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UN IMPULSOR DE LA REVOLUCIÓN GENÉTICA

Muere Francis Crick, genio del ADN

El científico que descifró con James Watson las claves de la biología molecular fallece a los 88 años en San Diego

Francis Crick (Northampton, Reino Unido, 1916) murió el pasado miércoles en el Thornton Hospital de San Diego (EE UU), tras una larga lucha contra un cáncer de colon, según anunció ayer su familia. Inmediatamente la comunidad científica internacional se hizo eco de la pérdida. "Crick hizo una descomunal aportación a la ciencia, y sus descubrimientos nos permitieron entrar en la edad de oro de la biología molecular", dijo Lord May, presidente de la Royal Society británica.

"Sé poco de cualquier cosa, así que puedo dirigirme hacia donde quiera", dijo en 1997
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El descubrimiento de Crick y Watson de la estructura del ADN, hace medio siglo, ha sido el más importante en biología en el siglo XX y es la base de la revolución biotecnológica y biomédica actual, coincidieron ayer investigadores de todo el mundo. "Crick será recordado como uno de los más brillantes e influyentes científicos de todos los tiempos", dijo Richard A. Murphy, presidente del Instituto Salk (San Diego), donde Crick trabajaba desde 1976. "Para aquellos que le conocían mejor, era la curiosidad insaciable acerca de la vida y la creatividad de su mente lo que le destacaba de los demás", señaló un comunicado de dicho instituto.

Crick estudió físicas y trabajó durante la Segunda Guerra Mundial en detectores de minas, pero en 1947 se pasó a la biología. Su gran ocasión surgió de la muy fructífera asociación, a principios de los años cincuenta, con el biólogo estadounidense James Watson, en los laboratorios Cavendish (Cambridge, Reino Unido). De aquella colaboración genial surgió el gran hallazgo: en 1953 anunciaron que habían descubierto la estructura del ADN. Crick tenía 36 años, Watson, 24. En 1962 recibieron el Premio Nobel de Medicina (junto a Maurice Wilkins). "Compartir con él durante dos años un pequeño despacho en Cambridge fue un auténtico privilegio", declaró ayer Watson a Reuters. "Yo siempre intentaba estar con él y hablar con él, hasta el momento de su muerte. Será tristemente echado de menos".

Con su infinita curiosidad por conocer, por meterse con su perspicacia en los mayores retos de la ciencia, Crick no se detuvo en la estructura del ADN y el código genético. El cerebro, las neurociencias, la búsqueda de la conexión entre mente y cerebro, ocuparon gran parte de su vida como investigador. "Todavía sé poco de cualquier cosa, así que puedo dirigirme hacia donde quiera. Y suelo usar lo que llamo el test del cotilleo para decidir qué quiero hacer", dijo Crick en una conferencia en 1997. "El test del cotilleo es sencillamente que aquello acerca de lo que cotilleas más es lo que realmente te interesa". Y lo que acaparaba sus cotilleos, dijo, era "lo que hoy se llamaría la biología molecular, o lo que yo llamo la frontera entre la vida y la no vida, y el funcionamiento del cerebro".

Para Ginés Morata, investigador del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBM/UAM), "el descubrimiento de Crick y Watson supuso un cambio total en el enfoque de la biología", y destacó del científico fallecido "su mente penetrante como posiblemente no ha existido otra, o muy pocas". Ese descubrimiento, señaló, "abrió la comprensión de la base molecular de la información genética, lo que supuso un cambio radical en el enfoque de la biología experimental".

Jesús Ávila, del Centro de Biología BM, recordó una anécdota de Crick: "En 1972, cuando yo estaba en los institutos nacionales de salud de EE UU, vino Crick a dar una conferencia y nos preguntó de qué queríamos que hablase, si de neurología, de biología o de la vida en Marte. Y comprobamos que era cierto, que tenía una cultura enorme, tal vez incluso era algo prepotente. Era un hombre abierto, extravertido, y presumía, pero podía presumir. Tenía una enorme visión de futuro. Era genial".

Francis Crick (derecha) y James Watson, al presentar la estructura del ADN, en Cambridge, en 1953.
Francis Crick (derecha) y James Watson, al presentar la estructura del ADN, en Cambridge, en 1953.

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