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Reportaje:Elecciones en Italia

Una extraña tarde electoral

Los partidarios del centro-izquierda concentrados en Roma pasaron en un instante de la alegría al desconcierto

Guillermo Altares

Fue la tarde electoral más extraña. Ante la sede de la Unión, la coalición de centro-izquierda de Romano Prodi, en la plaza romana de los Santos Apóstoles, una multitud se iba reuniendo mientras aumentaban el desconcierto y la decepción según se iban conociendo los resultados. A sólo unos pocos metros de allí, en la calle de la Umiltá, donde, aunque parezca una broma, se encuentra la sede de Forza Italia, el partido del menos humilde de los políticos italianos, Silvio Berlusconi, no había ninguna fiesta prevista (tampoco cabría porque se trata de una callejuela muy estrecha). Pero allí el humor fue cambiando rápidamente: de la sensación de derrota se pasó a una creciente expectación ante los inesperados datos que ofrecía el escrutinio.

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Las urnas se cerraron a las tres y, tras los buenos resultados que ofrecieron los sondeos a pie de urna, la plaza de los Santos Apóstoles se llenó rápidamente de un creciente optimismo. Se preparó una tribuna en un camión amarillo en el que podía leerse "Prodi presidente", se colocaron los altavoces y se instaló una pantalla gigante de televisión (todo se había dejado para el último momento). La Unión convocó una fiesta electoral para las nueve de la noche en la plaza del Popolo, mucho más grande y la misma donde cerró su campaña electoral el viernes, pero tuvo que ser retrasada hasta que quedase claro si había algo que celebrar. A la una de la madrugada, Prodi salió a agradecer la paciencia de sus partidarios y dijo que volvería a aparecer con los resultados finales.

Cuando la pantalla de televisión dio los primeros resultados para el Senado, basados en el 15% del escrutinio, fue como si un viento helado hubiese barrido la plaza: el público, que ya era bastante numeroso, se quedó de piedra, como si les hubiesen pitado un penalti en los últimos instantes de una final. Los simpatizantes de los partidos políticos han estudiado a fondo la nueva ley electoral y eran conscientes de que la tendencia no era buena y de que, desde luego, la tarde-noche electoral sería muy larga.

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Del penalti en el último momento se pasó a la prórroga y al peligro de goleada. Los silbidos cuando la televisión ofrecía los datos del escrutinio, primero en el Senado y luego en la Cámara de los Diputados, eran atronadores. Cuando, en cambio, otras prospecciones ofrecían una estrecha victoria en el Senado, se escuchaban aplausos. Era una sensación de creciente desconcierto: una fiesta electoral se había convertido en un seguimiento, minuto a minuto por televisión, de un baile de cifras.

"Llevaba un año esperando esta victoria, desde el triunfo en las regionales; no, mejor dicho, llevaba cinco esperando que volviese la izquierda al poder y no puedo creerme lo que está pasando", afirma Domenico, de 39 años, un administrativo que llevaba toda la tarde en la plaza padeciendo los vaivenes del escrutinio.

Entre una multitud que cada vez era más compacta conforme avanzaba la noche, empezaron a multiplicarse los signos de que las cosas no iban tan bien como habían anunciado los sondeos a pie de urna: miles de personas seguían pendientes minuto a minuto de los resultados que ofrecía la pantalla gigante de televisión. Cuando los asistentes a una teórica fiesta electoral hablan de números, de mayorías, de prospecciones, de los últimos resultados en una región u otra, es que las cosas se están torciendo.

"Es una victoria, pero no la victoria que esperábamos", aseguraba Mauro, un profesor de 60 años, que había acudido a la manifestación después de trabajar. "Es la ley electoral de Berlusconi. La hizo porque sabía que iba a perder las elecciones y quería reducir daños", agrega. "Va a ser una mayoría difícil. Es por la ley electoral", afirma un guionista de televisión, de 38 años, que había acudido junto a su esposa y su hijo de un año a celebrar una victoria que no acababa anoche de llegar.

Desde la segunda planta del palacio donde tienen su sede tanto Romano Prodi como El Olivo, la principal fuerza de la coalición de centro-izquierda, el mensaje que lanzaban sus dirigentes era de preocupación. "Los resultados son preocupantes, muy preocupantes", señaló una fuente de La Unión en torno a las ocho de la tarde. Los responsables de prensa anunciaron primero que el líder de la Unión iba a comparecer a las seis y media, luego se retrasó a las siete y media, finalmente hasta que "hubiese resultados que pudiesen ser considerados definitivos". El clima que se respiraba anoche en la sede de la coalición de Prodi y entre los asesores más cercanos al antiguo presidente de la Comisión Europea no fue en absoluto el de la victoria electoral que esperaban.

Según las fuentes de la coalición, los principales dirigentes del centro-izquierda estaban reunidos, pendientes segundo a segundo de los resultados que ofrecía el Ministerio del Interior a través de Internet, así como de los diferentes programas de televisión. Estaban tratando de asimilar los números que, hora a hora, eran más desconcertantes.

En algunos momentos, ni siquiera la victoria en la Cámara baja estaba clara. En cualquier caso, el auténtico jarro de agua fría llegó ya a media tarde, cuando quedó claro que la diferencia en el Senado era mínima, lo que podía hacer que Italia fuese ingobernable. Se trata de un sistema bicameral perfecto, que exige que todas las normas sean aprobadas por las dos instancias. La ley electoral firmada por el Gobierno de Berlusconi en diciembre, con una contundente protesta de la oposición, que no paró de criticar la norma durante la campaña, prevé un premio para la mayoría a nivel nacional en el Congreso, pero región a región en el Senado.

En la sede del Partido de Berlusconi, desde las primeras declaraciones quedó claro que las cosas no eran tan sencillas como parecían. A primera hora de la tarde, tras reconocer la victoria del centro-izquierda, el senador de Forza Italia Paolo Guzzanti señaló ante un grupo de periodistas: "Todavía no sabemos si la Unión llegará a formar un Gobierno. Todo depende de lo que ocurra en el Senado. No hay que descartar el escenario de que haya que repetir las elecciones". Cuando Guzzanti pronunció estas palabras, el escrutinio acababa de empezar y la extraña tarde electoral ni siquiera había comenzado a ofrecer sus auténticas sorpresas.

Seguidores de Romano Prodi siguen el recuento electoral en una pantalla gigante en el centro de Roma.
Seguidores de Romano Prodi siguen el recuento electoral en una pantalla gigante en el centro de Roma.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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