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GUERRA EN IRAK | La opinión
Columna
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Sinrazón

Enrique Gil Calvo

La injustificada agresión militar contra Irak, en la que por delegación participa España contra la voluntad de los españoles por una arbitraria decisión del presidente José María Aznar, parece destinada a cambiar el curso de la historia, aunque todavía no se pueda saber en qué sentido lo hará. Y esto lo han comprendido inmediatamente los ciudadanos, que han reaccionado movilizándose por doquier hasta causar una conmoción en la opinión pública a escala mundial. La gente está histérica y nadie se siente indiferente porque esto nos afecta a todos, mientras contemplamos cómo sin razón alguna se bombardea en nuestro nombre a unos pobres desgraciados indefensos. Y lo peor es que tan monstruosa pesadilla parece no tener final alguno, pues los acontecimientos se suceden acumulando nuevas espirales de horror en una cadena sin fin: hoy es Irak, mañana Siria, después Irán, y luego Bush dirá, sin que se sacie la sed de venganza estadounidense.

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¿Por qué se ha conmocionado tanto la opinión pública? Desde un punto de vista técnico, se trata de un acontecimiento mediático en toda regla: estaba anunciado con antelación, interrumpe la programación habitual y retransmite la historia en directo. Es la guerra espectáculo de que habla Michael Mann. Pero ¿qué tipo de acontecimiento mediático se nos retransmite? Según la tipología de Dayan y Katz, se trata tanto de una Conquista (la definitiva Cruzada que reconquistará los Santos Lugares) como de una Competición (entre islam y Occidente, entre Europa y Norteamérica, entre el partido de Aznar y el resto de España) y de una Coronación (la investidura de Bush como emperador de Occidente, con Blair y Aznar de azorados triunviros). Pero yo añadiré que además se trata de un Escándalo en toda regla: la revelación pública de un flagrante atentando contra la moral colectiva que viola la conciencia de toda la ciudadanía.

Lo que está pasando es algo sólo comparable al asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco en julio de 1997 tras un ultimátum imposible de cumplir, que desencadenó una instantánea movilización unánime de toda la opinión pública española. Y lo mismo ha sucedido ahora con el ultimátum de las Azores imposible de cumplir, que al convertirse en el linchamiento masivo del pueblo iraquí también ha despertado la inmediata movilización de toda la opinión pública, esta vez a escala planetaria. A excepción de los estadounidenses -confundidos como están por la falsificación de la realidad que les vende una prensa belicista, patriotera y fraudulenta-, todos los ciudadanos del mundo nos sentimos escandalizados literalmente.

En su tipología de escándalos mediáticos, Thompson identifica los escándalos políticos propiamente dichos con los abusos de poder. Y en efecto, si nos escandaliza tanto lo que les están haciendo a los iraquíes es porque se trata de un manifiesto y flagrante abuso de poder. El ultimátum de las Azores fue un atropello, una injusticia, una arbitrariedad, sin causa alguna que lo justifique. Todas las espurias razones que se alegaron se han demostrado falsas, pues ni siquiera había armas de destrucción masiva, que fueron destruidas por la ONU antes de que los estadounidenses se atrevieran a invadir y machacar Irak. Y las supuestas razones de Estado que se alegan son igualmente falaces, porque violar la legalidad internacional no puede redundar más que en perjuicio del interés nacional. Pues de hecho, al sublevarse contra la ONU, el triunvirato de las Azores se ha comportado como un trío de Estados canallas (rogue states), en los que las otras naciones civilizadas ya no pueden volver a confiar.

Lo que más nos escandaliza de Bush y Aznar es su arbitraria sinrazón, al comportarse como locos fanáticos o niños mimados que juegan con las vidas humanas y rompen en mil pedazos el orden internacional por pura rabieta o capricho pueril. Y si lo hacen es porque pueden, dado el ilimitado poder absoluto -hecho posible por sus respectivas Constituciones- del que tan arbitrariamente disponen.

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