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Reportaje:La primera visita de Benedicto XVI a España

La resignación de los obispos españoles

La jerarquía comprende la actitud conciliadora del Papa: "Habló a toda la Iglesia universal"

La visita de Benedicto XVI no ha colmado las expectativas de sus organizadores no sólo por el número de convocados -muy por debajo de lo anunciado-, sino incluso por los discursos del Papa. Lo reconocía a regañadientes un destacado prelado. Pero añadía un argumento de peso: "Benedicto XVI ha hablado a la Iglesia universal, no podía limitarse a los problemas que podamos tener los católicos españoles con éste o con cualquier otro Gobierno", justificó.

Ésta será la tesis del episcopado tras la visita papal. "Otros sectores", asume el prelado, podrían sentirlo de otra manera o "una cierta decepción". ¿Por el tono conciliador, incluso complaciente, del pontífice romano ante el Ejecutivo socialista? No lo ve así. "Los periódicos marcan unos objetivos, sin rigor: que si van a venir millones de peregrinos, que si el Papa criticará a Zapatero, que si va a hablar del diálogo con ETA, que si el cardenal Rouco llevó a Roma un borrador de discurso tremendo... Y cuando no se cumplen esos anuncios, los decepcionados somos los obispos. No es serio. Creo que expreso un sentir entre mis hermanos en el episcopado: he escuchado en Valencia lo que vine a buscar: palabras de esperanza y de ánimo, y una proclamación general, creo que no complaciente con lo que está haciendo este Gobierno, sobre la política de la familia".

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Llama la atención la ausencia de opiniones de obispos, ni siquiera favorables, sobre los discursos del Papa. Pocos aceptaron hablar, y quien lo hizo sin los tópicos de cortesía, pidió que no se utilizara su nombre.

El grado de satisfacción por lo escuchado al Papa tiene que ver con la actitud de cada obispo en los dos años de esta legislatura socialista. Quienes sostienen que España es ahora "una nación de misiones", incluso en situación "martirial", a causa de las persecuciones del Gobierno -Roma lo llama "fundamentalismo laicista"-; o que la familia está perseguida, los católicos acobardados y con miedo, la enseñanza amenazada, y en peligro incluso la unidad de España -"un bien moral", según el cardenal Cañizares-; o que no se puede convertir a ETA ni a sus cómplices en interlocutores del Estado en el llamado proceso de paz en el País Vasco...; esos prelados no pueden encontrar motivos para regocijarse con el discurso papal.

Benedicto XVI no cargó las tintas ni siquiera contra la política del Gobierno de Zapatero sobre la familia y el matrimonio. Sí dejó clara la doctrina de Roma, la tradicional, como no podía ser de otra manera, pero lo hizo con proclamaciones que lo mismo valen para ser dichas en España que en Polonia o en cualquier país latinoamericano. Nada que ver con afirmaciones como que en España están "al margen de la ley" quienes defienden que el matrimonio es cosa entre un hombre y una mujer, como sostuvo el jueves pasado el portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino.

Con esos precedentes, no es de extrañar la confesada satisfacción y la sensación de alivio del Gobierno por el desarrollo de la visita, pese a algunos abucheos que recibió su presidente cuando se dirigía el sábado a entrevistarse con Benedicto XVI.

Cardenales y obispos, en el altar donde Benedicto XVI celebró la misa de clausura del V Encuentro Mundial de las Familias.
Cardenales y obispos, en el altar donde Benedicto XVI celebró la misa de clausura del V Encuentro Mundial de las Familias.ASSOCIATED PRESS

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