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Crítica:LITERATURA HUMORÍSTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Humoristas contra la República

"Esto es una mierda de República y si todo lo que se les ha ocurrido es nombrar a ese imbécil de Galarza para un puesto de responsabilidad, sabe Dios las tonterías que van a hacer y lo que nos espera". Con estas palabras saludaba el advenimiento de la República española el humorista gallego Julio Camba, un exabrupto que plasmaría y explicaría más tarde en una crónica periodística fechada el 10 de junio de 1931 y publicada en Abc. "Me ha sorprendido mucho", escribe, "no ver mi nombre en la nueva lista de embajadores y ministros plenipotenciarios de la nueva República española, todos mis amigos y compañeros figuran en ella y la omisión que se ha hecho conmigo me resulta, no ya sólo humillante, sino también ofensiva". Con esta irónica declaración, inicia Camba su artículo Diplomacia y literatura y aunque el propio autor ya nos haya prevenido sobre los peligros de tomarse sus piezas demasiado en serio, o demasiado en broma, se percibe que la frustración y el resentimiento empiezan a calar en la obra de Camba, escéptico, anarquista, conspirador, egoísta y cosmopolita, gourmet, republicano y converso a la postre del bando nacionalista. Medio en broma y medio en serio ya había dicho que un gallego cuando viene a Madrid es por lo menos para ser ministro, aunque es posible que el incisivo humorista y agudo cronista se hubiera conformado con una gran embajada, en un país de primer orden y a salvo de grandes conflictos. La República ha nombrado embajadores a López de Ayala, Marañón, Ortega, Unamuno, Azorín y Américo Castro. "No es que yo me queje de que no se me haya dado una embajada", escribe Camba. "Me quejo de que si, como parece, la categoría de escritor va a llevar aparejada en España una embajada se me excluya, sin razón, sin motivo, del gremio de escritores".

HACIENDO DE REPÚBLICA

Julio Camba

Luca de Tena. Madrid, 2006

327 páginas. 19,50 euros

Más información
La mala fama del buen humor

En Nueva York y en Cons-

tantinopla, en París y Londres, en Roma y en Berlín, a mediados de los años treinta, Julio Camba despliega sus mejores talentos como un observador atento pero distante, culto y refinado corresponsal diplomático, lúcido y siempre ácido en sus descripciones de los entresijos de la guerra italo-abisinia, el conflicto del canal de Suez o las asambleas de la flamante Sociedad de Naciones. En España, en el Madrid republicano al que se ha transplantado, Camba empieza a vivir en un exilio interior, a distanciarse de sus antiguos compañeros de tertulias y páginas. Sus crónicas "republicanas" denuncian la corrupción electoral y el caciquismo de los nuevos gobernantes, sin tomar partido por opciones distintas, el escritor ve desaparecer el mundo en el que ha sobrevivido y el mundo que le sobreviene no le gusta, el joven anarquista, repatriado de Argentina por sus actividades políticas, el autor del Diario de un escéptico, leído y alabado por Galdós y Ortega, se transforma en un conservador, pero un conservador subversivo como Wenceslao Fernández Flórez, o Jardiel Poncela. Los humoristas del bando nacional han tomado partido por un régimen fanático y carente de sentido del humor que se obstina en no tomárselos en serio y censura sus irreverencias. Jardiel conseguirá que su novela La tournée de Dios sea prohibida primero por las autoridades republicanas y luego por las franquistas. Algunos libros de Jardiel y de Fernández Flórez sólo se editarán años después en ediciones de lujo y de coleccionista como ciertas obras eróticas o políticas. Los vencedores desconfían de estos partidarios tardíos, cuando no reticentes, y les colocan en un limbo inofensivo, en un Parnaso de segunda clase, el primero está reservado para los turiferarios más serios y entusiastas.

Unos años antes de su desaparición física (1962), Julio Camba, escribe César González Ruano, se ha convertido en el solitario del Palace, su confortable rincón del limbo del que sólo sale a regañadientes cuando le invitan a cenar. Camba se aburre en este nuevo Estado que nunca ha pensado en hacerle embajador de ninguna parte y tal vez añora las tertulias y las polémicas del Madrid de la República, del régimen que contribuyó a derribar con sus demoledores artículos. En uno de ellos, publicado en febrero de 1938, el último recopilado en esta cuidada y documentada edición completa (que viene a sumarse a las antologías publicadas por Cátedra y Espasa), Camba responde a un ciudadano extranjero que le pregunta qué ha pasado en España: "Pues pasó que los españoles estábamos de vacaciones y habíamos dejado la casa en poder de los criados... y los criados quisieron hacerse los amos. ¿Le parece a usted poco?".

De izquierda a derecha, Julio Camba, Ramón Pérez de Ayala, Valle-Inclán y Juan Belmonte, en 1914.
De izquierda a derecha, Julio Camba, Ramón Pérez de Ayala, Valle-Inclán y Juan Belmonte, en 1914.

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