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Crítica:OBRAS CUMBRE DE LA LITERATURA NIPONA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La epifanía de los guerreros

Desde su impresionante primer párrafo el Heike monogatari se revela como una obra fundacional para la literatura japonesa. Para acercarla a los parámetros de nuestra tradición literaria, se la podría calificar de una summa de motivos, que desde otra sensibilidad encuentran su paralelismo en la literatura castellana medieval: la "vanidad de vanidades"; la "Caída de Príncipes por el pecado de soberbia y las vueltas de la Fortuna"; "los espejos de príncipes por el ejemplo al contrario"; un compendio de cuentecillos y mitos; el "¿Qué se hicieron?" de los imperios y las glorias humanas; el "terror del año mil" o la profecía budista de la destrucción de un mundo caótico; el poder igualatorio de la muerte...

HEIKE MONOGATARI

Anónimo

Traducción de Rumi Tani

Moratalla y Carlos Rubio

Gredos. Madrid, 2005

854 páginas. 44 euros

El Heike narra la caída de un clan de guerreros cultos a manos de un clan de rudos samuráis, los Genji
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Y, como ocurre con nuestros albores literarios, prodigiosamente, un trasfondo histórico se eleva e inmortaliza por la maravilla de la (re)creación literaria, resultado ésta del cruce entre la inspiración popular de transmisión oral -el Heike fue transmitido por bonzos, monjes budistas ciegos, interpretado con acompañamiento musical- con la técnica y erudición de un refundidor-recreador culto (siglo XIII).

El Heike congrega dentro del género épico otros componentes que le dan su espíritu propio e inaugural. Es una epopeya por su relato de hechos de armas históricos ficcionalizados, por mostrar el código de honor de los samuráis, por sus vigorosos episodios de batallas y por la inclusión de episodios sobrenaturales. Pero es una epopeya sin final heroico y sin héroe protagonista único, en todo caso con un antihéroe, Taira no Kiyomori, el imponente primer ministro del clan de los Heike, el desalmado transgresor de los valores de una sociedad y, como tal, desencadenante fatal de la extinción de su propia estirpe. Además del fondo histórico de las guerras entre dos clanes de samuráis que acabaron con el gobierno cortesano de la época de Heian (1185), la historicidad del relato se manifiesta en la galería de tipos humanos representativos de todas las clases sociales. Tampoco faltan las manifestaciones líricas tan definidoras del arte y la sensibilidad japonesas.

Pero, sobre todo, el Heike es

una

tragedia y una elegía. Aparte de la finalidad propagandística de determinados monasterios budistas (pragmatismo también presente en nuestra literatura medieval) posee una finalidad edificante, ya que el argumento total de la obra y su estructura reflejan la doctrina budista del karma, del encadenamiento fatal del destino como castigo implacable a la maldad del hombre y sus obras. El Heike es el desarrollo inexorable del cumplimiento del destino de caducidad de las glorias humanas, y un lamento melancólico y evocadoramente nostálgico de un pasado cortesano esplendoroso, por el que, a pesar de su talante aleccionador, toma partido el punto de vista narrativo. En sus páginas hallamos, junto a digresiones eruditas e históricas, numerosos episodios que se imprimen en nuestro recuerdo de lectores: descripciones vivas de heroísmo y cobardía, de armas y caballos de batalla, de combates singulares, intrigas y conspiraciones, muertos de amor y melancolía, el patetismo y humanidad conmovedores de las reacciones de los personajes.

A través de 12 Libros se des

pliega esta epopeya elegiaca sobre el paso irremisible de las eras y del tiempo humano, el rutilante ascenso y la imparable caída del clan de los Heike. Este clan de guerreros y nobles, urbanizados y culturizados, se verá sustituido sin piedad a manos de un clan rival de samuráis de las provincias del este de Japón, el de los Genji, rudos guerreros. Esta trama argumental se refleja en la estructura de la obra: el tañido premonitoriamente lúgubre de la campana del monasterio de Gion, que abre el libro, expande las ondas de un destino implacable de fugacidad y caída que se cumple irremediablemente a través de los 12 Libros, cuyo punto culminante de precipitación de la tragedia se produce en el Libro Sexto y se remata con el dramático suicidio del emperador niño en los brazos de su abuela. A lo largo de los episodios de extinción de la estirpe de los Heike esta campana resuena intermitentemente en otros sonidos sordos y tristes, hasta llegar a la campana de la derruida ermita del Epílogo. Allí se ha retirado la antigua emperatriz Kenreimon-in, último representante del aniquilado y disperso clan. Su oración, enunciada antes de morir, constituye, como todo el Heike, "el llanto por el recuerdo del pasado y los pensamientos sobre un cruel presente". Afortunadamente, la ironía del destino y "la vida eterna de la fama" artística mantuvo a salvo de la caducidad a este canto grandioso a la nostalgia de un pasado "borrado por siempre de la faz de la tierra".

El otro motivo de bienvenida al Heike monogatari es su lograda traducción, hecha con esmero, criterios sólidos, sensibilidad literaria y simpatheia de lector. Venía siendo muy necesario el profesionalismo en la presentación de obras japonesas. Hay que felicitar, por tanto, la probidad editorial de Gredos y, de paso, la de otras casas editoras españolas que tienen como norma esta prueba de respeto al lector y al material traducido. Esta traducción presenta esa afortunada combinación de facilitar la lectura de una manera amena con fidelidad al original y, lo más difícil, de saber modular los hasta siete estilos recitativos empleados por los bonzos recitadores en función de la naturaleza de los episodios (lírico, cronístico, bélico...): un meritorio esfuerzo de estilo por parte de los traductores. Confirma el buen hacer la colaboración de dos destacados medievalistas japoneses de las universidades de Waseda -Yunichiro Kobayashi- y de Tokio -Yooichi Misumi-. El cuidado rigor documental también se aprecia en las láminas de los anexos, en las notas a pie de página, en los glosarios y en las noticias cronológicas y el recuento de personajes. Destaquemos asimismo el rico prólogo, que también muy documentado, tiene la virtud de guiar al lector de hoy por la propia tradición cultural de la obra y, a su vez, de cautivarlo, pues a la erudición de la escrupulosidad documental se aúnan el análisis de un lector entusiasta del Heike y de una vivencia desde dentro de la cultura japonesa.

Ilustración de 'Heiji monogatari' del siglo XIII. Escena del ataque al palacio de Sanjô.
Ilustración de 'Heiji monogatari' del siglo XIII. Escena del ataque al palacio de Sanjô.

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