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Entrevista:LOURDES MUÑOZ | Diputada del PSC afectada por el Katrina | CATÁSTROFE EN EE UU | La situación en Misisipi

"Lo habíamos pasado mal y no imaginábamos que todo iba a ser peor"

Lourdes Muñoz (Barcelona, 1969) ha vuelto a su ciudad desde la odisea de una Nueva Orleans bajo el Katrina. Sintió miedo, estuvo convencida de que iba a morir. Viajaba con su compañero, Jordi, y el hijo de éste, Marc, de 10 años, al que trataron de hacer vivir la peripecia como una aventura. El niño es excursionista y ambos lo animaban a superar cualquier dificultad como si fuera algo propio de un fin de semana. "Tú eres el mejor preparado para aguantar esto", le decían. Cuando iban a llamar por teléfono se turnaban para no dejarlo solo. Y a pesar de todo, en una avalancha lo perdieron de vista durante unos momentos.

Habían llegado a Nueva Orleans procedentes de Miami, huyendo de la amenaza del Katrina, que iba a azotar la península de Florida. Allí se instalaron en un bed and breakfast a la espera de un avión para volver a España. Al día siguiente el vuelo fue cancelado y la familia que los alojaba se fue dejándoles la llave de la casa, dos paquetes de pan, un racimo de uvas y 20 litros de agua. Les recomendaron que se instalaran en el piso de arriba porque el de abajo probablemente se inundaría.

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Compraron comida y trataron de dormir. Por la noche se fue la luz y se quedaron sin noticias. Por unos vecinos supieron que la ciudad estaba siendo abandonada. Buscaron una cabina para pedir ayuda. Era su cordón umbilical con la Embajada. Pero de noche las cosas eran distintas: tenían miedo. Las calles se llenaban de gentes extrañas. Los comercios eran asaltados. Se refugiaron en el bed and breakfast. Hacía mucho calor, la humedad era del 90% y les comieron los mosquitos.

Ni siquiera fue la última noche, pero creían que lo iba a ser. Aunque, por si acaso, habían empezado a racionar las provisiones, a las que añadieron un poco de leche y salchichas que compraron en una gasolinera.

Habían llegado a Nueva Orleans el 27 de agosto. Durante dos días trataron de ser rescatados a través de la Embajada española. Pero el 31 se les dijo que tenían que abandonar la ciudad. Ya lo habían intuido al ver que todo el mundo hacía lo mismo. Anduvieron dos o tres millas, bajo un sol inclemente. Llegaron al centro de convenciones, persuadidos de que todo era provisional. "Lo habíamos pasado muy mal y no imaginábamos que todo iba a ser peor", explica Muñoz.

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El centro de convenciones, inmenso, se llenó pronto. Unas 15.000 personas. Sin orden ni ordenanzas. La gente se agolpaba como podía y se nutría del asalto a un centro comercial cercano. Unos robaban para sí, otros lo repartían. "En aquel momento no comprendía sus acciones, pero necesitaban comer y cambiarse". Lo único organizado era un tipo con un fogón que vendía carne asada, aunque con una pinta de escasa confianza.

Allí todos eran "negros, menos los ancianos, y de origen humilde. Apenas vimos tres o cuatro blancos". Por la tarde llegaron cinco autobuses. Se subió el más fuerte. Se fueron, dejando a una multitud desesperada y enfurecida. De pronto se oyó un tiro, se produjeron avalanchas, se separaron por unos instantes, perdieron las maletas (individuales, para no facturar en los aviones). Las recuperaron. Nadie les robó nada.

Con el tiempo, el centro de convenciones empezó a oler mal: basura, detritos, cadáveres. Algunos fueron encerrados en congeladores. Otros quedaron donde les pilló la muerte. Muñoz seguía pidiendo ayuda por teléfono.

Comían lo que alguien les daba, bebían agua que alguien repartía. Pero poco, para no tener que ir al lavabo inexistente. La presencia del chaval era un incentivo para quienes repartían la comida. "Lo veían a él y siempre nos daban algo: una bolsa de patatas, galletas. Con eso íbamos tirando".

Perdieron la noción del tiempo y se quedaron sin hambre y sin sueño hasta el agotamiento. "Cuando nos liberaron nos dimos cuenta de que teníamos hambre y estábamos sucios", dice. Y luego, ya en Baton Rouge, un momento durísimo: ver por televisión a sus compañeros en el centro. "Siguen necesitando ayuda", insiste.

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