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Reportaje:

Berlusconi no se rinde

La resistencia de Il Cavaliere a aceptar su derrota no impedirá la formación del Gobierno

Enric González

Silvio Berlusconi no se rinde. Ni reconoce su derrota ni concede legitimidad a la victoria de Romano Prodi. Su resistencia numantina no cambiará los resultados, ya oficializados por el Tribunal de Casación, ni impedirá que en la segunda quincena de mayo se forme un nuevo Gobierno, pero alimenta la tensión y acentúa la sensación general de inestabilidad política. Il Cavaliere está convencido de que el Gobierno de Prodi caerá en otoño y quiere mantener en pie de guerra a los suyos para recuperar el poder lo antes posible.

"Este Gobierno nace muerto", dijo el miércoles a sus colaboradores más directos. Berlusconi, encerrado en su despacho del palacio Chigi, mantiene una reunión tras otra y sueña con la revancha. Sus abogados estudian la posibilidad de presentar otro recurso contra los resultados electorales, esta vez ante el Tribunal Administrativo Regional del Lazio. Sus parlamentarios exigirán, en cuanto se constituya el Parlamento, que la Junta Electoral de la Cámara de Diputados revise una a una el millón largo de papeletas nulas.

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Habituado a vencer sus batallas contra la justicia por la vía del recurso, la descalificación, la dilación y la prescripción del delito, no quiere dejar de probar esa táctica, que ofrece la ventaja de mantener la sombra de la duda sobre la validez de la mayoría de Prodi. Es un hecho que, si se sumaran los votos de comicios distintos como a la Cámara de Diputados y al Senado, el centro-derecha recibió más votos en total, y Berlusconi no quiere que nadie lo olvide.

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Los fieles más fieles a Berlusconi, como el senador Antonio Tomassini, de Forza Italia, mantienen un tono apocalíptico en sus declaraciones: "La decisión del Tribunal de Apelación nos da por vencidos, pero no por convencidos ni resignados", proclamó Tomassini. "Algo chirría entre la desfachatez de quien, con arrogancia, se pavonea de su victoria, y el hecho de que exista una diferencia de sólo un pequeño puñado de votos conseguidos con embrollos, irregularidades y fraudes. La suma total de los votos que nos concedieron más de la mitad de los ciudadanos confirma nuestra victoria, que una vez más intentan robarnos".

La guardia pretoriana de Berlusconi reconoce, sin embargo, que la estrategia berlusconiana ya no tiene su objetivo en un milagroso triunfo in extremis aportado por un fantasmagórico recuento exhaustivo, sino en una guerrilla parlamentaria feroz que desgaste desde el primer día a un Gobierno que nacerá frágil. "Basta tener 12 diputados presentes para exigir que se verifique el quórum, no podrán permitirse ni un resfriado", declaró Carlo Vizzini, de Forza Italia, al Corriere della Sera. "Con los números que arroja el resultado, tenemos la seguridad de frenar cada proyecto de ley en el artículo uno", dijo.

"Hay quien concede al Gobierno de Prodi hasta dos años de vida, pero quien dice eso está loco", comentó Berlusconi a uno de sus visitantes de estos días. "El Gobierno vacilará cuando tenga que aprobar las correcciones al presupuesto, empezará a hundirse en julio, con la refinanciación de la misión en Irak, y caerá en otoño".

Ésos son los cálculos berlusconianos. Sobre ellos justifica su decisión de no conceder respiro. Si a partir de otoño se convocan elecciones, quiere estar seguro de la victoria. Si se intenta buscar alguna mayoría alternativa para un Gobierno técnico, como en 1998, quiere estar en el centro de las negociaciones y aparecer como el hombre fuerte, el único capaz de articular una coalición de Gobierno estable.

Prodi sigue esperando la famosa llamada telefónica, el mensaje de felicitación que después de cada elección el vencido suele enviar al vencedor. Pero lo más probable es que no llegue nunca. "No existe ninguna tradición que la respalde, es un rito que en Italia carece de antecedentes, se hace en América, pero aquí no, y no entiendo por qué deberíamos empezar ahora", dice Il Cavaliere, según fuentes citadas por Corriere della Sera.

Dos de los cuatro grandes componentes de la coalición berlusconiana, los posfascistas de Alianza Nacional y los democristianos de UDC, ya han admitido, a regañadientes, la victoria de Prodi. En el rincón numantino permanecen Forza Italia y la Liga Norte.

La resistencia de Berlusconi incomoda a los democristianos y, en otra situación, podría inducirles a distanciarse del centro-derecha y llegar a algún tipo de acuerdo parcial con el centro-izquierda. Pero Berlusconi cuenta con mantener unida a su coalición con un cemento político que nunca falla: el olor de la sangre del enemigo.

Lo tradicional en Italia es que los vencidos corran en desbandada hacia los brazos del vencedor. La vieja tradición de la estampida y el arreglo topa, esta vez, con un obstáculo: el vencedor no durará cinco años, y quizá no dure más de uno. ¿Vale la pena el chaqueteo por sólo unos meses de poder? Evidentemente, no. Ése es el motivo de que hasta el momento ni siquiera los democristianos, habilísimos en la ciencia del desplazamiento izquierda-derecha-izquierda, según la dirección del viento electoral, hayan empezado a exhibir sus encantos ante Il Professore.

Silvio Berlusconi.
Silvio Berlusconi.EFE

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