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El último libro

Javier Rodríguez Marcos

"NINGUNA IDEA general acerca del dolor. Cada paciente se hace la suya, y el padecimiento cambia, igual que la voz del cantante según la acústica de la sala". Este aviso recorre las notas de Alphonse Daudet y nos recuerda que su autor, además de enfermo, era escritor. De hecho, Julian Barnes subraya que En la tierra del dolor está escrito con la mirada fría y el corazón caliente. Claro que el elogio va tanto a favor de Daudet como contra Harold Brodkey, concretamente contra Esta salvaje oscuridad (Anagrama), "el relato heorico -y, uno diría, heróicamente autoengañoso-", dice Barnes, en el que el novelista estadounidense relató su muerte por sida. Aunque habría mucho que decir sobre el juicio del autor británico, lo cierto es que el pudoroso testimonio de Daudet está teñido de la preocupación, por lo que las palabras pueden hacer a la hora de recoger la acústica del dolor. La conclusión es ésta: nada. Y donde dice dolor vale decir pasión. En 'El último libro', uno de los famosos Cuentos del lunes (Debate), Daudet narra una visita a la casa de un escritor que acaba de morir. Durante el duelo aparece el empleado de la imprenta con una remesa de la última obra del fallecido. De pronto, lo que unas horas antes hubiera parecido una señal de vida, en la estancia mortuoria se vuelve lúgubre. Nada nuevo, apunta el narrador. La alegría de recibir un nuevo libro se mezcla siempre con la tristeza de no haber dicho todo lo que se quería decir: "La obra que se lleva dentro siempre parece más bella que la que se ha hecho. ¡Cuántas cosas se pierden en el breve viaje de la cabeza a la mano! Vista en las profundidades del ensueño, la vida del libro semeja a esas medusas del Mediterráneo que pasan por el mar como un nácar flotante y luego, puestas sobre la arena, se reducen a un poco de agua, a unas cuantas gotas incoloras, que el viento seca al instante". Durante años, Daudet barajó la idea de hacer un libro orgánico con las notas que hoy integran En la tierra del dolor. Su mujer lo disuadió: sonaría demasiado a última obra, ¿qué escribir después? Tal vez por eso, a medida que la enfermedad se torna irreversible, el tono del enfermo se dulcifica. Tal vez por eso anota: "Esta mañana sensaciones embotadas, como al día siguiente de grandes excesos. Efecto de los anestésicos repetidos, usados durante demasiado tiempo. Me gustaría que mi próximo libro no fuera demasiado cruel".

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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