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Reportaje:TERROR EN LONDRES | La minoría musulmana

"No son musulmanes, son asesinos"

Algunos miembros de la comunidad islámica temen el hostigamiento policial tras los atentados

Guillermo Altares

"Vienen tiempos muy malos", asegura Mustafa al Belebahi, de 21 años, un estadounidense de origen iraquí. Detrás del mostrador de una tienda de regalos de Edgware Road, una calle con numerosos comercios y restaurantes de Oriente Próximo, mantiene que, tras los atentados terroristas reivindicados por Al Qaeda contra la capital británica, la comunidad musulmana va a ser hostigada por las fuerzas de seguridad. A pocos metros de su comercio, la estación de metro en la que estalló una de las bombas sigue acordonada por la policía y hay numerosas ambulancias cerca. "Todavía están sacando heridos", comenta uno de los pocos curiosos que se han acercado. Los servicios de socorro entran y salen de la estación, pero no se les ve acarreando camillas.

Las estaciones de tren, abiertas a media tarde, también ofrecían un aspecto fantasmagórico
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La mayoría de los musulmanes consultados en este barrio árabe, situado unos cientos de metros al norte de Hyde Park cerca de la estación de Paddington, no comparte la opinión de Al Belebahi. Muchos no quieren hablar, pero otros, jóvenes que fuman una pipa de agua en una terraza o un grupo de ancianos en una esquina, aseguran que no tienen nada más que temer que cualquier ciudadano británico amenazado por el terrorismo.

"Eso nunca va a pasar aquí. Siempre hemos vivido en paz con el resto de las comunidades", afirma Mohamed, de 75 años. "Los que han hecho esto no son musulmanes, son terroristas", señala un joven, que prefiere no decir su nombre. "Son asesinos, asesinos, pero no tienen nada que ver con nosotros", interrumpe un tercero. "Es un día horrible, terrorífico, para todos los que vivimos en Londres", agrega un cuarto.

En cualquier caso, la inquietud, tanto por la cercanía del estallido de una de las bombas como por la posibilidad de que haya algún tipo de reacción contra la enorme comunidad musulmana que vive en Londres, es palpable. Las respuestas "prefiero no hablar", "por qué nos pregunta a nosotros", "el dueño no está" son muy frecuentes. Mustafa al Belebahi, el estadounidense de origen chií y nacido en la ciudad santa iraquí de Nayaf, en cambio, no duda en explayarse. "Nos van a aplicar la sección 54 de la ley antiterrorista", afirma y explica que ya pasó 13 horas en una comisaría por ese artículo de la legislación especial que el Gobierno británico puso en marcha después del 11-S. "Me detuvieron al volante de un coche importado y, como no me podían retener bajo ningún motivo, me aplicaron la sección 54. Cuando comprobaron que los papeles eran legales y que no tenían nada contra mí me soltaron después de pasar 13 horas en una celda. Pero ahora van a volver contra todos nosotros", dice.

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El presidente de la Asociación de los Musulmanes de Londres, Ahmed Sheij, ha asegurado a la BBC que los atentados harán que la comunidad islámica del Reino Unido se sienta menos segura y pidió a todos los musulmanes, "especialmente a las mujeres con velo", que estén atentos. En la calle, la vida cotidiana sigue y, más allá del nutrido grupo de agentes que vigila el cordón en torno a la estación de metro, apenas se ven policías, aunque sí bastantes familias con las mujeres veladas o completamente cubiertas que se cruzan con esporádicos turistas que vuelven caminando a los hoteles.

Edgware Road es una de las pocas calles del centro donde los comercios permanecían ayer por la tarde abiertos. Oxford Street, la zona comercial más popular de la ciudad, parecía casi sacada de Abre los ojos, la película de Alejandro Amenábar que arranca en un Madrid desierto: todas las tiendas estaban cerradas y apenas erraban algunos viandantes en lo que, normalmente a las siete de la tarde sería un hervidero de turistas y londinenses. No había prácticamente coches y los autobuses de dos pisos circulaban casi vacíos, pese a que toda la red de metro de Londres está cerrada: el temor a utilizarlos seguía siendo intenso. Las estaciones de tren, abiertas a media tarde, también ofrecían un aspecto fantasmagórico, con muchos menos viajeros de lo habitual, pese a que, sin el metro, se habían convertido casi en la única forma de volver a casa.

Heathrow, en cambio, parecía ajeno a todo el horror que ha sacudido a la capital británica. Mayor presencia policial, pero ninguna explicación concreta para el cierre de la línea de metro que une el principal aeropuerto de la ciudad con el centro. En el tren que lleva a la estación de Paddington las televisiones ofrecían un informativo... del miércoles con la retransmisión del momento en que Londres fue elegida para organizar los Juegos Olímpicos de 2012. Aquel instante parecía ayer más lejano que nunca.

Un herido se marcha por su propio pie de la estación de metro de Edgware Road.
Un herido se marcha por su propio pie de la estación de metro de Edgware Road.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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