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Reportaje:El futuro de Euskadi

Los compromisos de Otegi

El líder de Batasuna se convenció de que los anteriores procesos de paz fracasaron por mezclar la negociación de los presos con la política

Luis R. Aizpeolea

El primer compromiso que adquirieron el líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, y el presidente del Partido Socialista de Euskadi (PSE), Jesús Eguiguren, cuando iniciaron sus conversaciones secretas, hace ya cuatro años, y que han derivado en el alto el fuego permanente de ETA, tras unos contactos entre enviados del PSE y de la banda, fue "blindar" el proceso de diálogo que empezaban. Se comprometieron a continuar las conversaciones pese a "accidentes", como un hipotético encarcelamiento de Otegi.

Lo que Otegi no pensaba era que el "accidente" se le iba a presentar precisamente cuando ha logrado su principal objetivo de estos últimos cuatro años: la apertura de un proceso de paz. No obstante, Otegi, que en sólo cuestión de horas eludirá la prisión, tenía asumida esta posibilidad cuando dijo que "es más difícil hacer la paz que la guerra".

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Otegi salió muy malparado de la ruptura de la anterior tregua de ETA-la que comenzó en septiembre de 1998 y terminó en noviembre de 1999-, por la que apostó con fuerza. Tardó mucho tiempo en reanudar las relaciones con los partidos para buscar un nuevo intento de proceso de paz en Euskadi porque la situación política y el terrorismo de ETA le condenaban al aislamiento. De ahí que sus conversaciones, como las que tuvo con el PSE, tuvieron que ser secretas.

Sus primeras conversaciones con Eguiguren datan del comienzo del año 2002. Esas conversaciones -celebradas al comienzo en un caserío de Elgoibar y trasladadas con posterioridad a Azpeitia al percatarse de que eran vigilados por el CNI y la Ertzaintza- empiezan por constatar cómo la situación política en Euskadi es muy negativa y cómo, además, los principales perjudicados son el PSE y la propia Batasuna. ETA está en plena campaña de asesinatos y acoso contra los no nacionalistas y el Gobierno nacionalista de Ibarretxe mantiene una confrontación política con el Ejecutivo de José María Aznar sin salida y con tintes electoralistas.

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El principal empeño de las conversaciones de Otegi y Eguiguren fue trabajar por el cambio de situación en Euskadi, que pasaba necesariamente por un cese del terrorismo, realizado en unas condiciones que le hicieran irreversible. Para ello, empezaron por analizar las experiencias fallidas de los anteriores procesos de paz, el de Argel, de 1989, y el de Suiza, de 1999.

Otegi se convenció de que la causa del fracaso del proceso de Argel fue la pretensión de ETA de mezclar la negociación del Gobierno sobre los presos con las reivindicaciones políticas de la banda. Y la del fracaso de 1999, haber marginado a los partidos no nacionalistas del proceso, al basarse exclusivamente en un pacto de "construcción nacional" entre todos los partidos nacionalistas vascos y ETA.

Fueron aquellas conclusiones las que Otegi llevó al ya famoso mitin del Velódromo de Anoeta en San Sebastián (Guipúzcoa), el 14 de noviembre de 2004, y que empezaron con un significativo "es más difícil iniciar un proceso de superación del conflicto político que plantear una estrategia de confrontación. Es más difícil hacer la paz que la guerra".

Allí defendió, por vez primera, ante las gentes de Batasuna la separación entre la negociación entre el Gobierno y ETA sobre los presos de la defensa de las reivindicaciones políticas, que deben materializarla los partidos. Y propuso para Batasuna ese papel político.

Y allí en Anoeta defendió también, por vez primera, la pluralidad de la sociedad vasca, algo inédito en Batasuna: "Batasuna acepta el compromiso de buscar el abrazo de nuestros adversarios y la complicidad de los enemigos". Para esas fechas de noviembre de 2004, el grado de complicidad de Otegi con Eguiguren es tal que le informa previamente de lo que va a decir en el mitin de Anoeta.

La carta que envió el 14 de enero, dos meses después, al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y que también dio a conocer a Eguiguren antes de remitirla, fue aún más expresiva: "Batasuna no está planteando un frente nacionalistas vasco que imponga una solución unilateral del conflicto. Batasuna plantea un acuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas, un acuerdo que debe contar con la adhesión y el respeto de las distintas sensibilidades existentes en el pueblo vasco".

Estas bases -separación del debate político de la negociación del Gobierno con ETA sobre presos y la admisión de la pluralidad vasca por Batasuna- son las que hacen viable el proceso de paz que acaba de empezar respecto a los anteriores.

Y en este paso gigantesco dentro de la izquierda abertzale para propiciar el proceso de paz ha jugado un papel crucial el liderazgo de Otegi. "Hemos hecho mucho camino juntos. Hemos sido leales, y eso que ha habido varios procesos electorales. Hemos ganado en confianza", decía Otegi recientemente de sus cuatro años de conversaciones con el presidente del PSE.

Aunque Batasuna tiene una dirección colegiada, Otegi cuenta con un prestigio en las bases de Batasuna y una complicidad política con quien se presume que es el jefe de ETA, Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, sobre el que ha ejercido una influencia favorable a abrir un proceso de paz

Frente a los clichés, en Otegi sorprende su interés por mostrar su perfil de izquierda, heredado de su familia elgoibarresa de origen socialista, que le lleva a admirar sin complejos algunas de las decisiones del presidente del Gobierno como la retirada de las tropas de Irak o su programa de reformas sociales.

Arnaldo Otegi (en el centro), a su llegada ayer a la Audiencia Nacional.
Arnaldo Otegi (en el centro), a su llegada ayer a la Audiencia Nacional.BERNARDO PÉREZ

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