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Reportaje:Crisis religiosa 1 | INVESTIGACIÓN Y ANÁLISIS

El catolicismo pierde terreno

La Conferencia Episcopal Española analiza los cambios de valores en la sociedad y las razones de una situación que alejó de la fe y de la obediencia a numerosos feligreses

Juan Jesús Aznárez

La secularización, el proceso que experimentan las sociedades a partir del momento en que la religión y sus instituciones pierden influencia sobre ellas, se impuso en España en apenas una generación, con especial rapidez en los últimos 25 años, mientras que en el resto de Europa tardó casi un siglo en completarse. Las estadísticas certifican un creciente avance del laicismo en el país que fue bastión mundial del catolicismo conservador hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX: el 98% de los españoles se declaraba católico durante la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975). La práctica y las vocaciones sacerdotales se desplomaron, más abruptamente entre los años 1981 y 1990, cuando la transición cobró fuerza, y nacieron otros valores. El descenso de la piedad continuó desde entonces, y no remite. La Iglesia católica española afronta el reto de la renovación pastoral y, paralelamente, una sangría de jóvenes y el envejecimiento de religiosos y feligreses.

La impopularidad de la jerarquía católica en algunos asuntos sociales muy visibles pudo acelerar la crisis
La crisis arranca en la mayoría de las familias, que ya no viven la fe ni educan cristianamente
La ética individual suele ir alejada de la doctrina oficial, y la propia conciencia marca el camino

La democratización de España, la separación entre Iglesia y Estado, la homologación de valores con la Unión Europea (UE), modificaron creencias, costumbres y formatos familiares. Los esquemas mentales cambiaron en todos los órdenes. La Iglesia también cambió, pero menos y en ocasiones desunida. La Conferencia Episcopal, encargada de señalar el camino, condenó algunas transformaciones sociales sustantivas, sus enseñanzas en el orden moral perdieron vigencia, y acabó entrando en colisión con decisiones gubernamentales del PSOE, fundamentalmente con las últimas reformas educativas y la legalización de los matrimonios entre parejas homosexuales.

La jerarquía reflexiona ahora sobre la nueva situación, de crisis en algunos aspectos, pero no piensa abdicar de sus principios para ganar fieles. Entre los años 2000 y 2004, el número de personas consagradas pasó de 16.618 a 13.010, según datos eclesiales. España contaba 8.397 seminaristas a principios de los sesenta, contra los 1.736 de la actualidad. "No nos interesa facilitar adhesiones falsas a costa de nuestra autenticidad", según el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, monseñor Fernando Sebastián. El 79,9% de los españoles se confiesa católico, pero sólo el 42% cree firmemente en la existencia de Dios, según la encuesta publicada en enero del año 2002 por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). ¿Es posible esa aparente contradicción? Sí, porque buena parte de los españoles, que vota al Partido Popular pero también al PSOE, profesa un catolicismo cultural y social, heredado, casi festivo en procesiones y romerías, que incumple los mandamientos de la fe y del magisterio eclesiástico.

El 50% raramente acude a los templos, excepto bodas y funerales, y el 19,5% lo hace semanalmente. La tendencia es a la baja en todas las encuestas. El desencuentro entre el precepto católico y una sociedad plural y refractaria a las prohibiciones, especialmente las que afectan al sexo y el placer, es evidente. Millones de españoles que se identifican como católicos se divorcian, abortan, buscan la reproducción asistida, usan el preservativo, no van a misa o son concupiscentes. La conciencia de la mayoría obedece a criterios tolerantes y apenas admite intromisiones. El alejamiento religioso entre los jóvenes de 15 a 24 años resulta más acusado: el 49% se dice ahora católico, contra el 77% en 1994, según el sondeo Jóvenes españoles 2005, de la Fundación Santa María, marianista, difundido en abril. Sólo un 10% va a misa.

La Iglesia es la institución española que más desconfianza suscita. El concepto "Para mí, Dios no existe" avanzó seis puntos, aunque sólo el 28% de los jóvenes españoles niega taxativamente la existencia de Dios. La tendencia profana arrasa: el 92% de los chavales citó el ocio como el elemento central de sus vidas. ¿Qué ha ocurrido para que la desafección sea tan elevada? "Es posible que los cambios políticos que recientemente han tenido lugar, con una clara orientación laicista, la impopular postura de la jerarquía católica en cuestiones tan socialmente visibles y polémicas como el matrimonio de los homosexuales, la movilización de los jóvenes contra la guerra de Irak y otros motivos", señala el catedrático en Sociología Juan de Dios González-Anleo, "hayan acelerado el proceso de secularización ya en marcha hace bastantes años".

El autor del capítulo religioso del informe Santa María tampoco descarta la influencia del mensaje de la jerarquía en todo lo que tiene que ver con la biopolítica, "que a veces es francamente duro". "Con toda prudencia", agrega, "pero me parece observar en la jerarquía española una actitud como de 'nosotros vamos a seguir predicando el mensaje eclesial pase lo que pase, y si nos convertimos en minoría, pues nos convertimos en minoría, porque minoría éramos al comienzo del cristianismo". La Conferencia Episcopal Española (CEE), aparentemente controlada por el sector más conservador, no desconoce la gravedad de una situación que sus portavoces atribuyen a diversos factores: desde el anticlericalismo oficial y las críticas de determinados medios de comunicación, hasta las perturbaciones internas causadas por teologías deficientes.

Los días 21 y 22 de junio, previamente a la visita del papa Benedicto XVI a España, los días 8 y 9 de julio, la Asamblea Plenaria Extraordinaria de los Obispos analizará la situación en todas sus vertientes. No obstante, la instrucción pastoral Teología y secularización en España. A los 40 años de la clausura del Concilio Vaticano II, publicada el pasado día 10, anticipó doctrina en temas especialmente polémicos: la instrucción considera "pecados gravemente contrarios a la castidad" la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y "las prácticas homosexuales".

La Iglesia apenas cede en el sexto mandamiento, porque considera que hacerlo sería adulterar el mensaje de Cristo. Se mantiene inflexible aun a costa de perder feligresía. "Estamos haciendo autocrítica, pero esto no puede tocar lo que es fundamental de la Iglesia", de acuerdo con monseñor Sebastián. La reflexión sobre los propios errores se produce en una sociedad en la que "el laicismo está en el poder y hay una gran permisividad o indolencia por una parte de la sociedad por las cuestiones morales y religiosas". Pero en esa parte de la sociedad viven muchos católicos, con hijos, padres o hermanos homosexuales o divorciados, a los que repugnan algunas insinuaciones eclesiales sobre el origen de la orientación sexual de sus seres queridos o su exclusión de la comunión eucarística.

El padre Alejandro Fernández Barrajón, presidente de la Conferencia Española de Religiosos (Confer), que agrupa a 399 congregaciones, 50.372 monjas y 13.330 frailes, dice que las razones de la desafección son muchísimas, y obedecen al proceso histórico español, a unos momentos determinados en los que emergen una serie de valores existentes hace unos años y contrapuestos a los evangélicos. "Tendremos que estar muy atentos para ver cómo podemos llegar con esos valores de evangelio que a nosotros nos parecen muy convincentes y muy humanizantes, y muy en la línea del desarrollo y el progreso que queremos para nuestra vida y nuestro mundo". El presidente de la Confer admite que, este momento, hay cauces rotos entre los hombres y mujeres de Iglesia y el mundo de los jóvenes. "Puede ser por nuestro lenguaje tal vez, por nuestras formas, por nuestro estilo, que seguramente no son los adecuados para el momento presente, porque no sabemos 'vender', así, entre comillas, lo que realmente estamos haciendo, que es mucho, bueno y valioso al servicio sobre todo de los pobres". El padre Alejandro no observa discrepancias de fondo entre los titulares de las 23.060 parroquias existentes en España, y los agentes de pastoral, y la Conferencia Episcopal.

No obstante, casi todas las fuentes consultadas para este trabajo perciben abiertas divergencias en el mundo eclesial, o reservas al menos, sobre la conveniencia de ser inflexibles con la doctrina. "En nuestros encuentros hay una gran sintonía (con los obispos) a la hora de analizar la realidad de la calle. Pero, efectivamente, somos conscientes de que necesitamos hacernos una autocrítica", afirma el presidente de la conferencia de religiosos. "A lo mejor tenemos que revisar un poco nuestras exigencias morales y todo eso, pero desde luego sin aguar el Evangelio, manteniendo los valores que nos parecen importantes para el ser humano".

Desde otra óptica, José Andrés Gallego, investigador del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sostiene que el descenso de la práctica religiosa en España es, en primer lugar, un fenómeno cultural, porque toda cultura es, en gran medida, un conjunto de hábitos compartidos, y hay hábitos que se pierden igual que hay hábitos que se adquieren. Que la práctica religiosa sea un hábito en países de cultura católica no quiere decir que no sean verdaderamente religiosos. ¿Y por qué se pierde ese hábito? "Hay que pensar que la generación de los que hoy somos padres y empezamos a ser abuelos no hemos transmitido esos hábitos, bien porque los perdimos nosotros mismos, bien porque nuestros hijos han decidido vivir de otra forma, y esto último puede ser porque nuestra vida no les convence o porque les convence más otra forma de vida", agrega Gallego.

"Pero, probablemente, hay también factores neurológicos". A mediados del siglo XX comenzó a incidir en España un desarrollo de la tecnología de la comunicación que repercute en el cerebro de manera distinta y, probablemente, según el especialista, ha contribuido a que el anterior sistema de hábitos se haya desarticulado con más facilidad. "No niego con esto la libertad de nadie a la hora de elegir. Sólo digo que toda elección está mediada por los hábitos que genera el propio comportamiento libre en cada persona". ¿Cómo vive la sociedad española el catolicismo? "Ni idea. No lo sabe ni cada uno de nosotros", prosigue Gallego. Externamente, piensa que se le deben cosas cuyo origen cristiano se ha olvidado: la principal, la primacía de la persona y todo lo que conlleva, incluido el colchón que es la familia cuando llegan los males. "Como contrapartida, quizá por eso mismo defendemos la familia como si fuera un bien en sí mismo, sin relacionarlo con nuestra fe, y, consecuentemente, la reducimos a moral, y a moral, con frecuencia, puritana". Uno de los males principales del cristianismo culto de los últimos siglos, según el investigador del CSIC, ha consistido justamente en el desarrollo de un legalismo moral que ha acabado con el carácter histórico que es decisivo en el cristianismo. "Si no hubo encarnación, ni resurrección, no hay que perder el tiempo en misa, con leyes morales o sin leyes morales".

La existencia de una "moralidad a la carta", cómoda, construida individualmente, y el progresivo abandono del compromiso religioso desde el seno de las familias españolas explican, en buena medida, el retroceso de la Iglesia de Pedro. El padre Ricardo Sada, rector del Santuario de Javier, admite que el catolicismo atraviesa un momento difícil por cuanto la ética individual personal va relativamente paralela, en el mejor de los casos, o alejada de la doctrina oficial de la Iglesia. "Los cristianos conscientes van madurando su propia conciencia y no siempre coincide exactamente con la normativa oficial, sobre todo en temas de ética de moral. Suele ocurrir que en la realidad cada uno actúa en conciencia". "La Iglesia misma necesita ahora mismo un empujón hacia el pueblo. Una aproximación mayor hacia el pueblo en cuanto a las necesidades de los creyentes, no digo de los no creyentes, para madurar su fe", piensa el rector. "Necesita una alimentación para lo cual la Iglesia debiera hacer un esfuerzo de aproximación a las necesidades reales, personales de los creyentes, pero esto no lo veo tan fácil, ni tan sencillo".

Antonio García, párroco de Colmenar Viejo, población madrileña de 40.000 habitantes, admite que la Iglesia atraviesa una crisis de fe porque la sociedad ha cambiado y responde a otros estímulos. "Pero también las crisis profundas son muy interesantes porque hay que resolverlas". Otro párroco, de 68 años y que prefiere el anonimato, no duda en el diagnóstico: "Por mi experiencia en los pueblos donde he estado, la crisis es de la familia. Y no sólo en el terreno de la fe, sino en otros aspectos. Es ahí donde arranca todo". La familia no vive la fe, no la practica. "Más aún, si en alguna ocasión algunos padres le dicen al niño: 'Oye, a ver si vas a misa', les contesta: '¿Y tú? No veo en misa a ningún joven, a ningún niño'. Y lo que en su día fue el poder constatar el alejamiento del mundo obrero de la Iglesia, ahora es el del apartamiento de los jóvenes y matrimonios jóvenes y los niños", agrega el párroco.

¿No será que la sociedad se ha movido y la Iglesia, no? Quizá la Iglesia, y concretamente los obispos, se estén quedando anclados y no saben presentar el mensaje de Jesús a este mundo moderno, y no centrarlo sólo en la sexualidad, o el matrimonio, según la opinión de otros religiosos de base. "Tendríamos que presentar el mensaje de Jesús de Nazaret a los jóvenes y a los matrimonios de hoy de forma más atrayente como una persona que planta cara a los políticos, que les exige que busquen el bien común, que se preocupa por los pobres", insiste el párroco aragonés. "Habría mucha gente que se podría enganchar, pero ahora mismo el ambiente les disuade. Todo esto les parece como antiguo". En esa dirección, Ana Díaz, de 24 años, que acabó la carrera de Ingeniería Industrial, monitora de grupos cristianos, observa que los chavales se acercan a las reuniones con bastantes prejuicios. "Creen que todo es rezar, curas y monjas, y no hay nada más. Y no es así. Nosotros abordamos temas de hoy, desde el hambre en el Tercer Mundo a la injusticia social, pero desde los valores cristianos".

Alfonso Coronel de Palma, abogado, presidente de la Asociación Católica de Propagandista (ACdP), también cree que son diversos los motivos de la desafección. Cita un cambio cultural en Occidente, real. "España está, entre comillas, homologando lo que está pasando en el resto de Europa, donde hay un descenso claro de la fe y de las iglesias que han sido predominantes: tanto la católica como las iglesias protestantes, que están peor". Coronel de Palma coincide con la línea siempre defendida por la jerarquía católica desde su fundación, "que es la rectitud profunda de los principios, y la caridad profunda con todos los pecadores".

El presidente de la ACdP, comunidad eclesial de seglares erigida por la Conferencia Episcopal Española (CEE) como persona jurídica privada de la Iglesia católica, rechaza que una mayor permisividad sea la solución. Cita el caso de la Iglesia anglicana, la más cercana a la católica. "Tomó un camino 'más relajante' en cuestiones de orden moral. Pues hoy la realidad en Inglaterra, donde hasta antesdeayer el catolicismo ha sido perseguido, es que, en la praxis, hay más católicos que anglicanos". Las iglesias protestantes que siguieron ese camino no mejoraron su situación. Se diluyeron más, según Coronel de Palma. "La solución no es una solución de orden moral, sino de propuestas: pasar de una sociedad inmanentista (mundana, que no cuenta con Dios) a una sociedad con una concepción más trascendente de la vida. Yo creo que el debate cultural está más ahí".

Monjas escuchan a Juan Pablo II en Ávila en 1982, año en el que ya se observa un descenso de vocaciones.
Monjas escuchan a Juan Pablo II en Ávila en 1982, año en el que ya se observa un descenso de vocaciones.R. MARTÍN

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