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Columna
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Con bultos

Rosa Montero

Abre bien los ojos y las verás: están por todas partes, aunque su modestia hace que se fundan con el entorno y pasen inadvertidas. Me refiero a las mujeres con bultos. Suelen tener una edad indefinida, por lo general más bien madura, pongamos entre los cuarenta y los sesenta. Por supuesto, no saben conducir y no tienen coche, de ahí lo de los bultos que siempre acarrean de un lugar a otro: baratas mochilas deportivas, bolsas de plástico. Suelen vivir en el extrarradio de las ciudades y trabajar muy lejos de su hogar (como asistentas, o cuidadoras de ancianos, o auxiliares de clínica en los hospitales), de manera que transportan sus bultos de acá para allá en largos trayectos combinados de metro y autobús. Otras no trabajan, es decir, no poseen un empleo ni reciben sueldo, pero se desloman igual, atravesando el mundo para cuidar a los nietos mientras la hija se marcha a la oficina, o para dar de comer a los padres viejos y limpiarles la casa. Y siempre van con las manos llenas de bolsas, porque llevan y traen ropa para lavar, y hacen la compra en un hiper lejano porque es más barato, y transportan cosas, y hacen recados.

Deben de ser bastante pesados esos bultos, o al menos engorrosos de llevar durante largos trayectos, pero estas mujeres son briosas y resueltas, y si no son fuertes al menos son estoicas, capaces de aguantar lo que les echen. Es más, caminan siempre apresuradas por la calle, porque tienen demasiadas cosas que hacer y no pueden perder el tiempo lamentándose. Años de costumbre han hecho que acarreen sus bultos como si formaran parte de sus brazos. Suelen ser señoras pequeñas, algo rollizas, a veces emigrantes, mujeres vitalistas y animadas, mujeres extremadamente generosas, abnegadas cuidadoras de todo el mundo. El otro día vi a una en un hipermercado junto con su hijo. Ella cargaba un par de bolsas en cada mano, y a su lado el gamberrillo del muchacho, de unos diecisiete espigados años, iba sin nada. Nadie las tiene en cuenta, pero son un poderoso motor social y de ellas dependen innumerables familias. Abre bien los ojos y míralas: siempre tan afanosas y tan silenciosamente entregadas a hacer lo que deben. Admirables y heroicas mujeres con bultos.

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