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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ley de Uribe

El presidente colombiano venía con un arduo empeño a Madrid, primera etapa de un viaje aplazado por enfermedad en febrero. Álvaro Uribe tenía no sólo que convencer a Rodríguez Zapatero de las bondades de su Ley de Justicia y Paz, sino conseguir que éste se convirtiera en el abogado defensor de Bogotá ante la UE. La ley regulará la desmovilización de unos 13.000 paramilitares y un pequeño número de guerrilleros en condiciones que The New York Times ha calificado de virtual impunidad para lo que es una banda que combatía a la guerrilla de las FARC con sus mismas armas, independientemente o en confabulación con el Ejército, y en igual actitud de rebeldía que las propias FARC contra el Estado colombiano.

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Zapatero parece haberse convencido de que la vía Uribe es la correcta para erradicar una fuerza que practica la guerrilla del terror, así como de que su papel será el de hacer comprender todo ello a Europa. Si el presidente colombiano ha tenido un éxito quizá sorprendentemente fácil en Madrid, es probable que el español lo tenga más difícil en la UE. En Escandinavia y en Francia, por ejemplo, la generosidad de Uribe con unos maleantes que sólo se arriesgan a pagar por sus delitos cuando éstos hayan sido "atroces", es de suponer que encontrará mayores resistencias.

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¿Tiene algo que ver la buena disposición de Zapatero con la comprensión que mostró Uribe en febrero pasado hacia la venta de armas españolas a Venezuela, país al que acusa en Colombia de ayudar a las marxistas FARC?

La última verdad de esta compleja historia es que la opinión del país latinoamericano apoya mayoritariamente esa pacificación que instrumenta la ley, y que a veces es incongruente ser más papista que el Papa. La guerra colombiana contra la guerrilla dura ya cuatro décadas, y al menos veinte contra los paramilitares, aunque ésta notablemente menos enérgica. Un país exhausto clama por el fin de la violencia. Estados Unidos apoya y financia gran parte del esfuerzo de guerra, mientras que la ayuda europea es poco significativa y está encaminada sólo a las vías de paz. España se encuentra esta vez del lado de Washington.

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