano ha removido el panorama, está llevando gente a la plaza", confirma Manolo Molés, veterano crítico taurino de la SER y Canal +. "Domina la plaza, sabe andar, tiene gusto, pellizco, torería, y eso se ve desde el principio y ni se compra ni se vende, aunque es evidente que ha tenido una carrera y una elección de plazas y ganaderías muy estudiada. Es un torero con personalidad y empaque, más en la línea de su abuelo Antonio Ordóñez que de su padre, Paquirri. Un gran proyecto, aún, pero muy ilusionante, que apetece mucho. Si cuaja, estamos ante un torero de culto que puede marcar una época".

Juan Antonio Gómez-Angulo, abogado, ex secretario de Estado para el Deporte en el último Gobierno de José María Aznar, es quizá, después de la cuadrilla, la persona que más veces ha visto torear a Cayetano. "Una de cada dos corridas", admite. Coge coche, avión, tren o autocar, se planta donde sea, y vuelve a Madrid a tiempo de abrir el despacho. Desde los tiempos de Joselito y José Tomás, ningún torero le había motivado tanto. "Cayetano ha roto la monotonía del escalafón, en el que Ponce lleva mandando 14 años. Voy a verle egoístamente, sé que lleva dentro el toreo que me gusta. Es como el arte: no se puede ir a una exposición de toreo, pero si vas a la plaza y ves un destello de lo que te gusta, el viaje habrá merecido la pena. Tiene un temple prodigioso, es un torero valiente, desprende magia. Te preguntas cómo es posible que este hombre haya estado tanto tiempo sin torear toreando como torea".

El letrado ejerce, además, de cronista celular para el puñado de incondicionales -un grupo heterogéneo de una docena de personas: aficionados, familiares, ganaderos- que sigue a Cayetano por las plazas del país. "Como saben que voy a los sitios más raros, me han comisionado y les mando un SMS con el resumen de la faena". "Francia conquistada, Cayetano a hombros", rezaba el del 4 de junio, presentación del novillero en la Arena de Nimes. Por pasión, que no quede, aunque nadie es perfecto: "Quizá le falte algo de variedad con el capote", concede Gómez, "pero el toreo profundo no necesita más que la verónica, y Cayetano, la verónica, la borda".

Ángel Prados, líder de la cuadrilla, entra al trapo de Cayetano con el carretón de entrenamiento en la plaza de San Agustín. La cuadrilla está "contenta" con "su torero". "Cuando me llamó Curro", admite Prados, no me convencía mucho. Era su sobrino, y quizá me hablaba con mucha pasión. Pero le vi en el campo y ya apuntaba maneras, aunque estaba muy verde. Ha tenido una evolución muy buena. La técnica se aprende, pero tiene dos cosas que o las tienes o no las tienes, te llames como te llames: temple y valor".

Cayetano, además, paga bien. Él puede. Cobra más que cualquier otro novillero y que muchos matadores de toros. Nunca menos de 18.000 euros por corrida, aunque, dependiendo de la plaza, la taquilla y la capacidad de negociación del apoderado, la cifra puede alcanzar bastante más del doble. A una media de 25.000 euros, cien corridas en dos temporadas, son dos millones y medio de euros. Un buen comienzo. Aunque de ese montante hay que descontar los honorarios de la cuadrilla, los gastos de logística y el porcentaje del apoderado. Los contratos de imagen que mantiene con la firma de relojes suiza Victorinox, o las clases particulares que impartió a Brody este invierno, contratado por Lola Films, la productora de Manolete, también obran en el activo de la firma. Porque Cayetano es una empresa. Y sabe cómo funciona el negocio.

Y si duda, para eso está Francisco Gordillo, su "gestor de derechos de imagen". Amigo del alma -es otro golden boy del Beau Soleil-, Gordillo, 35 años, hijo del histórico manager Paco Gordillo -Raphael es su padrino-, vio enseguida las posibilidades del diamante Cayetano. "Es más que un torero. Es una celebrity internacional", sostiene. Como tal, "se le hizo un estudio de atributos, y se le propuso un posicionamiento en el mercado". Cayetano es "el cliente principal" de Splendor, la firma de representación creada por Gordillo y que lleva también la imagen de Ronaldo. Un vistazo a la web www. cayetanorivera.es da idea de por dónde van los tiros. Puro marketing. La zona Y, por ejemplo, pensada para fans, promete enviar pronto por SMS los resultados de las corridas. "Claro que hay gente que va a la plaza por ser quien es o para verle los ojos verdes. Cayetano es guapo, eso es un hecho, y nosotros no gestionamos hechos, potenciamos valores. Lo que tiene que hacer Caye es llenar plazas. La composición del público no es asunto nuestro", arguye el web-master.

La jerga suena a chino en un oficio que ha evolucionado poco desde que Pepe-Hillo sentara las bases del toreo moderno en su Tauromaquia, allá por 1796. El maestro Vázquez deja bien clara la raya: "Todo eso está muy bien, pero mi parcela son los toros, y ésos, que no me los toquen".

Entre otras cosas, Cayetano despacha con Gordillo sobre la conveniencia, o no, de aparecer en determinados medios de comunicación o asociar su nombre a según qué marcas. Ambos conocen, no obstante, el valor del silencio. Rechazar 400.000 euros de cierta revista rosa por las fotos con Brody y cedérselas a Vogue a cambio de un reportaje de más de 20 páginas puede ser una óptima inversión de futuro. Gordillo lo sabe. Cayetano, también. Otros le aconsejan, pero siempre es él el que decide.

Por cierto, que es la novia de Gordillo, responsable de exposiciones de la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, la que asesora al Cayetano coleccionista. Todo queda en casa. Literalmente. Gordillo, Cayetano y Ramiro (Curá), el mozo de espadas, comparten casa en una urbanización madrileña. ¿Por qué? Porque sí. "Trabajábamos juntos y nos venía bien a todos", explica Cayetano, que anuncia, no obstante, la ruptura del trío para las próximas semanas. El maestro, después de lograr rodearse de una corte de fieles que "le permite estar tranquilo y pensar sólo en el toro" y, a la vez, le blinda del exterior, desea volar solo. En enero cumple 30 años. Quiere su finca, sí: "Es muy bueno para un torero tener su espacio". Y su propio fundón de espadas, para sustituir el de su tío, Curro Vázquez, en el que guarda ahora sus cuatro estoques. Quiere ser él mismo. De una vez.

"Es una de las cosas buenas de haber empezado tarde. Yo decido. La gente en quien confío. Lo que quiero y lo que no quiero hacer. ¿Que si voy por libre? No es eso, es tener las riendas de tu vida, de tu carrera".

-¿Qué siente toreando?

-Me siento vivo. Es por el miedo, el riesgo, la sensación de dominio y poder. La adrenalina engancha. Yo me he enganchado.

-¿Qué le diría a un chico de su edad, que pasa de los toros y prefiere ir al Festival de Benicàssim?

-Que los dos nos movemos por lo mismo: sensaciones. Y que es cierto que el mundo de los toros es de los que más están tardando en adaptarse a la modernidad. Creo que es un error.

11 de agosto de 2006. Ramiro llega de milagro a vestir a Cayetano. El atasco de la Operación Virgen de Agosto -ocho millones de desplazamientos, avisa la DGT- está a punto de dejarle varado en la N-VI camino de El Escorial, donde espera Cayetano para salir a la plaza en una de sus últimas novilladas antes de la alternativa. En el callejón, Cayetano se estira, rota el cuello, brujulea arriba y abajo, junta las manos sobre el burladero, muerde el capote. Siente el miedo "en los latidos de las sienes". 150 pulsaciones, aporta Poli. Pesa tres kilos más que cuando acabe la faena. Dicen que Cayetano es feliz, que ha encontrado su sitio. "Puede que éste sea mi lugar, en este momento. Pero no me veo 10 años toreando. Tengo unos retos, unos objetivos. Luego, me iré".

"No creo que esté diez años toreando. Tengo unos objetivos y unos retos. Luego me iré"
"No creo que esté diez años toreando. Tengo unos objetivos y unos retos. Luego me iré"Isabel Muñoz

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Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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