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Reportaje:PICASSO Y LOS MAESTROS DEL PASADO

Picasso, nostalgia e historia

Tras su boda en 1918, Picasso y Olga pasaron una larga luna de miel en la villa que Eugenia Errázuriz tenía en Biarritz. A finales de septiembre volvieron a París, pero Picasso dejó unos graffiti en la villa: unas figuras pastoriles y unos versos de Apollinaire: "C'était un temps béni nous étions sur les plages / Va- t'en de bon matin pieds nus et sans chapeau / Et vite comme va la langue d' un crapaud / L'amour blessait au coeur les fous comme les sages".

El carácter epitalámico de los versos es fácil de entender. Apollinaire había sido testigo de la boda de Picasso y éste lo había sido de la del poeta unas semanas antes. La guerra no había terminado oficialmente todavía, pero por lo que se refería a ellos dos la posguerra había comenzado. La esperanza de un nuevo futuro. El cuarteto procede de un poema titulado 'Les Saisons'. Apollinaire lo había escrito en el frente en 1915 y ahora lo había incluido en Calligrames, su último libro, publicado en abril de 1918. Consta de cuatro cuartetos de alejandrinos (el citado por Picasso es el primero), tras cada uno de los cuales se intercala un cuarteto de octosílabos (con un breve estrambote) en forma de estribillo: "As- tu connu Guy au galop / Du temps qu'il était militaire / As-tu connu Guy au galop / Du temps qu'il était artiflot / A la guerre".

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El tono ligero, cantabile y paródico, del estribillo subraya, por contraste, el lirismo lento y artificioso de los alejandrinos. En éstos la brillante puntualidad de metro y rima evoca a Racine; pero la voz está llena de grietas gramaticales y poéticas -el salto de la primera persona del plural a la segunda y luego la tercera del singular-, los giros obviamente tópicos (les fous comme les sages), la redundancia del va del tercer verso (exhibida como un ingenuo sacrificio al metro), la imagen insensata (presurrealista) que yuxtapone las flechas del amor a la lengua de un sapo, etcétera. La música clasicista gotea desde esas grietas metamorfoseadas en nostalgia: "C'était un temps béni...".

El clasicismo exige continui-

dad; rechaza grietas y rupturas. Quizá la modernidad exigía también (pese a Baudelaire, tan viejo ya entonces) lo mismo. En 1918 esta cuestión estaba en el centro de las preocupaciones de Picasso y de Apollinaire. Es la complementariedad entre el "Orden" y la "Aventura" (así, con mayúsculas) que Apollinaire postulaba en La Jolie Rousses. André Billy, su viejo amigo, había publicado en L'Oeuvre una crítica que era favorable a Calligrames, pero en la que expresaba algunas reservas frente a los juegos tipográficos de los poemas que le daban su título. Apollinaire le escribió una larga carta en la que insistía en ideas muy parecidas a las de La Jolie Rouss. Resumiendo: "No me he presentado nunca como un destructor, sino como un constructor (bâtisseur)". Y el 11 de septiembre le escribía a Picasso, que estaba todavía en Biarritz: "Trato de renovar la voz de la poesía, pero manteniendo sus ritmos clásicos. Tengo derecho a hacerlo porque nunca he abandonado el ritmo, que está en la base de todos mis poemas y constituye su armadura". Era la última carta que Picasso había de recibir de su amigo. Murió en noviembre.

Continuidad; no ruptura. Inscribirse en la historia, escribirla (escribiéndose); no ser su esclavo. Elizabeth Cowling cita la respuesta de Picasso a una mujer que en 1917 se asombraba de verle estudiar en Roma a Miguel Ángel: "-¿Y qué pasa con el cubo?¿Qué van a decir de usted si abandona el cubo? - ¿Cree usted que pinto para la clientela de La Rotonde?".

Modernidad como exigen

cia de continuidad; pero nostalgia desde las grietas de esa continuidad. La modernidad (quizá nunca para tantos ni tan intensamente como en 1918) se alzaba como proyecto de futuro, y era precisamente en tanto que proyecto como implicaba conciencia histórica del pasado. Es verdad que también la nostalgia implicaba conciencia del pasado. Pero no histórica. Nostalgia e historia son irreconciliables. El objeto de la nostalgia, sumergido en el tiempo privado, es siempre inalcanzable. Nunca volveremos a correr descalzos por la playa de nuestra infancia, como nos exhorta a hacerlo Apollinaire y como lo hacen las mujeres del célebre cuadro picassiano de 1922. Sólo a través de rupturas y grietas semánticas puede el poeta hacer llegar hasta nosotros, no ese "tiempo bendito", sino su música, su fantasma. El objeto de la historia en cambio pertenece al tiempo público y si accedemos a él es porque ha sido revestido, en el pasado, de los estratos secuenciales de un sentido que nos permite proyectarlo hacia el futuro. Es gracias a Miguel Ángel (a sus sibilas) como las mujeres picassianas de 1922 corren por una playa que se extiende aún hoy, para nosotros, hacia el futuro.

(Pero ¿lo hacen? ¿Hoy?)

Detalle de 'Las meninas' (1656), de Diego Velázquez, izquierda, y 'Las meninas (conjunto), según Velázquez' (1957), de Pablo Ruiz Picasso.
Detalle de 'Las meninas' (1656), de Diego Velázquez, izquierda, y 'Las meninas (conjunto), según Velázquez' (1957), de Pablo Ruiz Picasso.

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