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Reportaje:

Sida: pocas razones para la esperanza

25.000 delegados intentan encontrar en la Conferencia de Toronto salidas para los nuevos retos de la epidemia

La XVI Conferencia Internacional del Sida, que comienza oficialmente el lunes en Toronto (Canadá), tiene como reto devolver al mundo la esperanza. La epidemia se ha cobrado ya 25 millones de vidas y afecta a casi 40 millones de personas. Apenas 1,7 millones de los cinco millones que necesitan tratamiento lo reciben, y Asia se adivina como el relevo de África para proporcionar el mayor número de víctimas en el futuro. Aunque ningún territorio se libra. En Europa del Este, la combinación de jeringuillas compartidas durante el consumo de drogas intravenosas y la prostitución actúa como detonante. La falsa sensación de seguridad explica los repuntes que se esbozan en los países ricos.

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Nada recuerda a la Conferencia de Vancouver de hace 10 años. Entonces, el anuncio de la eficacia del uso combinado de nuevos fármacos -una posibilidad que los reunidos intuían por los datos de los ensayos que se habían filtrado- cambió la manera de ver en los países ricos la enfermedad. De ser una enfermedad mortal (la supervivencia media estaba en poco más de dos años), se pasó a considerar la infección por VIH una dolencia cronificable.

Nadie espera un anuncio similar este año. Pero ello no quiere decir que los 25.000 asistentes, entre científicos, activistas y representantes gubernamentales, no esperen respuestas de la reunión.

El lema del encuentro, Es tiempo de cumplir, indica que hay mucho compromiso pendiente. Los tratamientos no llegan a quienes lo necesitan y las necesidades económicas para los próximos años (más de 12.000 millones de euros en 2010) asustan.

Los temas que se debatirán, y su situación, se exponen a continuación.

- África. Por primera vez, en los últimos años algunos países africanos han empezado a mostrar datos positivos con respecto a la evolución de la epidemia. La esperanza de vida en algunas zonas ha retrocedido hasta 30 años, pero, según la Organización Mundial de la Salud y Onusida, la agencia de la ONU contra la enfermedad, ya existe un liderazgo regional dispuesto a enfrentarse a la enfermedad. Todavía hay personajes, como la ministra de Sanidad de Suráfrica, Manto Tshabalala-Msimiang, que defienden el ajo frente a los retrovirales, pero son los menos. Hasta los países más pobres, como Lesotho, han iniciado un programa para ofrecer la prueba del sida a todos los ciudadanos que quieran. Los ensayos demuestran que, si se explica bien, el cumplimiento del tratamiento es igual en toda clase de países, lo que rebate algunos prejuicios que había entre quienes opinaban que en lugares con menos cultura la medicación no se iba a tomar adecuadamente.

- Tratamientos. El tratamiento sigue basándose en dos familias de fármacos, los mismos que forman parte de los cócteles que se usan desde hace 10 años. A ellos se ha unido una nueva, los inhibidores de la fusión, que se presentaron en la reunión de Barcelona de 2002. Los nuevos desarrollos (moléculas para impedir que el ADN del virus se integre en el de las células infectadas o para que el virus no pueda ayudarse de alguna de las proteínas de la superficie de la célula para anclarse a ella) están todavía en fase de ensayos y tardarán años en estar disponibles. Mientras llegan, los esfuerzos de los laboratorios se centran en evitar la toxicidad de los tratamientos, simplificarlos para que sean más fáciles de seguir y combinar el compromiso de hacerlos accesibles para los países pobres con la obtención de beneficios.

- Vacunas. Es la solución definitiva para la enfermedad (como para casi todas las infecciosas), pero no se esperan grandes avances. La variabilidad del virus y el hecho de que actúe precisamente sobre el sistema inmunológico son las causas de que, hasta ahora, los ensayos no consigan el éxito necesario. Las organizaciones que la impulsan empiezan a asumir que quizá una vacuna cien por cien eficaz no será posible nunca. Sin embargo, incluso aunque sólo protegiera al 30% o 40% de las personas expuestas al virus sería un ahorro de vidas considerable.

- Profilaxis. A falta de una cura o de una vacuna, la conferencia estudiará otras posibilidades para evitar la infección. Son las llamadas profilaxis pr

e y posexposición. Se trata de dar una elevada dosis de antivirales justo antes de que se dé una situación de riesgo o justo después. De hecho, esta práctica ya se realiza en los hospitales cuando el personal sanitario se pincha con una aguja que contiene sangre de una persona que está o puede estar infectada por el VIH, o en las mujeres seropositivas (que tienen el virus) antes de dar a luz y en sus bebés, para evitar la transmisión materno-filial. Su funcionamiento se basa en que el virus tarda entre 24 y 48 horas en hacerse fuerte dentro del organismo, por lo que se supone que un tratamiento agresivo debe impedirlo.

- Esperanza de vida. El éxito de las terapias combinadas ha aumentado la esperanza de vida de las personas que viven con VIH/sida, pero algunos estudios señalan que esa mejoría podría estar tocando fondo. Aquí, el mundo se divide, otra vez, en dos. En los países ricos, la hepatitis C y sus consecuencias (cirrosis, cáncer de hígado), frecuentes hasta en un 70% de los infectados por el VIH (las vías de transmisión de ambos virus son las mismas), son la mayor amenaza para los afectados. En los pobres es la tuberculosis la que se ceba en las personas con las defensas debilitadas.

- Prevención. El debate sobre la estrategia ABC (abstinencia, ser fiel y uso de condones) no se ha cerrado. Casi todos los ensayos apuntan a que es necesario una combinación de los tres, aunque difieren en cuál es la prioridad. Los activistas proponen otro enunciado: el CNN (condones, agujas -needles en inglés- y negociación sobre las medidas de prevención).

- Niños. Son los grandes abandonados por las investigaciones.

En el mundo viven casi tres millones de menores con el VIH, pero los medicamentos, aun para aquellos que tienen acceso, no están pensados para ellos. No existen dosis adecuadas ni se realizan apenas ensayos pediátricos.

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