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Reportaje:

Vacaciones en un complejo nazi

El hijo de un preso de Hitler reconvierte un viejo proyecto del 'fürher'

Una hilera de cuatro kilómetros y medio de largo de edificios debía albergar, según el proyecto de Adolf Hitler, en los años treinta, a 20.000 trabajadores para su descanso a orillas del mar en la isla báltica de Rügen. El objetivo del complejo de vacaciones proletarias Prora era dar la oportunidad a la clase obrera de descansar y reponer fuerzas para trabajar más y mejor. De ocho bloques de 550 metros cada uno quedan hoy cinco en pie, en su mayoría vacíos desde 1992, a cual más destartalado y enmohecido. El hijo del actor y cantante Ernst Busch (1900-1980), prisionero durante años por comunista durante el régimen nazi, acaba de comprar dos de esos bloques construidos por los verdugos de su padre para convertirlos en apartamentos.

La RDA utilizó los edificios para dar formación a miles de militares de regímenes amigos

"A mi padre sin duda le hubiese parecido bien. Lo hubiese aceptado desprovisto de cualquier emoción", asegura hoy Ulrich Busch, empresario inmobiliario con negocios en la isla de Rügen. Busch, cuyo padre cantó en Radio Madrid a su paso por España, donde luchó con las brigadas internacionales desde 1937 hasta el final de la Guerra Civil, dice que él es "la parte burguesa de la familia". Quiere reconvertir los edificios en centros modernos de vacaciones, con apartamentos de 50 a 80 metros cuadrados, área de balneario con piscina cubierta, sauna, masajes, y tiendas y restaurantes en la planta baja. No faltará, asegura Busch, de 42 años, un centro de documentación en el que se informará a los turistas de la historia del complejo y sobre la época nazi en general. "Es un proyecto muy interesante, todo un reto en lo que se refiere a afrontar nuestra historia", añade Busch.

No es que a los nazis les preocupara mucho el bienestar de los obreros, sino más bien su productividad y el mantenimiento de la paz social. Eran conscientes de que sin ellos no serían posibles ni el rearme ni la guerra que ya planeaban. De modo que idearon un proyecto para darles acceso a placeres que hasta entonces sólo estaban al alcance de los ricos. Bajo el nombre de Kraft durch Freude (Fortaleza mediante el placer) se desarrollaron actividades culturales, de ocio y excursiones para la clase trabajadora, se construyeron grandes barcos para cruceros -que acabaron resultando demasiado caros para los obreros y finalmente los disfrutó la clase media apegada al partido nazi- y se proyectaron cinco complejos similares a Prora, aunque sólo éste llegó a construirse.

Al comenzar la II Guerra Mundial en 1939, cuando sólo el primer bloque del megaproyecto del arquitecto Clemens Klotz estaba terminado, las obras se pararon y la mano de obra pasó a servir a otra industria más urgente: la del armamento. Hitler nunca visitó el "mayor balneario del mundo", que debía integrar 10.000 habitaciones -todas con vista al mar- de 2,20 por 4,75 metros con dos camas individuales, pequeño sofá, lavabo, mesa, silla y ropero. En alas transversales se encontraban los baños y duchas colectivas. El recinto serviría después para recluir prisioneros de guerra, alojar refugiados tras 1945, y fue reconvertido en base del Ejército Popular Nacional (NVA) de la República Democrática Alemana (RDA), donde recibieron formación miles de oficiales de regímenes amigos, como Cuba, Angola y Mozambique.

Busch está convencido de que la singular historia de este complejo atraerá a muchos visitantes y compradores de apartamentos, que tendrán que pagar alrededor de 60.000 euros por cada alojamiento de 50 metros cuadrados. Si todo se desarrolla en el plazo previsto, el nuevo Prora se abrirá en la temporada de 2008.

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