_
_
_
_
_
Reportaje:REPORTAJE

Desaladoras, las fábricas de agua

Antonio Jiménez Barca

Las desaladoras se han convertido en instalaciones necesarias en la cuenca mediterránea. Hace 10 años, los agricultores de la comarca de Mazarrón, en Murcia, descubrieron con alarma cómo los pozos de los que vivía toda la comarca se secaban. El agua que brotaba cada vez salía más salinizada y eso significaba, a corto plazo, la desaparición de los cultivos de invernadero, el desplome económico de la zona, la ruina y la emigración.

José Hernández, presidente de una empresa agrícola con más de 2.500 trabajadores, era uno de esos profesionales que por un momento lo vieron todo negro. "No podíamos contar con agua de ningún trasvase, porque esta zona siempre queda lejos de las áreas elegidas. Pero tampoco era cuestión de irnos a Marruecos o a cualquier otro sitio, porque no podíamos trasladar a 2.500 trabajadores", dice Hernández. Decidieron luchar. Rebelarse. Y como el agua no les caía del cielo, ni les surgía de las entrañas de una tierra cada vez más reseca, miraron hacia el mar y se pusieron a fabricársela ellos mismos. A iniciativa de Hernández, cerca de 1.000 asociados formaron una comunidad de regantes y construyeron una desaladora a un kilómetro de la costa y a 300 metros de una ermita.

"Las desaladoras no son la única solución, pero hay que contar con ellas. Para este año de sequía no llegamos a tiempo, pero para los próximos, sí", dice Palop
Un metro cúbico de agua desalada cuesta entre 25 y 50 céntimos, dependiendo del tamaño de la planta (a mayor producción, mayor abaratamiento)

Este año de sequía asfixiante, la comunidad de regantes de Mazarrón ha seguido regando sus 3.500 hectáreas, casi todas de tomates, como cualquier otro año, con el agua proveniente de la desaladora. "Es cara, a 31 céntimos de euro el metro cúbico -sin contar con la amortización de las inversiones-, y algo insuficiente. Pero ha salido rentable. Porque, si no hubiéramos reaccionado a tiempo, esta comarca se habría muerto. Eso seguro. No estaríamos aquí. Y el cultivo de invernadero da de comer, entre empleos directos e indirectos, a 30.000 personas". La desaladora se bautizó, muy acertadamente, con el nombre de la ermita próxima: planta desaladora Virgen del Milagro.

Manuel Aldeguer, comisario de la Confederación Hidrográfica de la cuenca del Segura, cita siempre a la emprendedora y pujante cooperativa de regantes de Mazarrón como ejemplo a seguir. "Es cierto que para eso se necesita una mentalidad empresarial a veces difícil de encontrar, y que las desaladoras son caras, pero ahí está por lo menos parte de la solución a la falta de agua de la zona", asegura.

El Gobierno también confía en las desaladoras, entre otras medidas, para contrarrestar el derogado trasvase del Ebro y satisfacer la demanda de agua de la costa mediterránea. La Administración socialista ha prometido llevar a Cataluña, Comunidad Valenciana, Murcia y Almería más de 1.000 hectómetros cúbicos de agua al año. Más de la mitad de este caudal (600 hectómetros cúbicos) se conseguirá tomándolo directamente del mar.

Para ello, el Ministerio de Medio Ambiente ha proyectado, dentro del denominado Plan AGUA, la construcción de 17 grandes desaladoras. Todas, según el Gobierno, funcionarán en 2007. "Se trata de acabar de una vez de gestionar la escasez", explica el director general del Agua, Jaime Palop. "La sequía es un desastre para los cultivos, y que me perdonen los agricultores a los que les afecta, pero tiene su lado bueno: se ve el valor del agua. Las desaladoras no son la única solución para el problema, pero sería un suicidio no tenerlas en cuenta. Para este año de sequía no llegamos a tiempo, pero para los próximos, sí".

Una de las ventajas de las desaladoras es su rapidez de construcción. En San Pedro del Pinatar, en Murcia, bajo un sol apocalíptico, los obreros ultiman la cimentación de una nueva planta, incluida en el plan AGUA y casi gemela de la que ya funciona en esta localidad. A finales de 2006, entre las dos serán capaces de producir 130.000 metros cúbicos de agua al día, lo que equivale al consumo de 800.000 personas.

Otra de las ventajas es la calidad del líquido resultante. En la planta de San Pedro del Pinatar hay un grifo conectado al depósito donde se almacena el agua una vez pasada por los filtros. Si alguien está dispuesto a echarse un trago, los responsables de la planta avisan: "No se puede beber mucho, porque da diarrea". Es cierto. Pero no porque contenga impurezas. Al contrario: es demasiado pura para el ser humano. Es como la nieve derretida o el agua destilada. El estómago reaccionaría mal ante un líquido sin las necesarias sales. Por eso, al agua resultante de esta desaladora, antes de verterla al canal del Taibilla, se le añaden sales minerales.

El inconveniente es el precio. La desaladora de Mazarrón, que produce 16 hectómetros cúbicos al año, costó en su tiempo 15 millones de euros, incluidas las conducciones. La que se está construyendo en San Pedro del Pinatar, mucho más grande (24 hectómetros cúbicos), costará al Ministerio de Medio Ambiente 83 millones. Además, la energía requerida para que funcione es mucha, ya que para transformar el agua de mar en agua dulce es necesario, entre otros procesos, que ésta atraviese, a una altísima presión, unos cilindros gigantes donde se alojan los filtros que separan la sal del agua.

Actualmente, un metro cúbico de agua desalada cuesta entre 25 y 50 céntimos de euro, dependiendo del tamaño de la planta (a mayor producción, mayor abaratamiento por los costes de energía). El 45% del coste se va en amortizar la planta; el otro 45%, en pagar la electricidad, según José Antonio Medina, presidente de la Asociación Española para la Desalación y Reutilización. "Y será difícil arañar aún más el coste, porque ya estamos aplicando las últimas técnicas de ahorro de energía", explica Medina, que recuerda que las empresas españolas están a la cabeza en investigación en este tipo de plantas.

Factura

"En la factura familiar, que el agua sea de desaladora repercute un 5%-10% más. El problema está en la agricultura. El 80% del consumo de agua en España se lo lleva esta actividad", dice Aldeguer.

Que se lo digan a Francisco del Amor, del sindicato de regantes del Acueducto Tajo-Segura, que deberá discutir con el Ministerio de Medio Ambiente sobre el precio del agua de una desaladora prevista en Torrevieja (Alicante). "Hemos firmado un acuerdo con Acuamed (la empresa pública que se encarga de llevar a cabo el 80% de las obras públicas del plan AGUA) para servirnos de la de Torrevieja. Pero claro, ellos hablan de 30 céntimos de euro por metro cúbico, y a nosotros eso no nos sale rentable. Nosotros pedimos que nos la dejen a 12". Del Amor recuerda que el agua, actualmente, les cuesta 9 céntimos. "Una hectárea con 400 melocotoneros, por ejemplo, necesita 5.200 metros cúbicos al año. Y de cualquier forma, hemos aclarado que aunque haya desaladora de aquí a unos años, la cantidad del agua del trasvase del Tajo no se toca".

"Lo que haría falta", añade, "es un plan a largo plazo de infraestructuras del agua, hasta 2020, como el de los ferrocarriles que presentaron hace poco, para que los agricultores supiéramos a qué atenernos", concluye el portavoz del sindicato de regantes.

Ese hipotético plan a largo plazo que reclama Del Amor incluiría más desaladoras. Porque el proceso es imparable: actualmente, las 900 desaladoras que hay en España, la mayoría plantas pequeñas que purifican aguas salobres de pozos y acuíferos y enclavadas en Canarias y en Levante, producen cerca de 600 hectómetros cúbicos al año. Esta cantidad se duplicará gracias a las 17 grandes plantas que tiene previsto construir Medio Ambiente en dos años, más la planta de Carboneras, en Almería, la más grande de Europa, ya en funcionamiento. Ni Del Amor ni Palop las consideran la única solución, pero los dos las juzgan imprescindibles. Y con ellos, muchos agricultores que viven cerca del Mediterráneo, que, como los de la comarca de Mazarrón, miran ya al mar y no al cielo en busca de ayuda.

Balsa de impulsión de la desaladora de Carboneras (Almería).
Balsa de impulsión de la desaladora de Carboneras (Almería).FRANCISCO BONILLA

Críticas ecologistas

LOS VERTIDOS DE SALMUERA (agua con una gran proporción de sal que se produce en la elaboración de agua potable en las desaladoras) abrasan las praderas de posidonia, un alga necesaria para la vida marina. Para evitar eso, cada desaladora ha ideado un sistema encaminado a que estos vertidos no hieran la costa. En San Pedro del Pinatar, por ejemplo, se está construyendo una conducción que verterá la salmuera cinco kilómetros mar adentro, saltando las praderas de posidonia. "Ese problema es solucionable", explica Santiago Martín Barajas, portavoz de Ecologistas en Acción en materia de agua. "Las desaladoras producen menos daños ecológicos que un trasvase, aunque consumen mucha energía", añade. Para Martín Barajas, el peligro está en otra parte: "La producción de agua a partir del mar puede llegar a consolidar un modelo de desarrollo insostenible en las costas". Manuel Aldeguer, comisario de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Segura (incluye Murcia, el sur de Alicante y zonas de Almería y Granada), está de acuerdo con esto último: "Hay un peligro, y no está en los cultivos, sino en que la producción de agua de desaladora atraiga más casas, más urbanizaciones, con lo que el consumo aumentará, y esto se convierta en una espiral ilimitada".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_