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Entrevista:AQUÍ, UNOS AMIGOS

Álex de la Iglesia: "Me gusta lo que ha generado el Guggenheim"

Miguel Zugaza: "Ahora en vez de mirar a Madrid, en Bilbao miran a Nueva York"

Jesús Ruiz Mantilla

Álex. Hace un año fue la última vez que me quedé atascado en un ascensor en Barajas. Nos reímos muchísimo hasta que una señora dijo: "Quiero salir de aquí". Empezamos a sentir pánico, pero inmediatamente se abrieron las puertas.

Miguel. Yo nunca me he quedado. Aunque este ascensor (el que sube a la sala de patronos del museo), la verdad, tiene mala fama.

Álex. (Fuera del ascensor). ¿Cuál es la proporción entre los cuadros que tenéis y los que enseñáis?

Miguel. El Prado tiene 8.000 pinturas y se exponen unas 1.000. Pero no es de los museos que tengan mayor desproporción. El Louvre o el Metropolitan tienen colecciones más amplias y exponen un 4%.

Álex. ¿Se enseña lo mejor?

Miguel. Sin duda. Pero ahora, con la ampliación, todo cambiará, ganaremos espacio. De todas maneras, es más o menos lo mismo que desecháis los directores de cine cuando montáis una película.

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Álex. Tú desechas de uno a ocho, yo de uno a cuatro. Pero antes has dicho algo que me ha llamado la atención cuando veíamos la exposición de reflectología: que los mejores pintores no dudan.

Miguel. Se ve. En el Adán, de Durero, no hay polución. Tiene una idea precisa en el trazo y luego la colorea. Velázquez, por ejemplo. Las meninas son extraordinariamente certeras.

Álex. Me imagino que habría bocetos previos.

Miguel. No se conocen. Era un artista con una claridad extraordinaria. Como Rubens, Picasso...

Álex. Fíjate cómo él hizo estudios para pintar el Guernica.

Miguel. Ésa es una buena comparación. Lo que Picasso hace con Las meninas. Cómo hace 57 versiones diferentes, interpretaciones del cuadro de Velázquez. Son personalidades muy diferentes, hay artistas con una claridad... Es extrapolable a los directores de cine, ¿no?

Álex. Prefiero los que no tienen las cosas tan claras, los que dudan. Me dan más confianza. Chaplin repetía hasta la extenuación. Más de 100 tomas de una mujer caminando en Luces de la ciudad.

Miguel. Es otra forma de perfeccionismo. No sé Orson Welles o Hitchcock cómo trabajarían. Tenían esa cosa fría, como un reloj.

Álex. Me vuelven loco. Pero Hitchcock trabajaba así para proteger su material. Hacerse fuerte para montar las películas como quería en una época en que los estudios mandaban mucho. Welles no sabemos cómo hubiese montado Sed de mal. Habría que hacer reflectología sobre esa película.

Miguel. Siempre me sorprende cómo os las arregláis para controlar vuestra obra. Tenéis que gestionar consenso, diluiros en una especie de grandioso ser.

Álex. Es horroroso. Como si el pintor se reuniera con los pinceles para llegar a un acuerdo sobre el cuadro. Lo importante de un director es convencer a la gente para que se haga. Es política.

Miguel. Como dirigir un museo. Ahora que estamos con la ampliación, muchas veces me siento como en medio de una gran superproducción de Cecil B. De Mille, como en Los Diez Mandamientos. ¿En qué estás trabajando ahora?

Álex. Estoy en la preproducción de una película que se llama Los crímenes de Oxford. Rodaremos todo en Londres y Oxford. Hay una secuencia en el Museo Británico y me han surgido un montón de preguntas. Lo que generan en merchandising, por ejemplo. ¿Crees que es mercadería repugnante o que es lícito eso?

Miguel. No, creo que está bien. Es algo que el público reclama. Tiene que estar en sintonía con cada institución, es una fuente fundamental de ingresos, de las pocas. Hay tiendas fascinantes, como la del Met, en Nueva York. Yo creo que la gente va para visitar la tienda, casi. Pero para las películas también funciona.

Álex. Aquí no hay tradición. El cine es casi objeto de lujo, artesanía. Pero a mí no me parece mal el merchandising. En el Museo Británico lo hacen bien. O el Guggenheim, me gusta lo que ha generado, aunque, ¿no corremos el riesgo de hacer parques temáticos?

Miguel. No, no. De repente surgen ese tipo de clichés, pero no, en absoluto. En Bilbao ha sido estupendo, una forma de no mirarnos el ombligo. Ha causado todo un movimiento de artistas plásticos, me parece una bendición, sencillamente. Ha cambiado también la relación de referentes, en vez de fijarse en Madrid ahora se fijan en Nueva York. Es intolerable, pero está bien. ¿Qué le debes más a la literatura, a la pintura o al propio cine?

Álex. No lo sé. En mis biografías viene ese origen bastardo en el mundo de los cómics, del que estoy orgulloso.

Miguel. Con las herencias, la gente se pone muy pesada, no.

Álex. Ya, pero tú has dicho cosas muy interesantes sobre lo que en eso puede aportar este museo. Que los diversos artistas sirven como enlace y se observan a sí mismos. Goya ve a Velázquez, Velázquez a El Bosco.

Miguel. A Rubens... Es decir, que este museo, por mucho que lo pretendas dirigir, al final son los propios artistas los que dicen en qué secuencia deben estar colocados. ¿Por qué a los premios del cine los llamáis Goya y no Buñuel? ¿No es una usurpación?

Álex. Hombre, siempre hay oportunidad de cambiarlo. Igual es que secretamente sabemos que el origen de Buñuel es Goya, ¿no? Porque Goya sí que rodaba en cinemascope. ¿No piensas que hay algún tipo de relación entre los pintores que pintan para estar en un museo y los directores que ruedan para ir a algún festival?

Miguel. Lo de los festivales tiene que ver con los salones de pintura, pero un museo es otro lugar. Un festival es más como una feria de arte.

El director de cine Álex de la Iglesia (izquierda) y Miguel Zugaza, director del Museo del Prado.
El director de cine Álex de la Iglesia (izquierda) y Miguel Zugaza, director del Museo del Prado.LUIS MAGÁN

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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