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Reportaje:

General y asesino

El Tribunal de La Haya acusa a Ante Gotovina de crímenes de guerra y contra la humanidad durante la guerra de los Balcanes

Isabel Ferrer

Lo último que se creía saber de Ante Gotovina, un antiguo cabo primero de la Legión Extranjera Francesa que llegó a general en el Ejército de Croacia, es que se ocultaba en un monasterio franciscano de su país. Su perseguidora esencial, Carla del Ponte, fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), afirmó en septiembre pasado que se había guarecido allí con ayuda de la Iglesia católica croata. Dicha acusación le valió a la jurista un desmentido fulminante por parte del Vaticano. El asunto no pasó del roce diplomático, encontronazo, para ser más exactos, pero ella no se arredró. Hace cuatro años acusó formalmente a Gotovina de crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en 1995, en las guerras de los Balcanes, y no pensaba rendirse por una reprimenda eclesial. No en vano, el ex general, de 50 años, es uno de los renegados más buscados por el TPIY junto con la otra pareja de acusados de altura todavía huidos: los líderes político y militar serbobosnios Radovan Karadzic y Ratko Mladic, respectivamente.

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Lo del monasterio fue una de las últimas voces dadas por Del Ponte en su búsqueda de Gotovina. La otra llamada de atención fue menos llamativa en lo geográfico, pero mucho más contundente. Sus informes negativos sobre la escasa cooperación de las autoridades croatas en la detención de su compatriota le cerraron en un principio la puerta de la UE a Zagreb. Sin embargo, el caso del renegado ahora caído en una playa española no era sólo jurídico-policial. Ante Gotovina está acusado de permitir el asesinato de al menos 150 civiles serbios y la deportación de hasta 200.000 durante la ofensiva croata desatada en 1995 para expulsar a las fuerzas serbias de la región de Krajina. Fue durante una operación militar denominada Tormenta, que convirtió al antiguo legionario en un héroe para su pueblo. Pero dejó un rastro de cientos de muertos, en su mayoría ancianos serbios, asesinados cuando marcharon sus familias o bien por quedarse en sus hogares. El acta de acusación del TPIY incluye también la campaña de pillaje, saqueo y destrucción que habría coordinado en toda la zona para echar a los civiles serbios.

Jubilado anticipadamente en el año 2000, se escondió poco después de que la fiscal le señalara como un criminal de guerra. De Gotovina, que se dedicó al contrabando en Francia antes de regresar en 1990 a su casa, sus abogados dicen que hizo lo posible por evitar las atrocidades que se le imputan. El TPIY no lo cree así. En sus alegaciones subraya que ni siquiera castigó los delitos.

El problema de la doble faz del ex militar, un héroe para los croatas y un villano de cuidado para la justicia internacional, es que no deja indiferente a nadie. Muchos de sus compatriotas le apoyan. La jerarquía católica local critica al Tribunal de La Haya por "criminalizar una guerra de liberación". Sin olvidar que el Gobierno reformista de Croacia no aceptó en 2001 el acta de acusación. Temía la reacción popular. Y él accedía al final a ser juzgado por un tribunal croata. Como a eso no estaba dispuesta Del Ponte, el cerco siguió estrechándose. Hasta ayer, en Tenerife.

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