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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mal menor de Perú

Tras dejar a Perú sumido en un caos de hiperinflación, corrupción e insurgencia al término de su anterior mandato, en 1990, Alan García, aparentemente más maduro a sus 57 años, ha vuelto a la presidencia tras ganar limpiamente por más de nueve puntos en la segunda vuelta a su rival, el nacionalista Ollanta Humala. Perú ha dado una lección de democracia al aguantar hasta el fin de su mandato al presidente saliente, Alejandro Toledo, que tuvo una caída libre en popularidad a pesar de un crecimiento económico cercano al 7% anual, aunque sin redistribución social, una lección que no han de olvidar sus sucesores.

García tiene una tarea ingente ante sí. Debe superar los recelos que genera su desastroso pasado. Además, llega políticamente hipotecado, pues la mitad de su victoria se debe al apoyo de los que en la primera vuelta habían votado por la conservadora Lourdes Flores, a la que García superó por un suspiro de votos. Mucho peruano, como se ha dicho, ha debido "taparse la nariz" ante la urna. García no controla tampoco el Parlamento, donde Humala

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tiene el control, si bien se trata de una abigarrada coalición que será difícil de mantener. Pero todo indica que en el futuro habrá que contar con el antiguo militar que intentó derribar a Fujimori, el presidente del autogolpe, y cuyo hermano encabezó un levantamiento contra Toledo. A fin de cuentas, las elecciones dibujan un país dividido: los más pobres, el mundo rural y el sur han votado por el candidato nacionalista, que ha ganado en una mayoría de provincias. García tendrá que cumplir lo que prometía: prudente gestión fiscal, atracción de la inversión extranjera y lucha contra la inseguridad. Para ello tendrá que unir a la sociedad.

De momento, su victoria debe suponer un frenazo a las aspiraciones políticamente expansionistas de la revolución bolivariana impulsada por Chávez desde Venezuela, y, por tanto, tiene una dimensión geopolítica. La intromisión del líder venezolano en la campaña peruana puede haber acabado por dificultar el avance de su aliado Humala, pues García las planteó casi como un o no a Chávez y al chavismo. Perú no ha sido Bolivia. El nuevo presidente mantendrá el acuerdo de libre comercio con EE UU, aunque lo modifique, pero necesitará también un mejor marco regional. Y, sobre todo, no debe olvidar la desigualdad y las reivindicaciones indígenas. La profunda transformación social que ha prometido sólo la conseguirá si da también respuesta, aunque diferente, a las preguntas que están en el origen del fenómeno Humala. Pero respuestas debe haber.

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