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"Negar que tomamos estimulantes sería una tontería"

José Grande, actual seleccionador nacional de ciclismo, admite el dopaje en su generación

José Grande, actual seleccionador nacional de ciclismo, es otro de los miembros ilustres de la generación maldita, profesional a principios de los años 70. Corrió incluso en un equipo italiano, con Miguel María Lasa, y admite, como José Manuel Fuente, donde coincidió en el Kas, que todos tomaban estimulantes. "Negarlo sería una tontería. Eres un profesional y tienes que sacar un rendimiento" dice Grande. "Pero yo jamás tomé fuera de España", añade. "Y sólo anfetaminas. ¿Secuelas? Nada, en absoluto. Precisa mente me acabo de hacer unos análisis y estoy perfectamente. Siempre he tenido el gran problema con las transaminasas altas -su subida indica una deficiencia he pática-, pero es que después de dejar el ciclismo no me cuidé con el alcohol".

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Todos dicen que están bien, que no tienen secuelas. Ninguno de los corredores de la generación maldita, tanto los que han querido hablar como los que no, admite tener problemas de salud o que algunos de sus compañeros los tengan. "Que yo sepa, ninguno", comentó Fuente. "No hay ningún ciclista afectado. Se ha llegado a decir que hasta íbamos a quedar estériles y ya ves, tenemos hijos a pares".Sin embargo, es evidente que los estimulantes, al llevar el cuerpo a trabajar a niveles que no está preparado, han sido muy peligrosos. En los anabolizantes, en cambio, utilizados para elevar la masa muscular y contraindicados en exceso en el ciclismo, aunque también se hayan utilizado, el caso es distinto. Salvo en dosis masivas, no se ha encontrado en ningún estudio médico que produzcan daño a la salud. Sí se dieron ejemplos de levantadores de peso o jugadores de fútbol americano que sufrieron cánceres y otros trastornos gravísimos. El del jugador y actor de cine, ya fallecido, Joe Alzado, fue el más famoso. A la generación maldita, además, sólo le pilló el principio del uso de los anabolizantes.

En los ciclistas también dependía de quién tenía, según el argot, más caldera para admitir mayores dosis de estimulantes. La misma medicación a unos les dañaba más que a otros. Es una cuestión genética. Se resentía más el que menos resistía la administración de fármacos y a la larga era también el más dañado. De hecho, ha habido ciclistas que apenas tomaron porque les sentaba mal y algunos, incluso, llegaron a dejar muy pronto el ciclismo porque se negaron a entrar en el juego. Lo abandonaron antes de tiempo sabiendo que nunca podrían triunfar en esas condiciones de desigualdad deportiva. "Si no tomabas no tenías nada que hacer", es la frase que resumía la situación.

Análisis periódicos

Grande, como muchos ciclistas, se hace análisis periódicos para controlar su salud, aunque no tiene ninguna enfermedad. "Algunos catarros mal curados", dice. Y dejó el ciclismo hace unos 15 años. "Hoy, precisamente, me he hecho uno y no tengo nada", comenta. Grande también confirma que las hepatitis sufridas por Galdos y Linares fueron posiblemente debidas a contagios por las jeringuillas.Durante la carrera de un deportista de élite, y más aún si se trata de un ciclista, es normal que las analíticas estén alteradas e incluso "asombrosamente patológicas", dice un especialista en medicina deportiva. "Es una carga tan grande para el hígado y el riñón, sobre todo, que los parámetros de ambos órganos dan valores como si tuvieran una enfermedad. Ahora se sabe que ello se produce como consecuencia del propio esfuerzo y se recuperan. Pero en aquellos años del ciclismo, donde no había médicos que controlaran lo que tomaban los corredores, las dosis de anfetaminas eran bestiales. Si 100 miligramos, por ejemplo, ya es una burrada, se llegaban a tomar 200, 300 y hasta 400. Y lo grave en su caso es que análisis hechos dos años después de sus esfuerzos indicaban que sus órganos seguían estropeados. Es como si tuvieran una enfermedad en el hígado, como una persona con cirrosis. Si hace un exceso o tomara alcohol se le agravaría".

El intercambio de estimulantes, en una época en que los controles antidopaje eran muy deficientes, a diferencia de ahora, también fue moneda común entre los ciclistas. Dentro del boca a boca que primaba en el mundillo, el mercado era internacional. "Yo te cambio ampollas de centramina por anfetaminas inyectables", podría ser una frase cualquiera de entonces. Sin embargo, la generación maldita se lamenta de que hasta en eso llegó con retraso a lo que se llevaba en el extranjero.

Jesús González Linares, compañero en el Kas con Fuente y Grande, lo dice: "En realidad, íbamos a pan y agua. Éramos los más atrasados. Nos tocaron los últimos años de profesionales en que los extranjeros iban más adelantados. Nos decían que todo daba positivo y yo hice mi primer Tour, de juvenil, con los Gabica, San Miguel ... tomando un café antes de salir. También así gané aquella contrarreloj. Antonio San Miguel se llegó a colocar líder y acabó cuarto. Pero pudo ganar el Tour. Luego pusieron los controles y para la salud igual vino bien", confiesa, "pero antes nos perjudicó". Linares, comenta Grande, llegó a hacer de abastecedor alguna vez: "Venga, vamos, que tengo aquí en el bidón, decía. Aunque era más de cachondeo que otra cosa. El Kas era un equipo serio".

El actual seleccionador nacional de ciclismo también admite que el ciclismo ha cambiado. "Antes, la historia era distinta. Había que sacar un rendimiento como profesional, reconoce". Fuente, siempre más explícito, dice: "Las centraminas las tomábamos como si fuera un bidón de agua. Pero cada uno se conoce y yo no lo necesitaba tanto".

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