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Reportaje:CAMBIO EN ALEMANIA

En busca de un programa común

Los dos grandes partidos negociarán durante un mes el programa del nuevo Gobierno

El presidente del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Franz Múntefering, situó en su contexto y fijó los límites al acuerdo logrado ayer entre su partido y la democracia cristiana (CDU/CSU). Se trata de un elemento, "una pieza que hemos plantado y ahí está", en el camino hacia el Gobierno de gran coalición. Hasta llegar a término falta un mes de negociaciones que empiezan el lunes próximo y deben concluir el 12 de noviembre.

Está previsto que participen 15 personas por cada bando en la negociación de un programa de Gobierno para toda la legislatura de cuatro años. Después los congresos de los partidos tendrán que aprobar lo acordado en la negociación. Seguirá la votación secreta en el futuro Parlamento Federal (Bundestag) de la canciller democristiana Angela Merkel que necesitará reunir 308 votos, la mayoría absoluta de los escaños. Los 448 votos de los democristianos y socialdemócratas suman 140 más de la mayoría necesaria, pero diputados del SPD declararon ya días atrás que nunca votarían a Merkel como canciller. A éstos habrá que añadir los que en las propias filas democristianas tienen ganas de ajustar cuentas con Merkel y nada mejor que una votación secreta para mandarle un aviso. El partido liberal (FDP) ya dejó claro ayer que no votará a Merkel para canciller, a pesar de que la dirigente democristiana era la pareja preferida antes de los decepcionantes resultados del 18 de septiembre que hicieron imposible la coalición negro-amarilla.

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Superadas las cuestiones de procedimiento, una gran coalición enfrenta una cuestión conceptual básica. Se trata de decidir entre un pacto real para sacar adelante Alemania o si las dos partes se dedicarán a prepararse el terreno y ganar puntos el uno a costa del otro con vistas a las próximas elecciones. En la mejor de las hipótesis, la del intento real de solucionar juntos los problemas del país, queda una lista importante de cuestiones pendientes entre democristianos y socialdemócratas de difícil solución.

Surge de inmediato la duda fundada de cómo se podrán compaginar para un Gobierno de reformas un partido socialdemócrata que obligó a su canciller Gerhard Schröder a adelantar un año las elecciones por no contar con la confianza de su grupo parlamentario para llevar adelante su Agenda 2010 con unos democristianos volcados durante la campaña electoral en un proyecto basado en aplicar una cura de caballo a base de recortes en la red de seguridad social alemana.

Programa de reformas

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El partido socialdemócrata salió de la miseria en la que le situaban los sondeos demoscópicos sobre todo por el miedo que despertó en el electorado el programa de recortes que intentaba llevar adelante Merkel aliada con los liberales. Dieron un frenazo a tiempo Schröder y su partido en su programa de reformas Agenda 2010, obligados en buena parte por la presencia del Partido de la Izquierda de los poscomunistas y socialdemócratas y sindicalistas desencantados. Durante la campaña electoral Schröder y su partido se dedicaron a presentar a Merkel y a los democristianos como la encarnación de la frialdad de los recortes sociales y el intento de acabar con la componente social de la economía de mercado que había sido durante décadas seña de identidad del capitalismo renano implantado en la Alemania de la posguerra por la democracia cristiana.

Los democristianos propugnaban flexibilizar el despido para conseguir con ello una mayor creación de empleo. Los socialdemócratas se oponían por considerarlo antisocial.

En política internacional la discrepancia más importante es la postura hacia el ingreso de Turquía en la Unión Europea. La democracia cristiana se opone y propone una asociación privilegiada. El SPD considera de importancia estratégica la entrada de Turquía en la UE como factor que impulse un islamismo pacífico y contribución al desarrollo democrático de aquel país.

Gerhard Schröder mira tras las ventanas de su oficina en la Cancillería tras asistir a un acto de su partido ayer en Berlín.
Gerhard Schröder mira tras las ventanas de su oficina en la Cancillería tras asistir a un acto de su partido ayer en Berlín.

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