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'Moral política'

Dijo un prelado, incluso ante periodistas: "División hay poca, pero si sometiéramos a votación la existencia de Dios en una asamblea de la Conferencia Episcopal seguro que sale algún no". El portavoz episcopal, Martínez Camino, espantó esa sombra de desunión cuando se le preguntó por el hipotético documento sobre la unidad de España. Pero son tan evidentes las discrepancias entre prelados sobre ese espinoso asunto -a un lado, los obispos vascos, catalanes y andaluces, entre otros muchos; enfrente, las posiciones radicales de los cardenales y prelados del centro, Cañizares (Toledo) y Rouco (Madrid) a la cabeza-, que incluso alguien tan hermético y seguro de sí mismo como el portavoz jesuita pareció dudar ayer en su respuesta.

La sorpresa de la jornada fue un regalo que recibieron los obispos antes de la asamblea, y también los periodistas: el libro Moral política. Magisterio de la Conferencia Episcopal Española 1972-2001, con prólogo de Martínez Camino. "No es habitual que nos regalen nada. ¿Se quiere condicionar la discusión con estos textos?", se le preguntó al portavoz. "Hemos regalado antes otras cosas, no es la primera vez. Estas páginas pueden ser una ayuda en los debates. No se trata de coaccionar, o de dirigir nada. La Asamblea plenaria es soberana para modificar el orden del día, o para levantarse y marcharse", replicó.

Moral política recoge nueve pastorales sobre las cuestiones que debaten estos días los prelados, la primera de 1972 titulada La Iglesia y la comunidad política. Leída ahora parece inocua, pero entonces causó un enorme revuelo en la decrépita dictadura franquista, resistente a aplicar las doctrinas del Concilio Vaticano II. Proclamaba entonces la jerarquía que el Estado no podía tener una religión oficial, que el Jefe del Estado debía renunciar a sus privilegios -nombramiento de obispos, procesionar bajo palio, rezos por su salud en todas las misas, etcétera-. A cambio, los prelados de entonces se decían dispuestos a renunciar a sus muchos privilegios, salvo el de la "ayuda económica a la Iglesia" y los de enseñanza. Todo ello cuando ya estaba abierta la cárcel de Zamora sólo para curas y arreciaban multas a sacerdotes por homilías que la dictadura tachaba de incendiarias.

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