La oposición y varias ONG denuncian fraude en las elecciones presidenciales de Egipto
Datos oficiosos indican que la participación, en torno al 30%, fue menor de lo esperado
"Vamos a pedir una repetición de las elecciones", anunció ayer Ayman Nur, uno de los 10 candidatos a la presidencia de Egipto. Era un mero ejercicio de publicidad política. Incluso sin las múltiples irregularidades denunciadas durante la jornada electoral tanto por la oposición como por los grupos de observación locales, el triunfo de Hosni Mubarak, de 77 años, estaba garantizado. La única incógnita era saber con qué respaldo. Aunque obtenga el 70% de los sufragios, la escasa participación -que fuentes oficiosas cifran en apenas un 30%- va a deslucir su victoria.
Un informe preliminar del Centro Árabe para la Independencia del Poder Judicial se sumó ayer a las denuncias lanzadas por otras ONG el día anterior. El centro calificó de "graves y extendidas" las violaciones, que atribuyó de forma mayoritaria a los simpatizantes de Mubarak.
"No necesitaban hacerlo", se sorprendía una redactora del oficialista Al Ahram. "Mubarak tenía el triunfo garantizado con el apoyo popular y el dominio de su partido sobre el proceso electoral". No era tan sencillo. El régimen había apostado por la participación como forma de legitimar la reelección del presidente para un quinto mandato, después de 24 años en el poder. Así que los responsables del gubernamental Partido Nacional Democrático (PND) se asustaron cuando a media mañana vieron la escasa afluencia de votantes.
En opinión de Mohamed el Sayed Said, vicedirector del Centro de Estudios Estratégicos del citado diario, recurrieran "a prácticas propias de elecciones anteriores". Autobuses públicos requisados para trasladar a votantes engatusados con regalos o promesas, despliegue de simpatizantes para ayudar a los electores analfabetos (un 40% de la población no sabe leer y escribir). Todo valía para aumentar la participación. Una vez en los colegios, los pastoreados apenas necesitaban indicaciones para votar por Mubarak, el único de los candidatos realmente conocido.
¿Hasta qué punto lo consiguieron? Sólo se puede especular. Las leyes egipcias prohíben tanto las encuestas a pie de urna como el adelanto de resultados parciales, y la Comisión Electoral dispone hasta el sábado para anunciar el desenlace final. Ayer, filtraciones de uno de sus miembros hablaban de que con la mitad de los colegios electorales escrutados Mubarak se llevaba el 70% de los votos, una cifra que coincidía con la adelantada en vísperas de la elección por algunos portavoces del PND.
Ese porcentaje resultaba más creíble que el 93,79% que el presidente obtuvo en 1999. Sin embargo, todos los datos de participación deslucían el esfuerzo oficial. En su comunicado de ayer, el Comité Independiente para la Supervisión de las Elecciones aseguró que los desplazados a los colegios electorales no habían llegado a un 18% del censo, estimado en 32,5 millones de electores. "Ese número también incluye a quienes acudieron pero no pudieron votar por no estar registrados o existir alguna inexactitud", explicaba el Comité, que contó con 2.200 observadores repartidos por todo el país.
Fuentes oficiosas no auguraban más de un 30% de participación. La prensa local reconoce que la asistencia a las urnas rara vez alcanzó un 10%. El pasado mayo, las autoridades dieron la cifra del 53% de participantes en el referéndum que cambió el sistema de elección del presidente, pero un informe posterior de los jueces la rebajó a un 3%.
El desinterés es tanto fruto de 50 años de gobiernos autocráticos como de falta de confianza en las promesas oficiales de que se trata del "primer paso para la necesaria reforma política". En cualquier caso, es un mensaje. Pero incluso si Mubarak cumple sus promesas de levantar el estado de emergencia, sanear la economía y abrir el debate político, hay dos cuestiones fundamentales que ni siquiera ha abordado en su campaña: su sucesión y el lugar de los Hermanos Musulmanes en el juego político.