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Reportaje:TOUR 2005 | La despedida del único ciclista invencible

Adiós desde la cumbre

Lance Armstrong se despide del ciclismo desde el podio de los Campos Elíseos, vestido de amarillo, con un "¡Viva siempre el Tour!" - Ayer se coronó por séptima vez tras ganar la edición más rápida de la historia de la competición francesa

Carlos Arribas

Fausto Coppi murió el 2 de enero de 1960, antes de poder anunciar al mundo que colgaba la bicicleta; un frío 2 de enero dijo también adiós Miguel Indurain, en 1997, unos meses después de no haber podido ganar su sexto Tour; Eddy Merckx se despidió un fresco día de mayo de 1978, sabiéndose incapaz de intentar ganar su sexto Tour unos meses más tarde; Anquetil lo dijo el invierno del 69, cinco años después de su quinto Tour; Hinault, como Indurain, unos meses después de fracasar en su intento por un sexto Tour, en 1986. Sólo Lance Armstrong, sólo el único corredor que ha ganado siete Tours -dos más que cualquiera de los más grandes de la historia- ha sido capaz de anunciar su retirada varios meses antes de ganar su último Tour, sólo él, el tejano que venció al cáncer antes de dedicarse al Tour, ha sido capaz de confirmar su retirada desde el mismo podio de los Campos Elíseos en el que minutos antes Bernard Thévenet, el ganador de 1975 -el primero que acabó en la gran avenida de París- le había impuesto el maillot amarillo de ganador del Tour.

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Aún resonaba el home of the brave, la última línea del himno de Estados Unidos, en los Campos Elíseos cuando desde lo más alto del podio Lance Armstrong, Ivan Basso con su hija Domitila en brazos, a su derecha, Jan Ullrich, a su izquierda, agarró un micrófono y lanzó su discurso de despedida. Aunque el ciclismo es el deporte de las sospechas desde que las ruedas giran, ninguno de los grandes campeones anteriores ha visto su nombre asociado en los titulares a la palabra sospechoso tanto como Lance Armstrong, así que a nadie extrañó que el norteamericano aprovechara la ocasión para, después de exhibir a sus hijos a su alrededor y enviar un mensaje implícito al mundo -¿cómo un padre de familia orgulloso y sensible, amante de su prole, puede ser un tramposo, un hombre que juega con su salud conscientemente sólo por el gusto de ganar una carrera?-, en su discurso de despedida hacer un encendido canto de amor al ciclismo y añadir en inglés: "Lo siento por los cínicos, por los escépticos que no creen en el ciclismo, que no creen en los milagros. El Tour y el ciclismo son una carrera y un deporte extraordinarios, en el que no valen los secretos. Soy un fan del Tour, lo seré toda mi vida. No es un secreto que es el deporte más difícil, el que exige más trabajo y sacrificio". Y terminó en francés-inglés: "¡Vive le Tour forever!".

El tejano entra en la tierra mítica del deporte. Lo hace después de ganar su séptimo Tour un mes y medio antes de cumplir los 34 años -el más viejo que lo gana desde Bartali en 1948-, después de ganar el Tour más rápido de la historia; lo hace rodeado en el podio por los dos corredores que ha elegido para simbolizar el futuro: el tenaz veterano Jan Ullrich, cinco veces segundo, una primero, una cuarto; el más joven Ivan Basso, tercero en 2004, segundo en 2005. Ellos serán los protagonistas, los favoritos en 2006, el primer Tour sin Armstrong.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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