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Reportaje:LA RESPONSABILIDAD DE LOS INTELECTUALES

La culpa como fenómeno social

El debate sobre el horror del régimen de Hitler ha regresado al primer plano en Alemania tras confesar Günter Grass su militancia juvenil en las filas nazis.

Ningún intelectual, ni escritor ni instancia moral en Alemania se escapa de la larga y oscurísima sombra que dejó Hitler y el sistema destructor que creó con el apoyo de la mayoría del pueblo alemán. Los años entre 1933 y 1945 aparecen hasta el día de hoy en el horizonte de los debates intelectuales del país y amenazan le integridad de quienes eran lo suficientemente mayores en su momento para tener conciencia de la crueldad criminal del nazismo y exiliarse, como Sebastian Haffner o Thomas Mann, o sumarse al régimen, como lo hizo Ernst Jünger o el entonces jovencísimo Günter Grass.

Las palabras de Theodor A. Adorno a comienzos de los años cincuenta, "es bárbaro escribir un poema después de Auschwitz", continúan vigentes y también las de Martin Walser, ayudante de cañón durante la II Guerra Mundial, cuando dijo en 1999 que el pasado nazi se utilizaba durante conflictos sociales de "clave moral" para asegurarse una posición que impide argumentar en contra en los combates diarios de opiniones.

Günter Grass, quien seña

la las injusticias que ocurren en el mundo, resbaló este verano sobre una mancha de su historial personal. Confesó el premio Nobel y Príncipe de Asturias su pertenencia a la Waffen-SS después de callarla más de 60 años. Hay quienes se sienten engañados por el icono de la izquierda alemana, algunos de sus amigos más fieles incluso. Otros muestran comprensión, como el escritor judío Ralph Giordano, que sostuvo que "peor que cometer un error es no asumir las consecuencias". Describe Grass su experiencia nazi en Pelando la cebolla, que encabezó la lista de best sellers del semanario Der Spiegel. Estas memorias salieron poco después de la revelación. La exitosa venta del libro pone de relieve que los lectores revisan lo que los intelectuales debaten en la plataforma pública, los medios, y revela aún más, que la cuestión de la culpa alemana es más que un sujeto científico. Es un fenómeno social.

El historiador Hannes Heer piensa que la generación de intelectuales nacidos entre 1920 y 1930, como Grass, subliman su culpa mediante "dureza moral". Lo hizo, además de Günter Grass, Joachim Fest, el historiador desaparecido recientemente. Cuando surgió la polémica en torno a Grass, el investigador del nazismo Fest aún vivía. Nadie lo descalificó como él al decir: "No le compraría ni siquiera un auto usado a Grass". Ambos intelectuales, uno de izquierdas y el otro conservador, "destacan por inmensas aspiraciones morales", dijo Heer a Der Spiegel. Fest, autor de la más destacada biografía de Hitler (1973) y de El hundimiento, dejó asimismo un testimonio de su infancia bajo el régimen nazi. Ich nicht-Erinnerung an eine Kindheit und Jugend (Yo no: recuerdos de niñez y juventud) está por salir al mercado. Fest, que siempre ha sido criticado por trivializar el nazismo, habla en Yo no... de la resistencia al nazismo de su padre. El espíritu del autor, quien tanto se situó en el lugar de las élites nazis con el fin de conocerlos y fue criticado por ello, no estuvo involucrado, ni siquiera su padre.

Una de las célebres voces alemanas, Ernst Jünger (18961998), sí lo estuvo, pero ello no impidió que, hasta su tardía muerte a la edad de 102 años, festejara sus cumpleaños al lado de los más poderosos dirigentes alemanes, sobre todo de Helmuth Kohl.

La mayoría de los escritores e intelectuales no hablaban después de 1945 de su pasado inmediato si no les obligaban, según rastrearon historiadores durante un simposio universitario titulado De nosotros callamos que tuvo lugar en 2000 en Francfort del Oder.

Sigfried Lenz es un ejem

plo opuesto. Nunca ocultó su experiencia de soldado durante la II Guerra Mundial. El escritor creó con Lección de alemán (1968), igual que Grass con El tambor de hojalata, uno de los libros básicos sobre la identidad alemana. Ilumina el conflicto que generaba en el nazismo la conciencia del deber, el respeto por la autoridad y la conciencia moral de cada uno. De tres germanistas, que marcaron décadas de la historia literaria en Alemania, se supo en 2003 que fueron miembros del partido nazi, pero ninguno de ellos lo admitió. Entre ellos figuraba Walter Jens, un amigo del Papa de la literatura Marcel Reich Ranicki y de Ralph Giordano. Sin embargo, ninguna de las manchas en las biografías de escritores influyó de manera negativa en la literatura alemana. Por el contrario, muchas generaron agudas voces contra las atrocidades.

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