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Reportaje:EL TURISTA INDISCRETO

Qatar se convierte en un nuevo Dubai

Millonaria pero pequeña, Doha, la capital del emirato, también tendrá una fabulosa isla artificial. Y los hoteles se multiplican

Qatar quiere ser lo más. Pequeño, pero aparente. Con Arabia Saudí a sus espaldas y Emiratos Árabes a sus pies, es uno de los países más ricos del mundo. Se conoce sobre todo por ser sede de Al Jazeera, cadena de televisión que escuece a propios y extraños por su cotas de libertad informativa. Sin embargo, más allá de albergar algunas de las constructoras y petroleras más importantes del mundo, Qatar y su capital, Doha, aspiran a convertirse en destino exótico de lujo emulando a la vecina Dubai. La próxima construcción de una isla, La Perla (con una inversión de casi 2.000 millones de euros y cinco hoteles de cinco estrellas), la previsión de acoger a un millón de turistas de aquí a 2009, y 40 nuevos hoteles, lo confirman. El emir del Estado, Sheij Hamad bin Jalifa Al-Thani, no se anda con chiquitas. Quiere tener lo mejor, y lo más caro.

En el zoco de Al Waqif, reliquia de la última arquitectura tradicional de adobe, los halcones miran con ojo avizor a los turistas, empeñados en cegarlos con sus flashes. Ahmed, en cuclillas, posa sonriente junto a ellos. En el mercado del oro, unos hombres tocados con gorro blanco, camisola larga y barba cerrada charlan con gravedad en su taller. Son paquistaníes y, como la mayor parte de los vendedores, parecen sacados del Karakorum. Zarcillos y collares de filigrana lucen sus 24 quilates a precios razonables, mientras que esencias de ámbar, rosa y almizcle esperan a ser despertadas en arabescos de cristal de bohemia bañados en oro.

Alrededor de este reducto de sabor arcaico todo es distinto: los rascacielos de estilo comercial pródigos en vidrio, y las mezquitas que, entre el hormigón, despuntan fantasiosas con sus alminares y bulbos de estilo asiático entrelazados de apuntes modernos. En la bahía, una lámina azul turquesa refleja los nuevos edificios de la prolongación de la ciudad. Hay más de 100 en construcción, y algunos están firmados por Pei, Isozaki, Calatrava o Nouvel. En torno a ellos y a la Corniche, el paseo marítimo de ocho kilómetros y espacios verdes, es un respiro. Grupos familiares en blanco y negro -elegantes abayas negras cubriendo cabezas y cuerpos femeninos, e impecables galabiyas blancas para los masculinos-. Deportistas libaneses, paseantes europeos y parejas asiáticas. Nada oprime al visitante, todo parece amable y relajado. Ni una colilla, ni una estridencia. Sólo una pega: las distancias son tan grandes que caminar por la ciudad es incómodo. Doha es una especie de hermana pequeña de Dubai, más tranquila con sus 400.000 habitantes. Todo respira orden, calma, seguridad y asepsia. Y afabilidad. Tanta, que uno se siente como un perfecto salvaje occidental. "No cierres la puerta del coche. Para qué. Aquí nadie roba nada, no hay necesidad", dice Nawal en su perfecto inglés, una guapa catarí que trabaja en el Ministerio del Petróleo.

Los ingredientes de este pastel: gas, petróleo e inteligencia. Y escaso terreno que controlar. A diferencia de su país vecino, Qatar tiene una población muy reducida y fácil de contentar (700.000 habitantes). Sólo un tercio es catarí. El resto lo forman paquistaníes, filipinos, indonesios, estadounidenses, europeos y árabes de otras latitudes. La economía crece a velocidad de levadura: el 20% anual, pero, como dice el Ministro de Finanzas, Muhammad Al-Thani, con un atisbo de orgullo, "no sólo invertimos en gas; invertimos también en cerebro". En efecto, dinero, pero también esfuerzo es lo que se palpa en la capital catarí.

Una cohorte de ferraris y limusinas enfila la avenida principal. Una, dos veces al día. Son el emir, los ministros o la primera dama, Sheija Mozah, que, a cara descubierta, se apresta a asistir a algún foro económico, a algún encuentro intercultural, o a la Ciudad Educacional. Un gran proyecto que, a decir de Mozah, su directora, "pretende formar a jóvenes y mujeres, para que aprendan a no depender del dinero fácil". El experimento es joven, pero promete, y mientras tanto Doha se ofrece a cara lavada y recién peinada.

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