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Elecciones en Italia

Prodi defiende la necesidad de "reconstruir Italia" y hace un llamamiento a la unidad

"Ha llegado el momento de echar a Berlusconi", rezaba una pancarta en el mitin de Roma

Guillermo Altares

El candidato del centro-izquierda, Romano Prodi, hizo anoche un llamamiento a la "reconstrucción de Italia" durante el mitin fin de campaña de su coalición en el centro de Roma. "Quiero dirigirme a todos los italianos y a todas las italianas, a un país profundamente dividido que necesita desesperadamente la unidad", dijo Prodi, de 66 años. Era un mensaje tanto hacia fuera como hacia dentro, porque uno de los argumentos que con más saña ha utilizado Silvio Berlusconi contra la oposición ha sido la falta de unidad en el centro-izquierda.

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Durante el acto electoral en la plaza del Popolo, al que asistieron varios miles de personas, todos los líderes de la Unión, una coalición de 16 partidos, a su vez unidos en diferentes formaciones, mostraron su respaldo total a Prodi y lanzaron mensajes muy similares: ridiculizaron las promesas electorales de Berlusconi, insistieron en el sombrío panorama económico que padece el país, criticaron la aspereza que ha tenido la campaña para los comicios del domingo y lunes, sobre todo en su tramo final, y garantizaron la estabilidad durante cinco años en caso de victoria.

"Estamos todos unidos al final de una campaña electoral dura, áspera, agresiva, aunque nosotros no hemos querido que sea así", dijo Prodi ante un mar de banderas de las diferentes formaciones, cuya paleta de colores era todo un símbolo de la diversidad de la izquierda: verdes, para El Olivo; rojas, de los Demócratas de la Izquierda (DS, en sus siglas en italiano); azules y verdes, para La Margarita, y blancas, para el Movimiento de los Republicanos Europeos, las principales fuerzas de La Unión.

La portada de ayer del semanario británico The Economist, con una foto de Il Cavaliere mirando de lado y con el título Basta. Ha llegado el momento para que Italia eche a Berlusconi, fue convertida en una pancarta que llevaban bastantes asistentes al mitin. Naturalmente, proliferaron las camisetas de los coglioni (gilipollas, en italiano), el insulto con el que Berlusconi calificó a los votantes del centro-izquierda, que se ha convertido en un grito de guerra en Italia.

La insistencia en el mensaje de unidad es fundamental para el centro-izquierda en el tramo final de una campaña en la que La Unión y La Casa de las Libertades se han movido en márgenes muy estrechos. Los últimos sondeos, hechos públicos hace dos semanas, mostraban una ventaja para Prodi de entre el 2,5% y el 5%, pero también un elevado número de indecisos.

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En 1998, Prodi fue expulsado del Gobierno por sus propios aliados tras una enorme crisis interna en su coalición. Entre insulto e insulto y promesa fiscal y promesa fiscal, Berlusconi no se ha privado de recordar una y otra vez este hecho y de vender que él ha logrado, cosa insólita en la Italia posterior a la II Guerra Mundial, gobernar durante cinco años. Uno de los principales mensajes de la campaña de Prodi ha sido que, esta vez, la cohesión es mucho más fuerte y que no se producirán rupturas. El antiguo presidente de la Comisión Europea no tiene partido propio, aunque fue elegido en unas primarias en las que participaron cuatro millones de electores y que ganó con un 75% de los votos.

"Italia tiene una enorme necesidad de cambiar. Éste es un voto más importante que otros", aseguró Piero Fassino, secretario general de los Demócratas de Izquierda. "Han tratado de convertir la campaña en una guerra civil política. Berlusconi no es la solución, es el problema", agregó Fassino. Francesco Rutelli, de La Margarita, lanzó un mensaje muy similar: "El martes 11 de marzo, Berlusconi habrá vuelto a la oposición".

LA FUERZA DE ROMANO PRODI

- Encabeza una coalición de centro-izquierda de 16 partidos políticos

- Aunque carece de una formación propia, ganó con amplia mayoría las primarias de la izquierda

- La última encuesta hace dos semanas le otorgaba una ventaja de entre el 2,5% y el 5% de los votos

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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