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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Camino del final de la vida

Se escuchan aún los elogios unánimes por su última gran sinfonía, La conjura contra América (2004), una novela histórica coral y gigantesca, cuando suenan las notas austeras de este magnífico réquiem íntimo, compuesto al calor del funeral por su amigo Saul Bellow y trufado de ceremonias del dolor, estoicos ejercicios de carpe diem (elevado el sexo a los altares de la supervivencia) e inanes esfuerzos por esquivar el paroxismo, el olvido y la mortalidad, a la que también le dedicó jugosas páginas en Patrimonio (1991) y en El teatro de Sabbath (1995).

Elegía reconstruye al revés (como Tolstói en La muerte de Iván Ilich), de su propio funeral a los temores infantiles ("quizá lo mejor de la vejez fuera el anhelo de lo mejor de la infancia", página 106), la vida de un homme d'affaires enfermo -no por azar nacido como Roth en Nueva Jersey en 1933, y viejo y solitario como Kepesh, el héroe de su nouvelle El animal moribundo (2001) dedicada asimismo a Eros y Tánatos- que, pese a confortar a otros diciéndoles "es imposible cambiar la realidad. Tómala tal como viene", página 70, ni asume los remiendos de su cuerpo ni acaba de sanar las heridas de su alma. En esta última novela en forma de meditación y en torno al tema inusual de la enfermedad como antesala de la muerte, que dice haber escrito con un ejemplar de La montaña mágica de Mann a su lado, Roth no se vale ni de sus habituales narradores, Roth, Kepesh o Zuckerman, ni de sus deslumbrantes estrategias narrativas: sin las complejas tramas, los conflictos de identidad, el humor, los trucos y los mensajes entre líneas de La contravida (1986), Me casé con un comunista (1998), La mancha humana (2000) y otras novelas de su álter ego Zuckerman, demuestra su talento inacabable también en las distancias cortas, levantando una vida entera en el tiempo anisocrónico y en el espacio limitado de esta nouvelle, tal y como hizo su maestro Bellow en Seize the day (1956), enfrentando a la mortalidad a un hombre cualquiera para el que "eludir a la muerte parecía haberse convertido en el asunto central de su vida", página 65, un hombre vulnerado por el sórdido espectáculo de la decrepitud ("si alguna vez escribía su autobiografía, la titularía Vida y muerte de un cuerpo masculino", página 49), el tedio del jubilado y el ensordecedor estrépito con el que se desmorona su entorno: el american way of life de un ejecutivo publicitario divorciado varias veces, mal padre, mujeriego y esforzado amante, probo adúltero, operado mil veces, envidioso de la salud ajena, temeroso de la muerte, se tiñe de negro, como la cubierta del libro, cuando familiares y amigos, árboles de su bosque sentimental, caen abatidos por infartos, suicidios y cáncer hasta que no queda sino un páramo yermo como su corazón. El autor de Pastoral americana (1997) ha subido la vida al escenario de un teatrillo fúnebre en el que cada palabra, cada frase, cumple admirablemente con su papel. Sin rastro de sentimentalismo.

ELEGÍA

Philip Roth

Traducción de Jordi Fibla

Mondadori. Barcelona, 2006

150 páginas. 15,50 euros

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que puede oírse tras las palabras del narrador de esta historia triste, y que recuerda cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer y cómo después de acordado da dolor. "La vejez no es una batalla; la vejez es una masacre", página 129, se lamenta el protagonista anónimo de Roth, se lamenta el narrador de Roth, se lamenta Roth (se lamenta todo hombre, cualquier hombre, Everyman es el título original, espigado de un drama tardomedieval), como a su modo se lamentan los héroes abatidos de En nombre de la tierra (1990), de Vergílio Ferreira; Tristano muere (2004), de Tabucchi; La mesa limón (2004), de Julian Barnes, u Hombre lento (2004), de Coetzee, nublados por la certeza de la muerte que vendrá, el deterioro del cuerpo y los remordimientos del espíritu. Elegía triunfa en un género insólito en su obra y es la prueba perfecta de que el talento de Roth es omnímodo.

"Aquí me veis, ¡oh dioses!, sólo un viejo, con tantas penas como años", rezan los versos de su adorado Rey Lear. Aquí lo vemos, sí, aquí nos vemos, resignados primero ante la muerte de la ilusión y más tarde ante las demás muertes. Farewell.

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