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Reportaje:EL TURISTA INDISCRETO

El Louvre para otro día, hoy toca un café

Viajar sin prisas ni visitas obligadas y hacer lo que a uno le apetezca. Cada vez más turistas se apuntan a la idea del viaje lento

Patricia Gosálvez

"He estado dos veces en París pero no he visitado el Louvre". Ni falta que le hace, Pauline Kenny de Santa Fe (Nuevo México) aboga por el slow travel, el viaje lento. "Es una forma distinta de hacer turismo, no hay visitas obligadas. No se trata de ir tachando casillas de una lista: la torre Eiffel, vista, Mont Saint Michel, visto, el Louvre... Viajar lento consiste en dejarse llevar. Leer el periódico en un café durante un par de horas mientras ves a la gente pasar también es una actividad". Pauline y su marido lanzaron en 2000 la web www.slowtrav.com, un foro para viajeros tranquilos que intercambian experiencias que cambiaron su forma de ver las vacaciones.

El slow travel adapta al hecho de viajar en sí el movimiento slow, que arrancó en 1986 cuando McDonald's abrió una sucursal cerca de la escalinata de la Plaza de España en Roma. Liderados por un crítico gastronómico la gente se lanzó a la calle con platos de penne para reivindicar el slow food. Hoy, el brazo culinario de la antiglobalización cuenta con más de 80.000 miembros en 100 países. De ella han brotado tendencias paralelas como las CittaSlow, un sello de calidad turística que lucen 60 localidades de seis países. Otras 60 están esperando obtenerlo, entre ellas cuatro españolas, Mungia, en el País Vasco y Pals, Palafrugell y Begur en el Bajo Ampurdán. Para conseguir el sello, que visualmente es un caracol con edificios en la chepa, hay que cumplir una serie de requisitos: un centro cerrado al tráfico, venta de productos artesanales, una gastronomía autóctona... "Las cittaslow son un cambio filosófico para romper con la vida estresante", explica Elisabet Tejero, responsable de turismo en Begur, un pueblo de 4.000 habitantes que se quintuplican en verano, "Ya lo decía Josep Pla, estamos perdiendo el arte de contemplar, el gusto de mirar por mirar".

"Lea novelas de autores locales, monte en bici y si un día quiere quedarse en la cama, hágalo, está de vacaciones"

En el slow travel no importa tanto el lugar como la actitud del turista. "No se trata de no ver nada o no hacer nada. Sino de ver y hacer lo que te interesa, no lo que se supone que es interesante", dice Pauline Kenny, "es un viaje mucho más individual". Kenny ofrece algunos consejos para viajar lento: "Permanezca en un mismo sitio durante más de dos o tres días y profundice en los alrededores, alójese en una villa, un apartamento o un agroturismo, compre en la tiendas donde compran los vecinos, lea novelas de autores locales, monte en bici, haga picnic, apúntese a clases de cocina o talleres de pintura, aprenda el idioma, y si un día quiere quedarse en la cama, hágalo, está de vacaciones, deje espacio a la improvisación".

Tiempo es precisamente el nombre más usado en inglés según un reciente estudio del Diccionario de Oxford. Vivimos obsesionados con el reloj y para combatirlo el fenómeno slow se extiende a todas las áreas de la vida. En el libro Elogio de la lentitud (2004) Carl Honoré habla del slow travel, pero también de la gimnasia, la medicina o el sexo lento. El libro parte de dos datos escalofriantes: por un lado, el oficinista típico pasa 68 horas al año esperando a que le cojan el teléfono; por otro, los adultos americanos dedican media hora semanal a hacer el amor. Para cambiar la dinámica "las vacaciones deberían ser el mejor momento para encontrar la tortuga que todos llevamos dentro", afirmaba el autor en una entrevista.

Viajar lento consiste en parte en recuperar la esencia de los veraneos de antaño, cuando el city break aún no nos había convencido de que es impepinable ver todo lo que hay que ver en dos días. El concepto también se enfrenta al miedo definitivo de la vida moderna: el aburrimiento. "Qué maravilla estar tirado en la playa y de pronto pensar, '¡Ostras, que me estoy aburriendo!", dice desde Begur Elisabet Tejero, "parece que está prohibido aburrirse hoy en día". Acaban de remasterizar la serie Verano azul en DVD, quizás sea el momento de volver a ella.

Unos músicos tocan ante los clientes de un café en París.
Unos músicos tocan ante los clientes de un café en París.EL PAÍS

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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