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Reportaje:La lacra de los accidentes de trabajo

Visita sorpresa con el inspector

Una revisión detecta escasez de barandillas y huecos en una obra de Madrid; hay ocho empresas en la misma construcción

Cristina Galindo

"Lo primero que compruebo es que las medidas de seguridad adoptadas para evitar las caídas (red, barandillas...) y los riesgos eléctricos son las adecuadas", explica Pablo Galán mientras señala con el dedo el sexto piso de un edificio de viviendas en construcción en una localidad del sur de Madrid. Galán es uno de los 790 inspectores de trabajo que están en activo en la actualidad en España. Visita las obras para asegurarse de que todo está en regla en materia de prevención de riesgos laborales. "En 20 años la seguridad en la construcción ha mejorado mucho", explica. Empieza a quedar atrás la imagen generalizada del albañil que se protege del sol con un pañuelo anudado a los lados. Ahora cada vez más trabajadores se ponen el casco y el resto de equipos de seguridad individual (arneses, guantes...).

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"Pero aún queda mucho por hacer", puntualiza Galán, que trabaja como inspector desde 1987. Tres trabajadores mueren al día en España, uno de ellos en la construcción. De las 990 personas que fallecieron en el puesto de trabajo el año pasado, 315 fueron en las obras, la cifra más alta de los últimos 14 años, según CC OO, y un 45% más que en 2004. Los controles han aumentado y las empresas invierten más en seguridad. No es suficiente. El sector, que aporta el 17% de la riqueza del país y el 12,5% del empleo, sigue siendo uno de los que más sufren la lacra de la siniestralidad laboral. Casi siempre porque la empresa o el trabajador no cumplen las normas.

En el sur de Madrid, Galán visita hoy una obra de pisos de promoción pública. La contratista principal está en el grupo de grandes empresas del sector (por regla general, las compañías grandes y medianas invierten más en seguridad). El inspector se presenta sin avisar. Se identifica y reclama la presencia del jefe de obra. Además de comprobar que no hay riesgos de caídas, Galán también tiene que verificar si existe un coordinador de seguridad y salud en el trabajo en la obra, que los trabajadores hayan recibido la formación necesaria, que todos tengan los equipos de protección individual completos...

Planta por planta, el inspector se fija en todos los elementos de seguridad que exige la ley. La obra ha empezado hace algunos meses y sólo tiene levantada la estructura. "Los cuadros eléctricos están bien", afirma. Tampoco hay problema con los silos de almacenamiento de mortero (cemento, hormigón). Las protecciones colectivas (redes y barandillas) están bien instaladas. Disponen de barandilla, listón intermedio y rodapiés (para evitar que caiga algún objeto al piso de abajo y le dé a otro trabajador).

Pero al llegar al último piso Galán observa que hay unas zonas del ático donde faltan unas barandillas. "Hay que ponerlas inmediatamente", dice el inspector al jefe de obra. No es la única irregularidad. En las escaleras faltan algunas protecciones. No es muy grave. Más peligroso considera Galán el hecho de que, en los huecos que se dejan en el suelo para las instalaciones de agua, gas y teléfono, las chapas que sirven para tapar esos huecos (y evitar caídas) están sin anclar. "Son huecos de 0,90 por 0,60 metros... En una obra como ésta no deberían estar desprotegidos", afirma. Alguien se podría caer.

Las dos máquinas cortadoras que hay en la obra pasan el examen. No hay zanjas (si las hubiera, Galán se aseguraría de que están bien entibadas y que los taludes tienen la inclinación adecuada, para evitar derrumbamientos). Los trabajadores van bien equipados. El casco es obligatorio, imprescindible una vez se atraviesa la valla de cualquier obra. El resto -guantes, monos, gafas protectoras, botas con punteras reforzadas- va en función de las tareas que se desarrollan.

"Ahora hay poca gente, ferrallistas y estructuristas básicamente, y el control es mayor", explica Galán a la salida de la obra. "Cuando lleguen los albañiles habrá más movimiento y será más difícil controlar la seguridad", añade. La principal dificultad en una obra es que muchas personas se mueven a la vez y la coordinación es esencial. Por ejemplo, las chapas que falta anclar en los huecos reservados para la instalación de la línea del teléfono, el gas, etcétera, fueron apartadas por un grupo para efectuar el replanteo (señalar por dónde irán las paredes en el suelo). "Pero luego nadie las ha colocado en su sitio", cuenta Galán.

Un total de ocho empresas trabajan en este momento en la obra. En unas semanas, cuando empiecen a llegar albañiles, fontaneros, electricistas, instaladores del gas, entre otros, el número de subcontratas puede llegar a 15. La subcontratación es, junto a la temporalidad, una de las razones que explican que la construcción sea el sector más castigado por los accidentes laborales.

"En estos casos de obras grandes", continúa Galán en referencia a la que visita, "no suele haber problemas serios; son las obras pequeñas las que más miedo me dan". Y recuerda a un trabajador que murió hace unos días al derrumbarse un techo en una nave de Loeches (Madrid). Según el sindicato CC OO, "la víctima no tenía contrato y el autónomo que le empleaba ni siquiera tenía licencia de obra". No hace falta ser un experto para comprobar cómo en muchas obras nadie lleva ni el casco.

Pablo Galán todavía no ha decidido si hay que multar a la empresa responsable de la obra que ha visitado hoy. Sus responsables deberán acudir a la oficina del inspector en unos días para presentar una documentación complementaria. Después decidirá.

El inspector Pablo Galán, delante de una obra en Madrid.
El inspector Pablo Galán, delante de una obra en Madrid.MANUEL ESCALERA

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Sobre la firma

Cristina Galindo
Es periodista de la sección de Economía. Ha trabajado anteriormente en Internacional y los suplementos Domingo e Ideas.
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