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Viaje al país de Alejandro Chan

Se lanzaron guiños de complicidad años atrás, y tenían una cita pendiente. EPS invitó al director de cine Julio Medem a un encuentro en Miami con Alejandro Sanz, con 'Chan', por su nuevo disco. El músico bajó su escudo y se sinceró

Alejandro Sanz paseando en barca en Miami.
Alejandro Sanz paseando en barca en Miami.NACHO ALEGRE

Madrid-Miami son nueve horas justas de avión. Nada más sentarme en la butaca, siento que lo que me separa de Alejandro Sanz es exactamente eso, un océano. Un océano cruzado por la tarde, una alargadísima tarde al día siguiente de haber terminado el montaje de imagen de mi última película, Caótica Ana. ¡Qué alivio!, me siento ligero y voy a volar, acercándome a Alejandro y alejándome de mí, es decir, alejándrome. ¡Me lo he ganado! Tiene gracia que éste sea mi primer día libre, quiero decir tranquilo y satisfecho, después de pasar un año en guardia pendiente de la preparación, el rodaje y el montaje de mi criatura. Ahora sólo falta terminar de vestirla con ropa de abrigo, y protegerla así para siempre. A ella sí que le espera un larguísimo viaje.

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Álvaro, mi hermano pequeño, que trabaja conmigo en la productora, me ha dejado su iPod, en el que me ha grabado todo lo de Alejandro Sanz. Yo, que nunca he sido aficionado a escuchar música por los cascos, paso el viaje sumergido en la fuerza emocional de esta bestia que parece al borde de romperse, y yo, por momentos, siento ganas de ponerme de pie. También leo sus letras, que me parecen tremendas, fluyendo a chorros pero precisas, por las que da la cara y el alma, sufriendo, jugando, disfrutando y enloqueciendo con el amor. Es un poeta que pierde sangre en cada estrofa, por eso se le recibe tan bien.

Leo además los textos que acompañan sus discos, críticas, entrevistas… Al principio me he sentido un poco periodista, pero enseguida deduzco que ésa no es mi función. Éste ha de ser un viaje personal, y de placer, hacia un mito de la música mundial. Leo algunas cifras astronómicas sobre Alejandro Sanz. Por ejemplo, que de sus 10 discos editados ha vendido 21 millones de copias, ha obtenido 200 discos de platino y ha recibido 16 premios Grammy.

Reconozco que gran parte de lo que leo no lo conocía; sus temas, sí, claro, pero sólo los más oídos. Siempre he admirado a este artista impulsivo y generoso, pero nunca le había seguido de cerca. Cuando me llamaron de EPS para hacer este trabajo, a petición de Alejandro, pensaban que él y yo éramos buenos amigos. Hace 10 años, Txetxo Bengoetxea -gran amigo común, particularísimo compositor y cantante (entonces del grupo donostiarra 21 Japonesas), a quien ambos seguimos, queremos y admiramos- nos presentó una noche, hablamos media hora, y nunca más nos hemos vuelto a ver. Pero hace dos años, Alejandro Sanz me dedicó su Premio Ondas, por el tema No es lo mismo, a mi documental La pelota vasca. Cuando le entregaron el premio dijo que mi película, para él, que sí la había visto, era una apuesta honesta y necesaria por el diálogo en el País Vasco. Automáticamente, las nubes más crispadas del momento se pusieron encima de su cabeza, y le cayó un chaparrón que tenía mi nombre, así que durante un tiempo lo compartimos. Entonces le agradecí aquella valiente dedicatoria por teléfono. Tener ahora la oportunidad de darle las gracias en persona es uno de los grandes motivos por los que he aceptado hacer este viaje.

A medida que me voy embriagando de Alejandro descubro algunos aspectos más que nos unen. Por ejemplo, que llevamos el mismo tiempo de carrera profesional, 15 años: él sacó en 1991 su primer disco, Viviendo deprisa, y yo, en ese verano, rodé mi ópera prima, Vacas. Desde entonces, Alejandro ha editado seis discos (sin contar con sus reediciones), y yo, seis largometrajes (me refiero a los de ficción). El resto son diferencias; la más notable que ahora se me ocurre es que yo le saco exactamente 10 años de edad.

Las luces del avión se apagan para que podamos dormir, y yo llego al momento culminante del vuelo. Aquí, en mitad del océano, descubro el sentido íntimo de mi viaje hacia Alejandro, el que me hace necesario. Ocurre cuando, después de haber escuchado todos sus temas editados, por riguroso orden cronológico, llego al último. Del disco que saldrá en noviembre con el título El tren de los momentos sólo tengo el single: A la primera persona. ¡Qué barbaridad! Este tema contiene para mí todo lo mejor de Alejandro Sanz. Su abismo es más profundo; su precipicio, más alto; su grito, más angustiado. Una cota más elevada aún que aquel Corazón partío de hace casi diez años, pero manteniendo la misma verdad de chiquillo romántico que parece vivir dentro de un huracán.

Sé que el 'single' lleva un mes escu-chándose por todo el mundo, y ya está el primero de la lista en muchos países, pero siento que yo lo estoy estrenando. Me parece que alguien que canta como él A la primera persona ha abierto sus entrañas al aire de todos y nos pide ayuda. Y yo voy camino de su casa. Quiero ser esa primera persona en llegar, la primera persona amiga que le va a brindar cariño, y ánimo. Y estoy preparado, suelto, optimista. Decido entonces que escribiré este reportaje desde mi primera persona a su primera persona, como un viajero que además, antes de llegar a su destino, sabe disfrutar de cada momento del recorrido, como nos invita el texto que presenta su último disco, El tren de los momentos.

Aterrizo en Miami. Aún debo esperar dos días completos antes de encontrarme con Alejandro Sanz. Yo decidí venir antes para disfrutar en solitario del lugar, y enseguida intuyo que esta espera va a hacer el encuentro mucho más emocionante. Paso todo el día siguiente en la playa y me baño varias veces en un mar muy revuelto, pero con el agua a 24 grados.

De vez en cuando miro al horizonte por si aparece Cuba. ¿Está realmente quieta, o día a día se va acercando imperceptiblemente?… ¿Cuántos cubanos de Miami están esperando el momento de tenerla al lado para dar el salto?… ¿Qué pasará con los hijos de la revolución castrista cuando Estados Unidos hinque el diente a su isla en nombre de su democracia?… Se lo preguntaré a Alejandro, que intuyo que vive en algún lugar equidistante entre Fidel y Bush.

Al día siguiente, a las siete de la tarde, un coche me lleva a casa de Alejandro. El destino final se presenta como una gran puerta que se abre por la mitad, un paseo oscuro entre palmeras y, al fondo, una casa que podría ser española, con algún roce árabe. Sale Alejandro Sanz. Nos fundimos en un abrazo.

-¡Gracias por venir!

-De nada, estoy encantado de estar aquí.

Entonces saco una bolsa y le regalo mis seis largometrajes en DVD. Me lo agradece y me invita a dar un paseo en barca por Miami. Camino del embarcadero que hay frente a la casa, vuelvo a abrazar a Alejandro para darle personalmente las gracias por haberme dedicado el Premio Ondas. Me dice que a él le encantó la película. En una deslumbrante lancha de 700 caballos recorremos despacio un canal marino que cruza entre dos islas artificiales, repletas de mansiones en las que viven los ricos y famosos. Es casi de noche y luce una luna llena preciosa. Alejandro la mira y…

-¿Sabes lo que mi madre diría ahora? "¡Mira lo que ha hecho el cielo!".

Me encanta compartir con él esa luna, y le comento que comenzamos el rodaje de Caótica Ana con luna llena, y cuatro lunas más tarde lo terminamos en Arizona. Y además, hace exactamente un año, el día del eclipse, decidí que Manuela Vellés, de 19 años y sin ninguna experiencia, sería la protagonista de la película, por los cuatro costados. Ahora veo el inmenso trabajo que hemos hecho juntos con un orgullo limpio y tranquilo, sintiendo que aquélla fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Al dejar el canal de las islas artificiales, Alejandro aprieta el acelerador -se nota que le gusta- en dirección a la parte financiera de la ciudad. Rascacielos iluminados que surgen al borde del mar, y palmeras, a miles. Nos cruzamos con otras lanchas, pero nadie nos supera.

-Soy el capitán Chan. Todos me llaman Chan, me lo puso Paco de Lucía.

De vuelta en su casa, mientras su tío Paco nos saca cosas de picar a la española, Alejandro me ofrece un puro de los años sesenta; no sabía que se pudiera fumar un puro de hace más de cuarenta años. Nos los fumamos mientras comemos -tampoco había hecho esto nunca- y mientras hablamos.

Conecto la grabadora de periodista, pero le cuento a Alejandro mi idea del viaje en primera persona hacia él. Cuando le digo que he escuchado toda su carrera profesional en el avión, exclama:

-¡No jodas!

Y entro a saco con lo que más me importa.

-Tu single parece el grito desesperado de alguien que sufre.

-Hay mucha gente que piensa en lo más obvio, y es… Bueno, se murió mi padre, la separación… Porque desgraciadamente nuestra vida se convierte en pública y le quita mucha magia… Esta misma canción la escribo hace diez años y nadie hubiera pensado que era personal. Pero sí, es un grito desesperado a muchas cosas… Yo soy creyente porque soy casi andaluz; bueno, no exclusivamente por eso, pero…

-Bueno, pero tú lo asocias. Y eso vale.

-Sí, lo asocio. Y de alguna manera estoy cabreado con Dios, con mi Dios, ¿no?… En el mismo sentido estoy buscándolo. Pero para mí el amor es tan Dios como cualquier barbudo que se precie…

-¿De dónde te ha salido este disco?

-Yo he trabajado de una forma que no he hecho nunca, y es que no he escrito ni una palabra en un papel. Sólo he ido grabando, grabando, grabando música, e improvisando con la voz. Y me iba quedando con las partes que me gustaban, porque a veces de diez minutos de grabación hay dos o tres que han nacido con el sombrero y las botas puestas, y volvía a cantar sobre esas partes e improvisando otra vez… Con lo que llegó un día en que yo escuché una canción como si la estuviera escuchando por primera vez. También por eso resulta que luego, no sé si te pasará a ti, trabajar con músicos que son muy talentosos tiene mucho peligro, porque pueden terminar haciendo su película. Yo por eso, desde el primer momento quería dejar mi meada sobre la pared y marcar el territorio.

-En tus temas hablas mucho del alma, y del fuego que llevas dentro, y se ve que lo tienes. Y se nota que sabes arder.

-Eso es muy bonito. Pues sí, y me viene de mi gente, de la forma de hablar de mi madre, del flamenco… El flamenco es muy cruel.

-¿A qué te refieres?

-Yo con 14 años tocaba la guitarra en un sitio de Madrid para un gitano, y me enseñaron a base de hostias. "¡Quítate la guitarra… Tú tocas para cagarse en tu puta madre!". Así pasa que luego, el que salga de ahí, ya está preparado para cualquier levante. -Perdóname, yo insisto. ¿Hasta qué punto estás tú en A la primera persona, o es un personaje que has inventado para que sufra por ti?

-¿Y cuánto había de ti en Lucía y el sexo o en Los amantes del Círculo Polar?

-Mucho, pero yo siempre tengo a mano el camuflaje de la ficción, que me permite irme más lejos que en mi realidad. En el caso de Los amantes…, yo de adolescente conocí ese amor loco, pero nunca me ha llevado a tirarme en paracaídas en el Círculo Polar.

-Bueno, porque no tenías los medios.

Nos reímos.

-A mí en el avión me entraron ganas de ser tu hermano mayor, para ayudarte.

-¡Gracias!

-Otra posibilidad es que estés perfectamente bien.

-Yo estoy bien.

Largo silencio en el que fumamos el puro y comemos chorizo picante.

Alejandro interviene:

-El coraje es una buena arma.

-Para tirar para arriba.

-Sí, mira, perder al padre es un momento muy duro, porque hay una especie de desprendimiento. Todavía cuando veo un partido de fútbol miro a mi lado, porque solía verlos con él… Ahora sólo veo el fútbol por nostalgia. Son momentos duros en la vida de una persona, pero yo no quiero ser un llorón. En la vida hay gente que realmente tiene problemas. Lo que me ha pasado a mí es ley de vida en un caso, y en el otro es una decisión que se toma entre dos personas. Hay gente a la que se le muere un hijo en brazos, de hambre. Mis problemas me parecen ridículos al lado de eso. Este mundo está cabrón.

-Sí, pero los problemas de cada uno ocupan dentro un lugar destacado sobre el resto, es ley natural, y tú mismo al cantar estás buscando identificación en el que te escucha.

-Sí, porque al interpretar, que de alguna manera te vuelves un actor, tienes que creértelo, tienes que estar hirviendo.

Ahora soy yo el que busca en él identificación y complicidad, y le cuento que yo viví una situación similar de separación de mi pareja y la muerte de mi padre.

-¿Y con qué edad?

-Con la tuya, hace 10 años.

-¡Joder, cabrón, estamos tocados por…!

Fuma una calada de su puro y comenta que no es tan bueno como esperaba. A mí lo que me extraña es que no esté seco después de tanto tiempo.

-En el escrito que hice para la prensa dije que yo nunca escribo de mí.

Nos mantenemos unos segundos en silencio. Y los dos sonreímos.

-En pequeña confesión, te diré que es una frase que me puse como escudo. Para curarme en salud.

-Si quieres no pongo nada de esto.

-Haz lo que tú quieras, la decisión es tuya. Pero que quede claro que esto nunca más lo haré con nadie.

-Por otro lado, yo no soy un periodista, soy una especie de colega amigo.

-Por eso te quiero decir que estamos en la misma conversación.

-Bueno, pues esto, que sirva para que no te lo pregunten más. Tú tienes un escudo, y es ahora cuando puede hacer más efecto, porque lo has enseñado.

-Sí, yo nunca escribo sobre mí.

Alejandro me invita a subir a su estudio, donde ha pasado encerrado los dos últimos años. Me muestra en su ordenador cómo ha compuesto el disco, cada instrumento, su voz y la premezcla que casi es la mezcla final. Y me pone otros temas, como el que da título al disco. Me llama la atención la variedad y la soltura no sólo musical, sino de humor. Ya está, comprendido: el tren está ahí, lleno de momentos…

Y voy descubriendo que Alejandro, en persona, es muy simpático y divertido. No para, habla muy rápido, y se nota que está disfrutando; eso me encanta. Parece que su coraje funciona de verdad.

Me habla de su hija Manuela, de cinco años, a la que todos los días llama por teléfono para regalarle una palabra nueva, con su significado.

-Versátil, esperanza… Ése es el mejor regalo que le puedo hacer. Otro regalo que le hice hace unos meses fue decirle: "Cuando tú tengas mucho miedo de algo, tú te tienes que reír muy fuerte. Tienes que reírte con más ruido que el susto". Y ella me decía, asombrada: "¿Sí?". "Sí, porque el miedo no puede con la risa". Y se lo demostré con una bruja en unas atracciones.

Yo tomo nota y me siento cada vez más cercano de este español que lleva viviendo aquí casi 15 años.

-Parece que Miami, para alguien como tú, puede ser un paraíso.

-Esto es una maravilla de todo. Y por esta casa pasa mucha gente, músicos de cualquier parte. Veo en Miami a más gente que cuando estoy en Madrid. Aquí hay una mezcla de culturas...

-Y aquí los cubanos, ¿cómo llevan el tema?

-¿De su Cuba?… Pues te diré una cosa: como pasa en muchos lugares en los que los problemas son fundamentalmente políticos… los más jóvenes, e incluso los de mi generación, pasan bastante. Los primeros que llegaron, sus padres, son muy reaccionarios con el régimen de Fidel, pero la segunda generación es más moderada en ese aspecto.

-¿Y tú cómo ves Cuba?

-Yo odio a Fidel [ríe]. Yo soy de centro radical, vamos. Me hace mucha gracia porque Fidel y Bush, en el fondo, son exactamente iguales. Y ya de Chávez, ni hablemos; ése está zumbao.

-¿Qué pasará cuando muera Fidel?… ¿Podemos soñar con una república democrática cubana, sin la injerencia de Estados Unidos?

-Falta mucho para eso, ahora le toca el trono al hermano de Fidel.

-Sí, parece que a Cuba le espera una monarquía absolutista.

Sale otro temazo: España. Cómo en nuestro patio resulta tan fácil, y lícito, manipular, mentir a gritos, desde la prensa del corazón hasta la política.

-Hay periodistas que se ganan la vida así, y si pudieran atracar sin que les pillaran, también lo harían. La justicia en España tendrá un día que poner un límite a la información falsa, tendenciosa. Si no se resuelve pronto este tema, nos pasará factura dentro de unos años, y la historia dirá que en este comienzo del siglo XXI triunfó la mediocridad y la ignorancia.

Sí, personalmente uno a esta vergüenza nacional la inflamación del fútbol, que hasta en los medios públicos ocupa un espacio descomunal. Pregunto a Alejandro si está al corriente de otra reciente enfermedad, me refiero al bulo sobre la conspiración del 11-M.

-El día del atentado, cuando aún no se sabía quién había sido, yo pensé: si ha sido ETA, el PP se la va a deber; pero si no…, se caerán con todo el equipo. Y cuando supieron que había sido Al Qaeda, se pusieron nerviosos… Estaba seguro de que nos iban a mentir.

-Si no hubieran mentido, quizá no habrían perdido las elecciones.

La segunda tarde se hace tranquila, soleada y sin grabadora. Alejandro, a quien le encanta viajar y sentirse parte de cada sitio al que va, me confiesa que él sueña con dar de alta su casa como país: una república independiente, muy gaditana, en la que impera una especie de anarquía, doy fe. En este país de Alejandro Chan vive un ser extraordinario, su tío Paco, que le cocina con primor de madre y que me parece el artífice del renovado coraje de Alejandro, de su peso, y de mantenerle encendida la guasa. Al presenciar cómo hablan tío y sobrino, en estéreo, me siento transportado a ese Cádiz popular de los carnavales, en el que el panadero, por ejemplo, es el que mejor rimas hace en las chirigotas. Alejandro se sabe muchas, y se nota que le inspiran esas letras ingeniosas y descaradas del sur de España. Las canta, muerto de la risa, con pasión y cierta pena de alejado. Y yo, en Miami por unos días, siento un estimulante orgullo de que este artista internacional represente desde su república la cultura andaluza, de la que participo, aunque sólo sea como entregado admirador.

Y damos otra vuelta en lancha, esta vez hasta el mar. Mientras le hago un vídeo pienso que Alejandro está rodeado de primeras personas, que saben cuidarle como nadie, así que mi viaje se acaba. El artista está bien, pues mejor para su arte, y así ganamos todos.

¡Coraje, hermano Chan, yo te sigo!

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