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DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2005
Columna
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Ríos y facturas

Vaya día, si no estuviese ya acostumbrado, hubiese pensado que ayer se acababa el mundo. La gente atacaba y atacaba sin medida, y sin pensar que ayer, jueves, no estábamos más que en la mitad de la primera semana de la Vuelta. Pues anda que no es esto largo.

Un mensaje para los que vieron la carrera por televisión: os perdisteis lo mejor, os lo aseguro. Ayer fue uno de esos días en los que la retransmisión no puede hacer justicia a lo ocurrido. Limitaciones del medio. La carrera salió desbocada, y se fueron sucediendo diferentes situaciones en las primeras tres horas que hicieron que el ritmo nunca decayese y que la guerra fuese continua. Yo creo que hubo tregua al paso por Teruel porque hasta entonces ya había pasado de todo, así que, por no repetirse en exceso, lo mejor era ir tranquilos hasta las subidas finales y disputar entonces la etapa como una llegada cualquiera de montaña, como si nada hubiese pasado antes.

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Un día salvaje

En ese viaje de Sierra en Sierra (atravesamos la Serranía de Cuenca, la Sierra de Albarracín y la Sierra de Gudar, todas ellas en los Montes Universales) pasamos a velocidad de vértigo por las fuentes del río Tajo. Al ver el cartel pensé lo lejos que quedaba Lisboa, el punto donde el río desemboca en el Atlántico. En línea recta no lo sé, y por carretera tampoco, pero el cauce del río son ni más ni menos que 1.120 kilómetros, ahí es nada.

Pues para que se hagan una idea de lo largo que es esto, nosotros recorreremos en estas tres semanas tres veces esa distancia. Es decir, que si nos pusieran una carretera al lado del cauce del río (pasando por la Alcarria, Aranjuez, Toledo, Talavera de la Reina, y atravesando Portugal de Este a Oeste) tendríamos tiempo para ir desde las fuentes hasta Lisboa, volver, y repetir el camino de ida. ¿Es o no esto largo?

Solo que nosotros, al contrario del río, que se va haciendo cada vez más grande y fuerte a medida que van pasando los kilómetros y se le van uniendo afluentes, vamos perdiendo unidades día a día (desconozco el dato, pero ayer perdimos unos cuantos, seguro). El río empieza tímido, luego se pone a crecer y a precipitarse con fuerza por grandes desniveles, y al final, ya consagrado, alcanza una etapa tranquila y reposada que termina en el océano. Nosotros empezamos orgullosos y altivos, venimos a comernos el mundo. Somos doscientos, el pastel no llega para todos, pero eso no importa, para mí ya llegará, te dices. Pero el día a día va pasando factura, y algunos, insolventes, no pueden hacer frente a las deudas y tienen que optar por el ingrato abandono. Encontrarán la tranquilidad, supongo, pero eso ya en casa.

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